viernes, 8 de marzo de 2013

Casa de muñecas - Raúl del Pozo


Casa de muñecas - Raúl del Pozo
El Rey sigue con sus ejercicios de rehabilitación. Ahí sigue sin otros brocados que las sábanas, sólo se le acercan enfermeras para que orine en el bacín en forma de pato. Mientras, todo el país habla de la bragueta real. Cuán pronto se va el placer. Ya no se acercan a Su Majestad las chicas de la casa de las muñecas; hasta su lecho de penitencia llegan las infantitas con dibujos para animar al abuelo. En los días difíciles vivió un rato agradable hablando con Alfredo Pérez Rubalcaba de fútbol. Los dos son vikingos, casi ultrasur. El Rey vio el partido Real Madrid-Manchester acompañado de algunos asesores. La pasión blanca de Don Juan Carlos la analiza Carlos Torras, en una apasionante libro, La historia oculta del Real Madrid.
Cuenta el periodista catalán que durante sus primeros veinte años el Madrid no era Real. «Fue en junio de 1920 cuando el nombre de pila le cayó del Palacio. A cambio del gesto regio, la directiva nombró a Alfonso XIII presidente de honor». Luego, el honor recayó en Don Juan.
Después de las hernias de disco, el Rey tendrá que soportar un pelotazo editorial que le dará en la mismísima corona: el libro de Andrew Norton. El biógrafo de Diana cuenta las muescas de su polisexualidad, con nombres propios: Marta, Carmen, Bárbara, Julia, y así hasta un par de equipos de fútbol femenino. Fuentes cercanas al palacio me señalan algunas inexactitudes del libro. (Aún no conocen una historia gótica, sangrienta, que se relata). Los asesores de palacio saben muy bien cómo es El Patrón pero no se lo imaginan ligando en la isla de Palma con Diana de Gales, delante del orejas de Inglaterra. De eso sé algo yo. El Rey me contó una vez: «¿Ligar con Lady Di? Si no tenía culo. La vi en bikini en Palma y no me gustó». Alguno de los ayudantes niega que la Infanta Cristina sea una trepa o que la Infanta Elena estuviera locamente enamorada de Luis Astolfi. «Fueron novietes de juventud».
El pueblo angustiado por la recesión está esperando las hazañas de Juan Carlos. Siempre igual, reyes de natura caliente. Empezó siendo un salido el Rey Católico del que escribió Fernando del Pulgar: «Amaba mucho a la Reyna su mujer; pero dábase a otras mujeres». Don Fernando acabó sus días tomando testículos de toro para culminar la cópula con Germana de Foix. Gregorio Marañón escribe que las queridas de los reyes en Francia eran amantes oficiales; aquí en Madrid eran secreto a voces, pero secreto. Las queridas y los queridos. María Luisa de Parma esposa de Carlos IV, la cacatúa que pintó Goya, confesó al rey Carlos IV que no era padre de ninguno de sus hijos.