domingo, 17 de marzo de 2013

Como agua naufragada - José Luis Alvite

Como agua naufragada - José Luis Alvite

De una carta que no me importaría haber recibido: 
Hola, amigo desconocido: ¿Sabes por qué te escribo? Anoche revolviendo en mis cosas antes de cambiar de ciudad, encontré una nota que me escribiste la única madrugada que estuvimos cerca de estar juntos. Tú llevabas un rato tomando copas en la barra del club y yo fumaba para quitarle el sabor al chicle. Llovía a cántaros. Las otras chicas hacían corro contándose sus hijos, su soledad y sus fracasos. Hablabas con el jefe, que estaba de brazos cruzados. Le dijiste que con aquella luz roja y la jodida mezcla de sordidez y remordimientos, te sentías como si estuvieses tomando las copas con un candil en el interior de un cerdo. Me fijé en lo mucho que fumabas. Prendías un cigarrillo sin haber expulsado de la boca el humo del cigarrillo anterior. Entonces pediste un trozo de papel y vi que escribías algo en lo que la mitad de la letra era el humo del tabaco, y el resto, según te escuché decirle al jefe, "el vuelo apaisado de una bandada de cejas siguiéndole en voz baja el rabillo a la oreja de un ojo oriental". Se conoce que no te gustó lo que acabas de escribir, así que hiciste una pelotita con el papel, la arrojaste entre las colillas del cenicero y te ausentaste al baño. Al volver, tu cenicero estaba limpio y la pelotita de papel la había desplegado por curiosidad en mis manos. ¿Recuerdas aquella nota, amigo desconocido? Supongo que no. El jefe me había dicho que solías hacer anotaciones así en trocitos de papel y que a veces iban a dar a las manos de cualquier chica o directamente a la basura y que en ocasiones una cosa y la otra casi te parecía la misma cosa. Yo misma me pregunto ahora por qué tuve interés en leer un papel que tu mismo acababas de despreciar. ¿Recuerdas aquellas frases? Las dejaste en la basura del cenicero y yo metí la mano y todavía las conservo en mi poder. ¿Y sabes por qué todavía la conservo? Supongo que te parecerá una estupidez, pero la conservo porque fue como meter los dedos en la mierda del perista y encontrar un anillo a tu medida. La primera frase me apeteció tomarla como algo personal porque me pareció hermosa y triste a la vez, o porque dadas las circunstancias, aquella noche estaba tan necesitada de hablar con alguien, que no me habría importado que cualquier hombre sincero me vomitase en la boca la cena para mi hija. ¿Recuerdas aquella primera frase? Me la sé de memoria pero suelo leerla porque me gusta imaginar al final de cada frase la mano de la que viene el hilo de un pensamiento que me llenó de agradable incertidumbre y de inquietante esperanza en medio de mi terrible soledad de tantos días, y precisamente aquella noche en la que llovía tanto que, como le dijiste al jefe, la mitad del paisaje era el sediento náufrago de la otra mitad. Decías en aquella primera nota: "Incluso en un sitio como este le cabe a uno la esperanza de ser capaz de pintar un cisne mojando el pincel en la mierda de un cerdo". Nunca sabré en qué o en quien pensabas al escribir aquello, pero lo tomé como algo personal porque necesitaba sentir algo así, porque estaba sola y triste, y porque me pareció que llovía a cántaros sobre mi tumba, y también porque era la primera vez que el humo de un puñado de cigarrillos se convertía a mi vista en algo que tal vez valiese la pena leer entre dos bostezos, mientras las otras chicas se contaban como si tal cosa sus novios, sus fracasos y todas esas mentiras que se cuentan las mujeres solitarias cuando saben que, como decía otra de tus frases, "a veces la verdad solo sirve para estropear la alentadora sinceridad de una hermosa calumnia". Escribiste luego algo que redondeaste con una tachadura que lo hace ilegible, y como si entresacases un hilo de una madeja, le añadiste al borrón de algo por lo que me valió la pena comprar un brazalete en el que desde entonces lo llevo grabado: "La expresión de esa chica sentada al fondo de la barra me hace pensar que a veces la belleza ocurre chocante y cruel, como una pesadilla en la mitad de un buen sueño, como una mariposa volando en llamas por el interior de un cadáver, ...y entonces, amigo mío, entonces te fijas en alguien como ella y piensas, ¡Oh, Dios!, que esta es una de esas misteriosas ocasiones en las que jurarías haber visto entre el humo a una mujer en cuya vida incluso la muerte perteneciese al pasado". 
Fue el jefe quien me dio tu dirección. Me advirtió de que si te escribía, lo hiciese sin fe alguna en recibir contestación. No me importa que no respondas. Solo quería decirte que conservo aquel papel. Y que cuando me entra llorera y se me nublan los ojos, ¿sabes?, cuando por las cosas de la vida se me nublan los ojos y veo borroso el papel, es como si esos renglones fuesen el esqueleto del humo de aquella mariposa volando en llamas por el interior de mi cadáver". (Para "Anacrusa" y "Alasalamar", que siempre estarán entre el humo de mis cigarrillos).