jueves, 21 de marzo de 2013

El lujo - Salvador Sostres



El lujo - Salvador Sostres
PRIMERO fue quedarme sin aliento subiendo unas escaleras y luego tomarme la tensión y darme cuenta de que estaba a 10 de mínima. A mi mujer le dije 8,5 para no preocuparla, pero el que por primera vez empezó a preocuparse fui yo. Luego me pesé y, aunque por poco, pasaba de los 100. Me propuse estar un mes sin beber. Me sometí a dieta. Tomé la determinación de acudir a un gimnasio.
Durante años he pensado que no hay nada más humillante que el ejercicio físico ni cueva más siniestra que un gimnasio, pero ahora soy padre y pienso que mi hija tiene derecho, durante los años que me queden, a tener un padre, y no un espantapájaros.
«Lo barato acaba siempre saliendo caro, y en todos los sentidos de la palabra»: es el lema obsesivo de mi abuela, así que como siempre le hice caso. También entre los gimnasios, aunque parezca un oportunismo que lo diga, existe el lujo. Ársenal. Sólo hombres. Zona altísima de Barcelona. Altísima porque como no conduzco y voy andando, la ascensión es tal que forma parte de mi entrenamiento.
Acudo cada día y contento. Casi tanto como mi mujer que ve como al fin sus plegarias han sido atendidas y he decidido cuidarme. Nadar me hace sentir bien pero no es esto lo que me alegra.
Me alegra el lujo. A través del lujo todo es soportable, dulce y agradable. Cuando te alejas del lujo, te alejas de la verdad, de la pulsión más pura del sentimiento. El lujo es una categoría espiritual y nuestra más primera y vital necesidad. Luego podrás pagarlo o no podrás, pero tú ponte una camisa de Zara y te sentirás un fraude y ponte una de Armani y será como volver a casa.
Cuando nado en el Ársenal, las brazadas me parecen saludos en un cóctel de generales.
El lujo vuelve placentero lo que más te pueda disgustar, porque guardamos memoria del Paraíso y Dios nos creó con alma y la característica del alma es el lujo. Yo lo conocí de pequeño y desde entonces supe para qué tengo que levantarme cada día e ir a trabajar. Es el reto eterno de la Historia de la Humanidad.
Confía siempre en el lujo y el lujo nunca te fallará. Mi hija corre hacia mí cuando llego a casa, y ya no me cuesta tanto agacharme para cogerla en brazos. El lujo redime y salva. Pertenecemos a un mundo expectante de maravillas y milagros.