domingo, 2 de noviembre de 2014

Casas - Manuel Hidalgo

Casas - Manuel Hidalgo

SE PODRÍA hacer una foto cenital de la corrupción en España, una foto del territorio español desde las alturas, en la que se pudieran señalar las casas de los corruptos. Y ése sería el cuadro visual y sinóptico de la corrupción, no tan vagamente relacionado con la burbuja inmobiliaria.
A los corruptos los detienen en su casa, por lo general, y esa casa no es un piso o un pisazo urbano, sino, eso, una casa de varias plantas en la periferia acomodada de ciudades y pueblos. Se ve que el corrupto quiere casa -casoplón o casa mediocre con apariencia de suntuosa-, pues ése es el objeto primordial de su deseo, un castillete que confirma su acceso a un estatuto superior. Superior al de su padre.
La casa del padre (poeta Gabriel Aresti) es un elemento esencial de la cultura y la mentalidad vascas, pero, metáfora del país, representa la conservación y el respeto por el legado del trabajo y de la tradición paternos: el caserío, y su tierra, y su ganado, y su huerta.
Esto que vivimos con las casas de los corruptos es otra cosa. Nunca volveré a ser pobre, como mi padre agricultor, obrero o pueblerino, tendré otra cosa, otra casa. Otra casa que significará que nunca más volveré a pasar hambre -como dijo aquélla de la película-, que habré progresado, pero no fruto del estudio, ejerciendo como médico, biólogo, ingeniero o abogado -aspiración, con ayuda de becas, de la gente de mi generación-, sino con la trampa que se derive de mi dedicación fingida y pronta al partido y sus ideales -que me la soplan-, a las concejalías, vocalías y asesorías que me permitirán, no conservar la casa de mi padre, sino tener otra con balaustrada, jacuzzi, garaje, piscina, césped y enano de alabastro en el jardín. Y ese objetivo lo conseguiré dejando atrás la sopa y el filete honrados de mi madre, y entrando en el carrusel del restaurante de cinco tenedores, el club nocturno, la tienda de gourmet, los viajes a Cancún y las señoritas de pago, putas mayormente.
¡Qué cambio! Qué cambiazo desde los tiempos en que mejorar era acceder honradamente a un nivel de vida mejor, estudiando, trabajando y cumpliendo con ideales, para que los padres sacrificados se sintieran orgullosos del esfuerzo y la nación mejorara, y estos otros en que mejorar es traicionar la honradez y principios -todos, de cualquier signo- de padres y abuelos, e instrumentalizar los mecanismos de un partido concebido como carrera para medrar y flotar en la abundancia hortera.

Y ahí está la casa, la casa que habrá que dar cuando la detención, el embargo y la fianza. ¡Es patético!