miércoles, 12 de noviembre de 2014

China está ahí al lado - Ánxel Vence

China está ahí al lado - Ánxel Vence

Solía decirse años atrás que si los mil y tropecientos millones de chinos se pusieran de acuerdo en dar todos a la vez una patada al suelo las probabilidades de un terremoto aumentarían notabilísimamente en el mundo. Ya la han dado, aunque aquí tal vez no nos enterásemos todavía, ocupados como estamos en España por cuestiones de alcance parroquial más propias del siglo XIX que del XXI.
El gobierno de los herederos de Mao acaba de crear, efectivamente, un área de libre comercio en Asia y el Pacífico, madrugándole la idea a los Estados Unidos que también aspiraban a cortar el bacalao por allí (y por todas partes, en general). A ello hay que sumar aún el nuevo récord batido por Alibaba, multinacional china del comercio electrónico que ayer vendió en solo doce horas mercancías por valor de 6.500 millones de euros, aprovechando que en Pekín se celebraba el Día del Soltero.
No se sabe cuál de los dos asombros es mayor: si el de ver a un régimen comunista promoviendo la libre circulación de las mercancías en el planeta o el de comprobar que los chinos -antaño víctimas de la hambruna- tienen tantísimo dinero para gastar en un solo día.
Nadie lo habría sospechado hace algunas décadas, cuando los españoles dejaban caer unas monedas para los pobres chinitos en las huchas del Domingo de las Misiones, más conocido como Domund. Ahora es el Gobierno español el que pasa el cepillo para que sus colegas de la República Popular de China dejen en él donativos de miles de millones de euros destinados a comprar una parte de nuestra creciente deuda.
Sin necesidad de enviar misionero alguno, los chinos ya están aquí para ilustrarnos a estos capitalistas de medio pelo que somos los españoles sobre las ventajas del libre intercambio de mercancías. Más inspirados en las teorías de Adam Smith que en las de Mao, los nuevos gobernantes de China habían convertido ya a su país en la gran fábrica del mundo: y ahora están a punto de transformarlo también en una sociedad de consumidores.
Fácil es deducir el efecto que va a ejercer sobre el mercado la entrada de 1.360 millones de compradores con una capacidad adquisitiva que, aun siendo modesta, no para de crecer año tras año. Poco va a durar el petróleo, por ejemplo, llegado el momento en que la mitad de la población china disponga de coche. Y cuando solo una tercera parte de ella empiece a disponer de posibles para viajar al extranjero, mucho es de temer que no haya sitio suficiente en el mundo, y que las principales ciudades turísticas -tales que Venecia o Santiago- se vean obligadas a vender entradas para el acceso de los visitantes, por turno y con reserva.
Todo esto ya lo adivinó, proféticamente, el cineasta italiano Marco Bellochio en su película "La Cina é vicina" del año 1967, cuyo título traducido al castellano venía a sugerir que China está cerca, ahí al lado como quién dice, por muchos miles de kilómetros que los mapas parezcan poner de por medio.
Calladamente y con la amable discreción que les caracteriza, los chinos van copando los mercados del mundo sin más armas que las del comercio: mucho más eficaces y sin duda menos cruentas que las de la guerra tradicional de antaño. Aquí, mientras tanto, seguimos enredados en jaques y desafíos a propósito de cosas tan antiguas como la emancipación de los territorios, los reinos y los feudos. Así nos va.