jueves, 13 de noviembre de 2014

Putas de autor - David Torres

Putas de autor - David Torres

Los artistas y las putas siempre se han llevado fenomenal, hasta el punto de que más de la mitad de los cuadros de los impresionistas y buena parte de los de los cubistas están poblados de señoritas de pago. Tolouse-Lautrec les pintaba las mejillas retozonas de absenta y Picasso las desfiguraba para borrar pistas con tanto ahínco que cabría sospechar si el arte abstracto no nació, como tantas otras cosas, en un prostíbulo.
–Pablo, ésta es la Madeleine, que todavía la reconozco.
–No jodas. Voy a ponerle más cubitos
En literatura la cosa se remonta a mucho antes de la bohemia, a los epigramas de Marcial por lo menos, y de ahí a los goliardos, a Villon y a Quevedo, una tradición que desemboca en Zola, Sartre, Cela y Simenon, que era un forofo absoluto del puterío. A Carvalho, Vázquez Montalbán le echó de novia a la Charo, una puta buena y triste que esperaba la redención imposible mientras el detective tonteaba en la cocina y alimentaba el fuego de la chimenea a base de versos.
Faulkner ya advirtió que la residencia perfecta para un escritor es un lupanar, ya que por la noche y hasta altas horas de la madrugada hay juerga, hay música, hay peleas, hay extraños que entran y salen y también hay un montón de historias que un novelista con el oído atento puede aprovechar en la calma cristalina y resacosa de la mañana. Con semejante bagaje artístico y literario a sus espaldas, era lógico que por lo menos uno de los comisarios de la SGAE se dedicara a recorrer burdeles en busca del canon perdido:
–Oiga, oiga, señorita, que me parece que está usted citando a don Federico García Lorca.
–¿Quién? ¿Yo? Yo a ese señor no lo he citado en la vida.
–Pero vamos a ver, ¿no era esto una casa de citas?
Pedro Farré, verde que te quiero verde, es un estajanovista de la prostitución que se encerraba en un reservado con varios litros de champán mientras las trabajadoras del local iban pasando para que les montara una auditoría. La clientela le hacía la ola al entrar pero, con la mojigatería habitual, a este señor lo están breando por su inquietud y su curiosidad, sólo porque iba a buscar cultura en los mejores lupanares del reino. Hombre, no querrán que buscase cultura en el ministerio o en la FAES. No, Farré acudía al centro mismo de la inspiración, donde los poetas malditos huelen las rosas trémulas de la vida y los músicos huérfanos escuchan la canción de la tierra.
Algunos clientes se quejaban porque Farré los dejaba sin existencias, pero no pretenderían que se tirase doce horas con la misma señorita, que eso ya sería vicio. Es conocida la anécdota del presidente Coolidge cuando visitaba una granja de pollos con su esposa y el encargado le dijo: “Su señora me ha preguntado que cuántas veces fornica el gallo en un día y le he respondido que por lo menos veinte veces. Me ha pedido que se lo diga”. “¿Todas con la misma gallina?” preguntó el presidente. “No, no, todas distintas”. “Digáselo a la señora Coolidge”.

Eso de la profesión más antigua del mundo es un mito, porque nunca ha estado muy claro si primero vino la puta o el recaudador de impuestos. Dicho de otro modo, nunca sabremos si fue antes la gallina o el huevo.Pp