domingo, 2 de noviembre de 2014

La sopa boba - Juan José Millás

La sopa boba - Juan José Millás

Es tal la sobreabundancia de casos de corrupción que la boñiga no nos permite ver el vómito, o al revés, ahora no caigo. En el Ayuntamiento de Sevilla, por poner un ejemplo de boñiga (o de vómito), han decidido castigar con multas que irán de los 90 a los 750 euros a quienes hurguen en los contenedores de las basuras en busca de comida. Las sanciones son elevadas porque es sabido que quienes se dedican a estos menesteres son personas de clase media alta dispuestas a vivir de la sopa boba. Lo de la sopa boba es un decir: de los contenedores se extraen residuos sólidos tales como cáscaras de naranjas, huesos de pollo previamente roídos por las ratas y papeles de periódicos empapados en esa grasilla tan sabrosa resultante de limpiar la sartén. Hay pobres que se alimentan de estas hojas de la prensa, ricas en proteínas, sin darse cuenta de que, al tiempo de ingerir el aceite quemado, se tragan también la noticia de los 750 euros de multa. La sociedad actual se divide entre quienes leemos el periódico y quienes se lo comen. Tanto a los unos como a los otros nos hacen comulgar a diario con ruedas de molino.

El Ayuntamiento de Sevilla arguye en favor de su tesis que las basuras son un bien público. Sustraerlas, por tanto, aunque sea para saciar el hambre, equivale, no sé, a apropiarse de un banco del mobiliario urbano o de la bombilla de una farola. Un bien público, pues, quizás un negocio. Ignoramos quién tiene la concesión de la recogida de basuras en esa ciudad, pero nos acordamos de que en las películas de gánsteres ("Los Soprano", por poner un verbi gratia) la gestión de residuos constituye un monopolio de las mafias. Los guionistas de las series tienen mucha imaginación, pero a ninguno se le ha ocurrido que a un mendigo más pobre que a una rata se le pudieran meter 750 euros del ala por disputarle a un roedor el cartílago de un filete de pavo: la maldita realidad, que siempre lleva dos pasos de ventaja a las imaginaciones más calenturientas. La noticia, en fin, resulta tan delirante, tan asquerosa, tan sumamente corrupta, que uno la ha tenido que leer varias veces antes de escribir estas líneas, por si la hubiera soñado. Pero no, es tan cierta como el resto de los casos de corrupción que nos asuelan.