domingo, 26 de enero de 2014

Mirás - Manuel Jabois

Mirás - Manuel Jabois
A FINALES de año al periodista Nacho Mirás le serraron la cabeza y le quitaron un trozo de cerebro con su correspondiente tumor. Hubo consecuencias inmediatas, la primera de ellas una tristeza desapacible. En esa parte del lóbulo temporal derecho los médicos tocan la afectividad, el lenguaje y la memoria, contratiempos delicados para el padre Nacho y el periodista Mirás. Pero donde se notan los desajustes es en la interpretación de los olores. Nacho Mirás los reconoce individualmente con potencia de animal, pero no mezcla; ha perdido la memoria olfativa. «Toda la gama aromática que identificaba mi entorno ha ido a parar a la palangana de un quirófano y ha sido sustituida por otra diferente. Te dan unas pautas de medicación y te dicen cómo hay que hacerse las curas, pero nadie te explica cómo te tienes que adaptar a un entorno en el que, de protagonista, pasas a ser un invitado». Ha vuelto a oler a sus hijos por primera vez.
El 31 de diciembre la situación empeoró: el tumor es maligno. Cuando Nacho Mirás comenzó su serie en el blog la tituló Los días tristes creyéndola un relato sobre un colapso sufrido por estrés. Pronto acabaría, pero no acaba. Y he aquí la noticia: no ha dejado de escribir. Tras las sesiones de radio y quimio, Mirás se va al folio y narra en rabudo.com no la II Guerra Mundial sino las Árdenas desde los bosques terribles de Valonia. El proceso arroja un resultado fascinante: una escritura radiactiva. Ha acentuado el humor, que es rasgo inseparable de él, y ha tomado una cercanía a la que sus lectores nos asomamos con vértigo pues es la medida de un talento feroz para los diarios: se escribe con todo o no se escribe.

Mirás es joven, tiene pareja y dos niños. A veces parece que se está contando La vida es bella como Benigni a su hijo siendo los dos personajes a la vez: el que disimula con benevolencia y el disimulado. Pero de igual manera que separa los aromas como Grenouille, hay en su escritura un desmenuzamiento desesperado y tierno de la noticia que no transige con la corrección, sino con el oficio. Cada mañana se va discretamente a la verdad y la huele como el primer día. Somete una crónica a radiación y palia los efectos secundarios de los 150 gramos de Temozolomida; teclear disminuye la hipersensibilidad y evita la cortisona. Pocas veces un periodista de raza se ha llevado la libreta al fondo de la raza misma.