lunes, 27 de enero de 2014

El chicle - José Luis Alvite

El chicle - José Luis Alvite

Llevo treinta años en esto. Hay quien dice que el periodismo es una profesión narcotizante. O una enfermedad social. Y que cuesta curarse del periodismo. Dice mi familia que el periodismo es el defecto que más tiempo me ha durado. Mi abuelo, mi padre y mi tío fueron periodistas. Si te crías con gente así, lo normal es que sigas su camino. Aunque yo de niño quería ser monja, luego comprendí que un tipo como yo sólo podría ser monja de alterne. Y fue entonces cundo descubrí que el periodismo tiene algo de santificante y de audaz. Hay varias clases de periodismo. El periodismo económico, que lo hacen tipos trajeados y matutinos, con ese aire saludable y contenido que tienen los anestesistas del Insalud. Hay también el periodismo local, que consiste en contar las cosas de la ciudad o del pueblo al día siguiente de que las haya contado la peluquera. Están luego los reporteros de guerra, que andan por el mundo adelante y un día regresan a casa y tienen que jugarse a 'los chinos' su familia con el director de un banco. A mí me gustó siempre el periodismo de las pasiones humanas, las cosas que le ocurren a la gente cuando le van tan mal las cosas que tienen que ir a la panadería con el revólver. Siempre me gustó la gente sin nada, los tipos amargos y soñadores que sólo aspiran a que sus vómitos hagan juego con sus zapatos. Me fascinó siempre ese mundo plagado de policías, bomberos, macarras, y busconas, gente buena con mala suerte, almas malgastadas, tipos cuyas manos manchan el jabón de tocador. Con una de esas mujeres del arroyo puedes imaginar una novela en el tiempo que bailas un bolero. Conozco a muchas mujeres así. Tienen la cabeza llena de sueños, pero saben que les queda lo que a ti: fe y penicilina. Las grandes cosas del periodismo negro ocurren por la noche, en Palencia y en Chicago. La única diferencia entre un asesinato en Leganés y un asesinato en Nueva York, suele ser el chicle. Para un tipo como yo, el día empieza nada más anochecer. Es entonces cuando se abren las flores de la morgue. Me dijo de madrugada una fulana: "De día te enamoras, pero de noche, aprendes posturas".