jueves, 23 de enero de 2014

El guardaespaldas - José Luis Alvite

El guardaespaldas - José Luis Alvite

Anoche estuvo en el 'Savoy' el viejo Tony Price. Ya cumplió lo ochenta años pero conserva en su aspecto una especie de juventud freática, la remanente juventud de alguien que se hubiese cuidado mucho. Y no es cierto en absoluto. Tony Price fue uno de los tipos más descuidados que conocí. Fumó y bebió cuanto quiso. Incluso fumaba buceando en la piscina de Giacomo Belusi, el viejo gángster de Cleveland que le complicó la vida. Tony fue guardaespaldas de Belusi durante un par de años. Al principio le guardaba el cuerpo al jefe pero a los pocos meses había empezado a guardarle el cuerpo a la mujer del jefe. Ella se llamaba Minnie Galloway y se decía de ella que conocía veinticuatro maneras distintas de bostezar 'La muerte de un viajante'. Al principio Tony fue un guardaespaldas correcto. Y frío, Minnie estaba satisfecha y Giacomo Belusi no desconfiaba de aquel tipo tan frío que sólo podría tener relaciones sexuales durante la cremación. Hasta que un día el gángster de Cleveland sorprendió a Tony Price en la playa encima de su mujer. Fue un momento de gran tensión. Tony dijo que se había limitado a actuar como guardaespaldas. Belusi le pidió explicaciones. No era normal que a Minnie Galloway aquel tipo le guardase las espaldas encima de ella. Tony reaccionó como pudo. Miró a Giacomo y le dijo: "¡Vamos, señor Belusi, sólo intento defender a Minnie de las gaviotas!". Belusi se quedó un rato en silencio. Después, pronunció dos disparos. Tony estuvo tres meses en un hospital en New Jersey. Lo recordamos anoche. Tenía en la habitación un televisor de pésima calidad en cuya pantalla se cruzaban las cadenas. Era como enchufar a la red un bombo de la lotería. Una noche pasaban en un canal 'Centauros del desierto', y 'Lo que el viento se llevó', en otro canal. Tony nos juró por sus muertos que al final, en aquel pésimo televisor, se mezclaron tres cadenas y John Wayne se besó con Clark Gable y con Richard Nixon. El hospital de New Jersey era tan poco recomendable que unos meses más tarde lo reconvirtieron en fábrica de ataúdes para la guerra del Vietnam.