sábado, 30 de noviembre de 2013

El campanario - José Luis Alvite

El campanario - José Luis Alvite

Mi cuerpo presiente el verano y te echo de menos. ¡Echarte de menos! La madrugada que nos presentaron en el 'Savoy', tú mismo me dijiste: "Vamos, nena, yo sólo soy la clase de hombre al que echar de menos". Y creo que tenías razón. Me lo advirtió Ernie aprovechando que te habías ausentando para sugerirle 'el menú' al pianista. Me dijo: "Olvídalo, encanto. Ese hombre no te conviene. A nadie le conviene un tipo que tiene dos pies izquierdos". ¿Recuerdas, Al? ¿Recuerdas que hablamos del matrimonio? Bailábamos en medio de la pista, rodeados de apáticas parejas que parecían lodo. Aminoraste tus pasos. "Alguien como tú jamás debe casarse con alguien como yo. Estamos deshechos el uno para el otro, nena. Tú y yo sólo nos casaríamos para ir a medias en los gastos del divorcio". No supe encajarlo. Me parecía una falta de educación por tu parte, así que alcé la voz. Y entonces detuviste el baile: "No me gustan las mujeres que chillan al hablar, nena. Si hablas tan alto, no te oigo". Siempre supe que había otra mujer en tu vida. Tus ojos prendían al mirar. Pensabas en alguien. Noté que era como si retrocedieses al bailar. Era ayer en tus ojos, Al, lo supe en todo momento. Estaba entre tus brazos, maldita sea, pero no reparabas en mí. Tus brazos me quedaban flojos. Dios Santo, Al, en tus abrazos había otra talla de mujer. No tardé en comprender que era como si me abrazases de oídas. Conservo una carta de Ernie acerca de ti. Hay cosas en las que no estoy de acuerdo pero otras son tu vivo retrato, como cuando dice que "un tipo como él sería feliz si recordase haber olvidado a alguien, si supiese de alguien que le devolviese el correo, si una mujer le aceptase como es, un hombre triste y confuso que a solas se confiesa escribiendo sus pensamientos en el interior de un dedal. En el fondo es un tipo cabal, razonable y entregado que sólo usa las uñas de las manos para cortar las uñas de los pies". Cuánta razón tenía el viejo Ernie. Al cabo de los años comprendí que eras de esa clase de de hombre que aprendió a gritar con la boca cerrada, un templo con el campanario en el sótano.