viernes, 5 de diciembre de 2014

Los bebés de la crisis - Ánxel Vence

Los bebés de la crisis - Ánxel Vence

Crece en España e incluso en la moribunda Galicia el número de nacimientos por primera vez en muchos años, según las cuentas que acaba de echar el Instituto Nacional de Estadística sobre el semestre inaugural de 2014. La mejora en la facturación de críos supone apenas un 0,5 por ciento, pero aun así el dato resulta feliz e inquietante a la vez.
No puede sino sorprender, desde luego, el hecho de que la gente se anime a procrear ahora que las dificultades de la crisis invitan más bien a no hacerlo. Vista desde el lado bueno, la tendencia podría sugerir que estamos saliendo por fin de la recesión y, lo que es mejor, la gente se lo ha creído. Si, en cambio, vemos la botella medio vacía, bien podría ocurrir que el pueblo haya caído en la lujuria bajo el lema "Fornicad, fornicad, que el mundo se acaba", tan típico del final de los tiempos. Y de ahí ese sorprendente, si bien minúsculo, aumento en el número de partos registrados en España.
Algo así sugieren las conclusiones de la Cumbre del Clima que estos días se celebra en Perú. Constata, en efecto, la Organización Meteorológica Mundial, que el año 2014 lleva camino de convertirse en el más caluroso de los que se tiene noticia desde que se le empezó a tomar oficialmente la temperatura al planeta, allá por el año 1880. Y no solo eso. De continuar al alza los termómetros, la Península sufrirá noches de hasta cuarenta grados en el año 2050, con las excepciones -por otra parte, lógicas- de A Coruña y Pontevedra, provincias donde las temperaturas nocturnas no pasarán de los 30 grados.
Cae de cajón que con semejante calor no va a haber quién duerma: y a ese bochorno de orden climático conviene agregar aún los agobios de la crisis, la falta de empleo que sofoca a los jóvenes y la posibilidad -cada día más evidente- de que los próximos jubilados no tengan de dónde cobrar pensión.
Sumados todos estos ahogos meteorológicos y financieros, más de uno y de dos deducirán que tal vez estemos en vísperas del fin del mundo. Es en circunstancias apocalípticas como estas cuando la gente opta por apresurarse a disfrutar de los placeres que aún puedan quedarle: y quién sabe si eso explicará -o no- el inesperado aumento en la producción de bebés.
La ciencia no deja de avalar esta hipótesis. Los estudiosos del comportamiento humano sugieren, en efecto, que las parejas tienden a encamarse con mayor frecuencia en situaciones de peligro extremo, según documentan las experiencias de la población sometida a bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Cuantas más bombas caían, mayor era el número de coitos, si hemos de creer a los investigadores que se ocupan de contabilizar -quién sabe cómo- esos encuentros íntimos bajo el cañoneo.
Si tal ocurría con las modestas incursiones aéreas de entonces, nada cuesta suponer que el actual bombardeo de penurias y espantosos augurios climáticos a los que está sometida la población invite a los ciudadanos a buscar refugio en las diversiones de toda la vida. Agobiada por las angustias de un futuro cada vez más sombrío y más próximo, se diría que la gente ha encontrado en la fornicación -un entretenimiento barato y saludable- el recurso idóneo para aliviar sus penas.

Falta por saber si es ese el origen del inesperado repunte en la natalidad de España, pero tampoco están para eso los contables del Instituto de Estadística.