miércoles, 24 de julio de 2013

Yo, Leonor - María José Navarro



Yo, Leonor - María José Navarro

Se lo solté a mi madre el otro día cuando vi las fotos nuevas que se han hecho estos dos: sois el vivo reflejo de la monarquía, puro cartón piedra. Y estoy castigada, me ha dicho, hasta los 15 años. No es ninguna novedad porque yo me paso la vida penando. Tengo la lengua muy larga y, con los años, también la mano, y así me luce el pelo. Hace poco le di un collejón a mi prima Irene porque desde que está viviendo fuera me habla en inglés y bastante tengo yo con entender al abuelo para que encima me venga ésta con tontunas, y mi madre diagnosticó que tengo problemas de comportamiento. Yo. Problemas de comportamiento yo, que voy a misa en Mallorca y ni grito ni nada. Yo, que beso al obispo y ni me limpio. Yo, que no he tenido ni pizca de pelusa de esa croqueta andante, de ese sollo humano que es mi hermana. Pues nada, soy problemática, que lo sepan Vds. El caso es que vinieron mis primos los cosmopolitas porque estaban de vacaciones escolares (que a saber a qué antro de colegio van para estar a estas alturas de parranda) y propuse ir al Museo de Cera y a mi padre, que se le cae la baba conmigo, le pareció una idea estupenda, pero apareció mi madre y dijo que ni hablar. No, que nos conocemos, dijo, y me han dejado con las ganas de saber qué han puesto en el sitio que ocupaba el tito Jaime y si el tito Iñaki sigue allí, que dice Peñafiel que está la cosita muy mala. Con lo bien casadas que estaban las titas y ahora resulta que nos vamos a quedar los últimos de Filipinas, qué cosas pasan. Total, que como me enclaustraron, pillé un ordenador abierto y he visto las fotos de mis padres y he flipao en colores. Se aficionaron al Photoshop cuando me cortaron una pierna y hala, dale que te pego Perico al torno. Que yo soy partidaria del retoque, ojo, hasta donde sea necesario, empezando por mi hermana, que no cabe en el plano, pero vamos, lo de mi padre con los trajes de Mariquita Pérez es un pasote. Parece que está asomado, como cuando en las ferias metes el cabezón por un agujero y debajo hay un vestido de gitana. Aun así, lo que me ha provocado una risotada chabacana han sido las críticas de los editorialistas republicanos y modernos que temen que se pueda dar sensación de monarquía virtual. Ea, pues voy a ver si la lío parda, súbditos. Ciaooooo Me trajeron mis padres una vuvuzela de Suráfrica del primer partido de España y estoy pegando una turra importante por la Casa del Príncipe. En realidad, me la compró mi padre, que me da todos los caprichos y le saco hasta los ijares, porque si llega a ser por mi madre, lo que me trae es un diccionario zulú y voy que chuto. Está empeñada en que sea una heredera culta, ya ves tú, si yo lo que quiero es vivir del cuento y no pegar un palo al agua, o sea, lo lógico y habitual en un caso como el mío. La trajo mi padre escondida en la maleta y me ha pedido de rodillas que no la toque, que a mi madre se le puede poner un carácter como el de un schnauzer enano y para qué queremos más, pero yo veo esa trompeta y luego la oreja de mi hermana, y falto a todas mis promesas. La tengo medio sorda a la pobre. Como yo le digo: no llores, bolo humano, que el abuelo también está teniente y lo lleva de maravilla. Ahora que acaba el colegio se van a enterar, hombre, voy a estar todo el santo día pegando pitíos por los pasillos y ni castigos ni porras. Además, los labios se hinchan como dos bratwurst y me ahorro el bótox. Todo sea por gastar menos, que noto a Anasagasti preocupadísimo por los dineros que ha costado llevar a los titos, a la abuela y a estos dos a la boda en Suecia. Yo es que sigo mucho a Anasagasti porque me hace muchísima gracia. Se pone así como faltoncete con la familia y me parto la caja con toda esa atención que nos presta, que es que no tenemos otro seguidor más fiel. Deberíamos subvencionarle. O eso, o animarle a que se presente al concurso «¿Qué es un rey para ti?». El caso es que aquí ha ido todo quisqui al bodorrio menos yo, con las ganas que tengo de echarle el guante al hermano de la novia, que es guapísimo. Quería además ver de cerca a la tal Magdalena, que se la trataron de endilgar a mi padre antes de conocer a la famosa periodista que es ahora mi madre, porque dicen que es muy mona, aunque yo la veo parecida a Peggy en «Cerdada espacial» de los Teleñecos. Se lo dije al abuelo, que se quedó en tierra: que me lleven ahora que igual se acaba el chollo y nos extinguimos. Y me dio un pellizco doble. Imagino que ustedes ya se habrán dado cuenta de que en esta familia soy una mujer objeto. Se lo he dicho a mi madre, elevando un poquito la voz y levantando el dedo índice: Luego diréis que si la privacidad y que si tal y que si cual, pero llega el verano y soy un mono de feria. A mí, en realidad, no me importa salir en las portadas porque yo soy muy estrellona y además estoy pacomerme, pero lo que no soporto es que se me dosifiquen los saraos. Porque a mí no me molesta aparecer en el barco y lucir melena al viento y fondo de armario marinero, pero no hay derecho a que me chupe todas las regatas sin llorar ni nada y sin marearme, y vaya a misa sin gritar ni correr entre los bancos y luego vengan las Obama y yo me tenga que enterar por la prensa. Bien es verdad que esto pasa porque a mi padre le pilló la visita en Colombia y no pudo interceder por mi presencia en la comida que le dió el abuelo a esta gente, porque si llega a estar mi padre, me lío a berrear y vaya que si me llevan, já. Pero mi madre no tiene corazón. Le da igual ocho que ochenta y ocho y aunque me provoque hipo del llanto no cede, la muy estricta. El caso es que vino la mujer de Obama a vernos y por lo visto mide lo mismo que un pivot de la Cibona. Bendito sea Dios, qué hechuras, le he oído decir al abuelo. He estado leyendo que esta buena señora y su hija se han pegado cinco días de vacaciones a todo tren, incluido el avión presidencial, pero no seré yo la que ponga el grito en el cielo por la cuenta que nos trae a nosotros, que no estamos tampoco para dar ejemplo por esos detallitos. Pero en fin, me dejaron aparte y llevo unos días con un morro que se me puede atar con una manta, porque encima no me faltaba nada más que el regalito que nos dejaron. Unos peluches. Un peluche a mí. A mí. Eso a mi hermana, hombre, que es pequeña y oronda, pero yo ya estoy más para un brillo de labios o unas Ray-Ban Wayfarer. Pues no: un peluche. Claro, como ven en las revistas a mis padres besuqueándose románticamente, se deben pensar que todos en casa somos así de pastelosos. Y encima ahora se van de vacaciones. De vacaciones de qué, le he dicho yo a mí madre. De qué tenéis que descansar, criaturas, vamos a ver. Y me ha quitao la hucha y no me puedo comprar el Cuore. Se lo he soltado a mi padre (que con estas pataletas de su ojito derecho se viene abajo y sufre) y luego he pegado un portazo muy digna. «A mí me estáis quitando la vida. Ahora un libro sobre mi republicana madre. Qué será lo próximo que vea, eh. Que mi hermana se lía con Fran Rivera, el duro de pelar, que es ya lo que me faltaba. Pues nada, ahora voy y no duermo. O mejor, duermo y sueño y mañana estoy mala y va al colegio Rita». Pun. Portazo. Yo soy muy de portazo, ojo. Y me gustaría mucho colgar de malas maneras sin despedirme, pero a los teléfonos fijos no alcanzo sin silla y aún no me dejan tener móvil. Por qué. Pues no lo sé. Porque yo me podría retrasar perfectamente un par de horas al día con mis cosas y mis quedadas con el Ríchar, llamar a los escoltas para que estén tranquilos y aquí paz y después gloria bendita y yo a lo mío. Pues no. No puedo tener móvil aún, señores. Eso sí, me han metido ya en el colegio al sollo de mi hermana y bien que tengo que vigilarla en el recreo para que no coma bollería industrial. Que es lo que yo digo: siempre será mejor que se coma un cuerno o un canuto de chocolate a que muerda a un ser humano. Pues tampoco. Que cuide de ella que es pequeña, me dice mi padre. Ya ves tú, si es como una tuneladora, si podría descargarse el muelle del puerto de Alicante en dos viajes, la muy animal. Pues aquí me tienen. Todo con tal de no contarme lo del libro sobre mi madre, caracoles, que son capaces de mandarme interna como a Froilán, oigan. Pobre primico. Con los buenos ratos que hemos echado pegándonos patadas en las iglesias y con la de páginas que hemos dado juntos a las revistas de evasión, que dirían los finos. Pero vamos, que a mí el libro me parece una chorrada. Si hasta Peñafiel la ha defendido, que ya es para pensarse si denunciar a la editorial y al autor, por el amor de Dios. A mi madre le pasan estas cosas por tener personalidad y ser mona y por haber tenido una vida de las que se tienen normalmente antes de saber que vas a conocer a un principito, pero que no cunda el pánico, porque cuando yo llegue a su edad igual he pegado siete petardos de los mundiales aposta y me quedo más ancha que larga. Y lo mío sí sería gordo porque yo por lo visto voy para reina. Que es lo que le he dicho a mi padre. Para qué voy a ir al colegio si yo no lo necesito, que voy a ser soberana. Qué rollaco, macho. No me dejaron ver el episodio de «CSI Miami» donde salía Pau Gasol y pedí explicaciones a los sirvientes. Yo llamo así al servicio para estar insoportable y por encima, como corresponde al título, pero en cuanto se me encabritan, me pongo a llorar muchísimo, me acunan y se acaba mi reinado enano. Por qué, dije, no puedo ver a ese peazo español, prieto de carnes, saliendo en una serie extranjera y con un acento pasable, eh, vamos a ver, que me den una razón, que voy a ser la reina, concho. Pues lo que me dieron fue un azote y a la cama. Apareció mi hermana comiéndose unos torreznos con cuchara y en patatas revolconas y comprendí que lo que querían era dormirnos a ambas. A ella le dan comida para que llene ese espacio vacío, ese agujero negro, ese pozo sin fondo, y a mí, me acojonan. Ayer volví al colegio y estaba la clase que se partía la caja y yo le dije a la señorita que, o se proyectaba en filminas lo de Telecinco, o hacía unas declaraciones explosivas sobre la merienda de plátano podrido y, ojo, claudicaron, los muy mierdas, que diría Arturo, el Pérez Reverte. Me llevaron a un pupitre con un escudo, me sentaron con la espalda recta y me dijeron que Juanjo Puigcorbé se había enfadado porque no se reconocía haciendo del abuelo. Si Azcona se levantara de la tumba le daba un capón a este tío por vinagre y por mierda, también. Y por idiota, porque en sus películas estaba prohibido justificar la seriedad. Y me la pusieron la cosa, o sea, la serie. Nenita, dijo una voz, allá vamos, como el que te da la vez en el Dragon Khan. Así que acosté a mi hermana en agua salada como a un atún, me coloqué la almohada mariposa detrás del morrillo y me dispuse a seguir la historia de mis padres jamás aún nunca contada pero perpetrada. Ala mañana siguiente del desenlace, le fui a dar un beso al abuelo mientras trataba de contener la risa. A todo esto mi hermana, que come como un boxer, le pegaba un palo a la caja de Chiquilín. Noté que estaba la cosilla tirante porque nadie abría el pico y todos pasaban las hojas de los periódicos a tirones, así que, para romper el hielo, tomé la iniciativa. «Cuando yo sea mayor supongo que también podré decir “acojona”, ¿no?». De pronto oí que se corría una silla e intuí a mi madre abalanzarse sobre mí cual bala humana y me refugié en las piernas de mi padre, que, cuando me nota asustada, se viene abajo. Yo creo que me voy a divertir un montón con esto de la serie de la tele, porque de vez en cuando voy a soltar una puya, a ver cómo respira esta gente. Por ejemplo. Mucha verdura y poco toro, pero la abuela fuma como un notario. Je. Lo vamos a pasar guay. Le pediría refuerzos a mi hermana, pero no sabe hablar. Se pasa el día haciendo digestiones. Que no es manca la cuestión, porque cuando rueden mi historia tendrán que buscar a una niña esbelta y con pelazo para que me represente y a otra al contrario para ella. Hombre, también pueden contratar al mero Pancho, le ponemos unos leotardos y clavaíta. Teniendo en cuenta lo de mis tíos los perfectos, esos que viven en el extranjero, me espero cualquier cosa. Porque, vamos a ver, es que no hay actores rubios en España, por lo visto, por lo visto no quedan, no, tampoco debe de ser fácil localizar a unos niños rubios por ahí que hayan podido hacer de mis primos, no, todos color Farruquito. Pero en fin, tampoco me esperaba yo ver al presidente de la comunidad de «Aquí no hay quien viva» y ahí estaba, el buen señor, de mano derecha de la abuela. Lo mejor de todo ha sido saber y comprobar que mis padres le tiran a los aviones que da gusto, a pesar del disimulo del zumo de tomate. Que se lo he dicho a mi madre: tú mucha flexión matutina y mucho tipín y no soltabas la copa de vinazo, guapa. Resumiendo: que estoy castigada, aunque sea mi cumple. Cinco añazos. Y sin dar un espectáculo aún ni nada. Sin dar que hablar, no como otros. Ay, señor, sólo espero que esté ya muy mayor para hacer de niña Melody, la de los gorilas. Me largo, que me han dejao la versión del director.
Me ha dicho mi madre que a los Reyes hay que pedirles pocas cosas y por eso precisamente estoy escribiendo una carta larguísima y me estoy pasando quince pueblos. Para empezar y abriendo la lista, «Felipe y Letizia, la serie», pero en versión Tim Burton. Jejeje. Ains. Seguidamente, el armario entero de la Nancy Carbonero y de todas las presentadoras de deportes con novio famoso, que por lo visto se ponen las botas y empiezan a ser legión. Luego, un carro de supermercado que le sirva a mi hermana de camarera para el desayuno. Para el «sollo» de hermana que tengo he pedido un montón de cosas, ojo, que yo soy muy desprendida. El carro, un plato de torreznos, tres hogazas, panceta a cascoporro y un bono en Pronokal, porque se está poniendo que el Milán la va a cambiar por Cassano. Muy mona y todo lo que Vds quieran, pero tendrían que ver lo que me costó hacerme sitio para salir en la felicitación de Navidad, que es que ocupa la tía que ni un descargador de muelles. Yo, sin embargo, que soy una sílfide, salgo espectacular.
Empieza a preocuparme el mechón Grecian 2000, que yo creo que me lo tinta mi madre por las noches cuando estoy sopa, pero vamos, por lo demás, es que no puedo estar más tremenda. Con un poco de suerte llega pronto Pérez, se me caen los piños y dejo de tener esos colmillos crepusculeros tan alfileres, pero no me quiero obsesionar porque estoy «pa comerme».
He pedido también para el abuelo un contorno de ojos de los caros, que la otra noche le noté un poco neumático. No estuvo mal el abuelo, la verdad, aunque cada vez habla menos. Que es lo que yo le dije: a ver si para cuando me toque a mí voy a tener que mandar un telegrama, leñe. Y me ha «dao» mi madre un pellizco, porque aquí es que no se puede ser espontánea, la verdad. Que es lo que yo le digo a mi hermana. O sea, que tú puedes ser un tocino con patas y yo no puedo ser desenvuelta. Pero ella no entiende nada, la pobre, porque, de momento, sólo sabemos que traga. En fin, que han venido mis primos, esos que son todos iguales, y luego esos dos que son altos y tristes, y aquí estamos, pasando las fiestas tan ricamente. «¿Vamos a esquiar, pelotita?», me preguntó mi padre con cara de «enamorao». Odio que me lo llame, pero es Príncipe. Qué quieren. Pues un cursi, hijos míos.
Adivinen. Efectivamente: estoy castigada. Es la historia de mi vida, hijos, no hay día en el que esta gente no me monte un problema y me haga una montaña de un grano de maíz Bonduelle, que es el que devora mi hermana, la reina del carbohidrato, cada vez que el pediatra la pone a dieta. Y todo porque me pilló mi madre hablando por teléfono. «Hola, buenas. ¿Está la nadadora o ha huido despavorida dejando plantado al tito Alberto? Ah, que se lo ha pensado mejor, la pobre. Bueno, mire, que soy la rubia que sale siempre monísima al lado de los Reyes de España, la del mechón, y que sí que puedo ir a la boda, que esta gente mía es que es de un estirado y de un tiquismiquis que no hay quien la soporte. ¿Puedo llevar a mi hermana? Hombre, la ponemos boca abajo, le abrimos el sobre y sin enchufe, es un aspirador. Come bien y traga como un coche escoba. Incluso comida francesa, con lo mala que está. No. No devuelve, jamás. Otra cosa es que se ponga hasta las patas y un muslo invada otro país, avisen a la guardia fronteriza, oigan. Otro tema, mire. ¿Puedo llevar vestido sin calcetines? Es que mi madre no me deja aún, pero como ella no va, pues igual hago de mi capa un sayo. Ya. No, no, que lazo llevo, que no voy a ir como una mamarracha. Muy bien, pues entonces nada. Que le digan al tito Alberto que yo no soy rencorosa y que me da lo mismo aquella pregunta tan impertinente que hizo cuando nos iban a dar los Juegos Olímpicos porque yo, la verdad, suspendo la gimnasia. Hala, pues nada, hasta mañana si Dios quiere».
Total, que cuelgo y que noto dos ojos clavados en la nuca y era mi madre. Ya se pueden Vds. imaginar la que montó: que si un reformatorio, que si un campamento militar, que si ya no me va a pintar las uñas nunca, que se acabaron los pintalabios y que ya veremos si no me mandan interna a un colegio donde cortan el pelo nada más entrar. En fin, un dramón que no era para tanto porque me había acercado en un momento a Mónaco y habríamos quedado como unos señores. Pero nada, yo castigada y esta gente tratando de castigar al tito Alberto, con lo hermoso que está el tito Alberto y con la cantidad de ex novias que van a ir a la boda. Tú fíjate, cuando pensábamos que el tito no sólo no se iba a casar, sino que apuntaba a bata de cola. Ha venido mi padre luego a consolarme los lagrimones. Chiquitita, es que la agenda nos lo impide. Padre, más que los Grimaldi ya curráis, pero tampoco es de hernia de disco. Resumiendo: que, al final, me he «llevao» un azote.
Holaaaaaaa. Ea, pues ya estoy aquí. Después de un montón de meses castigada, amordazada, sin proporcionarme un instante de paz para contarles chismes, después de un verano infernal y de un inicio de curso que intuyo me va a condenar a un internado inglés con una estricta gobernanta en la puerta, comparezco a desahogarme, que ya no puedo más. Porque puede que Pocoyó lo flipe viendo diariamente bailar a una elefanta con mochila, pero es que lo mío no tiene nombre, españoles.
Lo mío es una ristra de sobresaltos con esta familia que Dios me ha dao, que esto es un sinvivir continuo. Porque Vds. no hacen más que quejarse y ponernos a caldo pero, ¿no les damos pena? ¿No les doy pena yo, que cargo con esta gente que no hace más que meterse en charcos y cometer penalti? ¿Les parece normal que personas que podrían vivir divinamente me tengan a salto de mata, sin poder disfrutar de mi reinito del futuro, sin permitirme soñar con mi armarito de Felipe Varela, sin tener un día en el que no se le salte a una un diente de leche? Que es lo que le he dicho yo en una carta al ratón Pérez: yo no quiero dinero, nene, lo que quiero es que me dejen tranquila, que, porque soy de metabolismo agradecido y estoy como una sílfide y la ansiedad ni me roza, pero mi hermana, con los nervios, va a ensanchar que aquello no lo remedia ni el photoshop de Terelu.
No hay derecho, oigan. Yo, este verano, ni se dónde he ido, ni si hemos estado todos juntos, si el abuelo aún nos aguanta, si la abuela ha pedido ya asilo en Harrods definitivamente o qué. Desde que el abuelo tiene chunga la pata, aquí es que no hay forma. Que si le duele sólo si está en España, que si por ahí danzando está como una rosa, que si prefiere andar sobre ascuas ardiendo antes que aguantarnos. Yo entiendo al abuelo, la verdad. Esta es la casa de tócame Roque y se van turnando para pegar petardos. Esta pareja mía de padres tiene también lo suyo, no se vayan a pensar. Se me ocurrió preguntar si era verdad lo que decía una revista sobre su crisis y para qué queremos más drama. Tres semanas sin dirigirme la palabra. Vino mi padre a advertirme que como siguiera largando por los pasillos de Palacio/Casa del Rey/ Casa Real/Casita del Príncipe/Zarzuela/ Palacio de Oriente y aledaños, mi madre, seguramente, entraría en parada cardiorespiratoria y me pilló subrayando con un rotu fosforito unos papeles de un bisnes que le quité al tito Iñaki. «Vaya tela lo de los Duques de Palma Arena», se me escapó en voz alta. Antes del infarto, a mi madre le ha dado tiempo a llamar al 11811 preguntando si quedan reformatorios abiertos.
A mí no me miren, que yo también lo he flipao. Es más, tengo seis años y creo que no hay día que no me levante sobrecogida. Y tampoco hay día que no me acueste castigada. Habrán comprobado que llevo meses callada como una muerta. En silencio. No lo hago queriendo. Voy por la vida prácticamente amordazada. A mI madre le falta nada más que llevarme interna al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. O eso o te mando de refugiada con tus primos en Washington, dice. El caso es que esta familia, queridos, es un no parar de emociones, es una fuente inagotable para los humoristas, una inspiración para el chiste fácil, un oasis contra el aburrimiento del republicano medio. ¿Cómo es posible que haya un escalón en un safari? Se lo he dicho a mi padre esta mañana: no hacía falta tampoco que el abuelo se rompiera la cadera para evitarse la pitada de la final de la Copa del Rey, que es que se os va la mano enseguida. La verdad es que se ha montado una muy gorda porque estaba el hombre cazando en Bostwana, pero yo no lo veo tan grave. Se ponen Vds. como lobos por unos elefantes de nada, cuando el que debería estar como una hidra es Juanjo Puigcorbé. Ya me contarán con qué cara llega ese hombre a la segunda temporada de la serie. O Marisa Paredes, con un personaje al que todo le pilla fuera. Hemos tenido, no obstante, mucha suerte. Nos coge lo del abuelo y el primo con el copago sanitario y se nos va el presupuesto a hacer puñetas. A los monárquicos no se lo ponemos fácil. Mecachis, con lo campechanos que somos.
Anda que se quejarán Vds. Anda que no se están pasando unos meses de risas a nuestra costa. Anda que no les damos argumentos para pasarlo pipa, so mezquinos. Eso sí, a mí me tienen más muda que a Belinda y llevo todo el verano callada como una muerta pero, ojo, posando divinamente. Se lo he dicho a mi padre. «Heredero: yo creo que me usáis, que utilizáis mi belleza para despistar. Voy a empezar a cobrar por portada y a lo mejor me abro una cuenta en Suiza». A mi madre le han salido de pronto sapos y culebras de la boca e inmediatamente me ha puesto de ejemplo a mi hermana-sollo que es muy buenina y que ya han visto Vds que está muy alta. Otra cosa diferente es que haya estilizado la pobre. La verdad es que llevamos unos meses muy entretenidos, para qué negarlo. No llegamos a lo del primo Harry en Las Vegas pero porque no nos hemos puesto a ello. Nosotros somos más de Botswana, Andorra, cosas así. Somos más de puertas para adentro, de montarla sin que nos hagan fotos ni nada. Y cuando nos las hacen, pues cogemos el coche del Vaquilla para salir de casa como el tito, o de pronto, vamos vestidos de punta a cabo de Amancio Ortega como la tita y santas pascuas, pobre gente. Ahora han montado Vds, pueblo llano, otra muy gorda con el episodio del abuelo y el chófer. Que es lo que yo le he dicho a mi padre. «Mira bien, no vaya a ser que la nueva reforma laboral admita el manotazo al empleado». Me ha dicho mi madre que estoy de reformatorio. Hartita me tienen.
Sosa. Sosa, yo. Esto ya es lo más grande. Ahora resulta que soy una sosa, según mi señora madre. Y va y lo suelta con aquello lleno de gente. Sosa. Yo, sosa. Como si ella fuera chispeante, no te fastidia. Eso por no hablar de mi padre, que tiene la gracia por castigo. He visto funerales de Estado mucho más alegres que estos dos, pero ahora resulta que soy yo la sosa. La próxima vez que me vayan a dejar suelta por el colegio, eh, lo prometo, me voy a meter el dedo en la nariz hasta que se me deje de ver el índice, hala. O mejor, voy a decirle a mi padre que me deje hablar. O me lío a decir tacos y me quedo sola. De esto a mi hermana no le puedo decir nada porque si yo soy sosa ella es directamente una esponja de baño andante, pero vamos, que la venganza va a ser de traca. Pues seré muy sosa, pero mira cómo me usan para la portada de la web, que luego no se podrá enseñar a los niños pero a mí ni me han puesto dos tomates en los ojos ni nada. Eso sí, estoy divina. Le doy un barniz a la página esa impresionante. Lo demás es un truño, desde aquí lo aviso. Y aviso también de que se van a hartar los súbditos de mi madre, los vestidos de mi madre y los recogidos de mi madre. Cumplen años y se ponen como bobas, oyes. Sosa. Sosa yo. Así como si a ellos no les viniera bien que hubiera alguien en esta familia que pecara de prudente. Estos campechanos es que son superingratos. Puag.
Acabo de llamar a La India. «Que se ponga Arístegui, oiga», he dicho muy seria al propio que ha cogido el teléfono. «Que se ponga el embajador, que soy reinita». Yo tengo mucha confianza con Gustavo y me gusta mucho la boquita que pone para hablar francés y su pelo de color jabonero. Como siempre, me ha tocado solucionar el asunto de la estampida de elefantes que se produjo nada más aterrizar el abuelo. Dicen que los vieron salir pitando sobrecogidos a esconderse en la selva y que no han pegao ojo esas criaturas en los días que ha durado la visita. La verdad es que el abuelo es muy entretenido y cada vez que sale o entra monta un pollo que tiembla la sota de oros. Ains, qué hombre este. Ahora ha soltado que como fuera de casa en ningún sitio, porque dentro está el pueblo de un triste que dan ganas de hartarse de llorar. Se lo he dicho a mi madre: eso no es así del todo, que el tito Iñaki ya se encarga de que nos riamos un montón. Me ha puesto seguidamente un rato de cara a la pared y me ha amenazado con cortarme el pelo, que sabe que es por donde me puede chinchar y hacerme rabiar un montón. De pronto, se me ha venido a la mente Magdalena la sueca, esa que decían que gustaba al personal para casarse con mi padre, y he pensado que no me puedo quejar. Ha resultado morena, frescales, y con algunos rasgos parecidos a Peggy, la cerdita teleñeca, con lo que mi hermana pesaría ahora el doble. Te digo yo que aún me tengo que dar con un canto en los dientes de leche.
Cuando tengan Vds. un ratillo libre, pueblo ingrato, háganme el favor de pasarse por una comisaría y denuncien mi desaparición. Se lo pide su futura reinita, bellezón de melena rubia a la que su familia mantiene oculta y con bozal y que se pasa las horas muertas asistiendo al crecimiento desmesurado de su hermana, esa persona que se ha empeñado en sacarme dos cabezas en cuanto me descuide gracias a un apetito que no lo iguala ni El Tenazas. Luego me pedirán que sonría en las fotos de las vacaciones hasta que se me oxiden los pendientes, pero cualquier día de estos me rebelo y saco malas notas aposta. Que me tienen muy harta. Estoy loca por que me castiguen como al primo Froilán y me manden de monitora a un campamento, con lo monísima que estaría yo de monitoría con las rodillas llenas de costras y los brazos de picaduras de mosquito. Que yo pido poco, que yo lo que pido es que acabe este secuestro y me dejen salir aunque sea con la abuela a que me piten los mineros. O que el abuelo me hubiera llevado a Marruecos, que fueron ciento y la madre y resulta que no puede ir servidora, qué casualidad. Lo que hubiera yo disfrutado con Mohamed y sus gafas de sol, que más que un rey parece La Niña de la Puebla. Pues nada, encerrada como una pantera. He leído, por cierto, que mi abuelo ha dicho que ahora va a pensar sólo en él y en lo que sea bueno para él y le he preguntado a mi madre si es que en algún momento ha dejado de hacerlo. Huelo a internado inglés que tiro para atrás.
Bueno, pues nada. Ya estamos en Mallorca. Habrán visto por las fotos que tengo las piernas tipo top model brasileña. Lo que hay al lado es mi hermana So y debajo de un sombrero está la tía Elenita. Mi look marinero es envidiable, lo sé, pero de poco me va a servir tener el tipín que luzco porque me acaba de castigar mi madre. Esta familia, de verdad, es que tiene muy poquito sentido del humor. Se me ocurrió decir que ya estaba tardando la tía Cris en llamar a Bárcenas a preguntarle qué tal se come en Suiza y a que le recomendara la caja de ahorros que regalara una vajilla con la nómina y el plazo fijo y noté los ojos de mi madre clavados como una daga en mi nuca. Aquí no se puede abrir la boca, ya ven Vds. Aquí no se puede más que poner sonrisa hasta que se le oxiden a una los pendientes y posar como si estuviera disecada. No se crean, que ya venía amenazada con no pisar la calle desde Madrid. Se me escapó una carcajada a destiempo. «Iñaki prefiere quedarse en Barcelona» decía por teléfono la abuela. Comprendo que mi risotada quizá fue un poco ordinaria y poco apropiada para mi condición, pero vamos, es que estoy esclavizada en esta casa. Cualquier día se me va la cabeza y acabo como Marta Luisa, la de Noruega, casada con un chiquilicuatre y que ahora resulta que ve ángeles y que es clarividente. A mí me pasa también. La clarividencia me está fastidiando la «juventú». A ver si se me nubla la mente y me dedico a la pamplina infantil. Hala, que me toca un rato de cara a la pared, majos.
Se quejará Vd. luego, pero he tenido menos vacaciones que un pobre de los de pedir. Estamos en un plan que cualquier día de éstos me ponen en agosto a coser balones o a vendimiar. Qué barbaridad, qué escueto todo. Se lo dije el otro día a mi padre: el abuelo se podía haber esperado veinticinco años o treinta para renunciar al barco, que es que no pensáis nada más que en vosotros, oyes. Porque este verano, en vez de estar luciendo tipo por esas aguas, con mi pelazo al viento, ya han visto que me han sacado para ir a una granja. Yo, en una granja, já. Pues eso es lo que he pisado la calle. Que encima volví de la visita llena de pellizcos de mi madre, que se empeñó en que había que enseñar dientes para las fotos. Eso sí, con esto de que me han devuelto a Los Madriles me he quitado de encima a los primos estos rubios jartibles que tengo, que estoy loca porque se larguen a Suiza y nos dejen ya tranquilos. Por cierto, en lo del pincho moruno voy con Pipe, más conocido como Froilán El Enterrador en el Pressing Catch. Poco le dio para mi gusto al otro. Además, que ni hubo sangre ni nada, o sea, que no fue para tanto. Mi hermana, por ejemplo, que se estaba poniendo como El Tenazas a palitos de merluza, ni se coscó del tema. Ahora le han mandado al pobre a Sotogrande con los pijos y con el tito Mari, pero yo creo que lo que quieren es que esté cerca de Gibraltar, por si hay que ponerse a repartir collejas. Me voy, que tengo el Tuenti ardiendo.
Ains, qué bien se está sola, así, de reinita total por los pasillos. Sin nadie que te pegue pellizcos cada vez que dices algo chisposo, sin tener unos ojos clavados siempre en la nuca. Se lo dije a mi madre el otro día: a ver si viajas más con mi padre, que estáis dando otra vez un canteo gordo con tanta libertá y tanto espacio, coño. Me cayeron tres semanas sin pisar la calle, sin el «Cuore» y sin Tuenti, pero como se han ido, estoy saltándome todo a la torera y chinchando a mi hermana todo el rato. El caso es que los tengo en Argentina desde hace unos días, con mi padre paseando ese porte que Dios le ha dado por aquellos mundos y con mi madre luciendo dientes y melenón y ausencia de lorza y mejillas pronunciadas. Porque mi madre tiene unas mejillas que cualquier día la contrata un ballenero para ir haciendo huecos entre el hielo. Antes de ponerla en el avión, le encargué que le dijera a Ana Botella que hay planchas para el pelo muy fáciles de usar, y mascarillas para las puntas abiertas, y horquillas y gominas y un sinfín de complementos capilares que ayudan a disimular los efectos del Río de la Plata en los cabellos foscos. Yo hubiera querido ir, pero he preferido empezar el colegio en condiciones. Es que el mandarín lo llevo regular. Y luego está lo de los titos. Alguien tiene que ocuparse de coger el teléfono cuando llame gente preguntando por el pisito de Pedralbes. Sí, tiene terraza-lavadero y la cocina es a butano. Puerta blindada, primeras calidades. Precio a convenir. Les dejo, que tengo taekwondo extremo.
Que risa el viernes, eh? Les voy a decir una cosa: luego se quejaránn Vds. y tal, pero no puede tener más arte esta familia. Si no fuera por nosotros, vivirían mucho más aburridos y mustios, así que ya está bien de tonterías, que somos súper entretenidos. Lo dicho, lo que me pude reir. Y eso que por la mañana no tenÌa yo la cabeza centrada. Me dijo mi padre: hoy viene Koke el del Atleti a verme pero te tienes que ir al colegio. Total, que no di pie con bola. Porque esta es otra. Mucha reinita y mucha cosa pero una no se puede quedar en su casa a ver a Koke, no. Menos mal que luego el dÌa se arregló. Menos mal que se enderezó la cosa con lo del abuelo y se me pudo cambiar el carácter. Madre mía, qué risa. Esos confidenciales diciendo que se habían activado los protocolos de seguridad, esos periodistas hablando de Houston, esa gente loca por la abdicación, esas fuentes bien informadas, esa emoción general. Oh, qué maravilla. Que día dimos, y que gracia tenemos, por favor. Se lo dije a mi padre: yo hubiera cerrado el espacio aéreo de broma, a ver qué pasaba. No gustó la idea, no entiendo por qué sobre todo a mi madre, que me tiene censurada. La otra tarde también tuvimos pollo. Vino la tita Máxima y el tito Guille y se me escapó un hay que ver que lustre, espero que aprendáis y para qué queremos más. Las primas no vinieron, una pena. Guapas no son, pero es que llegar a mi nivelazo no es fácil. Me voy, que tengo que seguir leyendo especulaciones.
Perdonen que insista: se puede estar más mona, más elegantona, más impresionante que servidora? Vds. me han visto con mi melenón y mi camisetilla marinera, visitando al abuelo? Se lo dije a mi padre: Menos mal, hijo mÌo, que me tenéis a mí, que adorno por donde paso. La otra es mi hermana, efectivamente. No está mal tampoco, pero yo soy más alta. Ella tiraba un poco al principio a caballo de picar pero se ha ido estilizando y
ahora me trata de imitar. Ya han visto que le ha salido el mechón ese tan estiloso que tengo yo en el pelazo, pero vamos, que aún le queda para igualarme. De momento va por la vida como Belinda. Muda, la pobre. Yo tengo ya, sin embargo, un discurso muy elaborado. El viernes ya pude decir unas palabras a los súbditos periodistas. Está muy bien el abuelito, solté. Y el personal babeó. Estuve a punto de añadir mirando a mi padre ‘dejame hablar’, pero mejor no removamos episodios pasados. El caso es que fuimos a ver al abuelo, que está muy gracioso con el andador. Mejor carácter no ha ‘echao’ estos días, no vayan a pensarse que el médico gallego ese que vino de América hace milagros. Le llevamos unos dibujos que nos obligó a pintar mi madre a base de pellizcos y que tuvimos que cambiar a última hora porque yo puse demasiados elefantes y parece que eso no cae bien en esta familia. Total, que todo bien. Ahora le estoy enseñando a mi hermana a decir ‘abdicar’, para que lo suelte así como de indirecta la próxima vez
que veamos al abuelo, a ver qué pasa. Jo, es que me aburro.

He llamado a los primos de Suiza. No me pregunten Vds cómo se llama cada uno de ellos porque no los distingo entre sí. Yo sé que son cuatro y uno es una nena, pero no me pidan más detalles porque yo no puedo estar a todo y menos con esa gente que son fotocopias. Bueno, el caso es que he llamado. «¿Está el primo, con perdón?». Y se ha puesto uno. No sabría decirles cuál, pero se me ha puesto al teléfono uno de los primos rubios esos. «Oyes, una cosa te voy a decir: no estéis preocupados. Aún hay esperanza. Mira Julián Muñoz, que va a estar un ratillo en la cárcel». Me ha pillado mi madre. No ha caído bien mi conversación con Ginebra, para qué nos vamos a engañar. Menudo drama. Que si me van a llevar a un internado, que si sigo así voy a acabar como Carlota de Mónaco, que si no ganan para disgustos, que si tal y Pascual. En resumen y para no aburrirles: que me he quedado sin Reyes. Me han entrado unas ganas locas de hacer un chiste con la frase pero no está el horno para bollos; así que, nada, me he peinado con el cepillo de los zapatos y me he ido a ver al abuelo, que está correteando por los pasillos a ver si vuelve pronto a los escenarios. Comer come fenomenal, así que esa preocupación parece que no hay que tenerla. Total, que lo del desfile le toca a mi padre, que en uniforme está muy agradable de ver. Le he pedido que me ponga en Neptuno, donde las autoridades, pero por si pasa Koke. Ains, qué nervios.