viernes, 19 de julio de 2013

Ya fue 18 de julio - Pedro Narváez



Ya fue 18 de julio - Pedro Narváez

Tenemos canción del verano. Las hordas militantes cocinan «La barbacoa» a las puertas de Génova antes de llegar a «El chiringuito». Anoche se inspiraban con unos chorizos a la brasa y quién sabe si a estas horas ya están para que les den morcillas. Génova con Colón acabará en el tour turístico de Madrid como la esquina del terror donde los manifestantes se van convirtiendo en fantasmas al asalto de la casa encantada. Los fantasmas creen estar vivos y sólo caen en la cuenta de su suerte cuando notan que los demás sienten el olor a podrido y los envuelven en papel de periódico. Que hayan elegido el 18 de julio no es sino un signo más de la parodia nacional que quiere dar el golpe y que asocia sin desánimo a la derecha con la caverna y el fascismo que no desemboca. Es fácil ahora y hasta legal, como acaban de fallar los tribunales, meter una escultura de Franco en la nevera. Lo difícil hubiera sido intentarlo cuando estaba vivo. Pero hay una pregunta crucial: ¿a quién le interesa la temperatura de Franco cuando nos estamos friendo en nuestro propio aceite? Cierta España ha perdido los papeles y lleva camino de ser una fotocopia de otra. Parece que todos nuestros males fluyeran de la cuadrícula de una libreta. No negaré la magnitud del escándalo convertido en espectáculo, pero cuesta aceptar la reacción carnavalesca, el rancio sabor de los entremeses que sirve la política traspasado ya el umbral de la Virgen del Carmen. Entre cabritos y cabrones con pintas, el verano invade este desierto delincuente acechado por la jauría humana que se excita con la sangre como si fuera gazpacho del masterchef. Bárcenas es ahora un perro atado con longanizas. Ya imagino a Rubalcaba hurgando con el palillo entre los dientes escupiendo lo que le sobre.