sábado, 27 de julio de 2013

A mayor velocidad, más muertos - Matías Vallés



A mayor velocidad, más muertos - Matías Vallés
El consenso humano se establece alrededor del materialismo, administrado por los sumos sacerdotes científicos. La única religión verdadera se decora a menudo de adherencias espirituales o espiritistas. La materia posee un inconveniente capital, no sabe estar quieta. Su agitación incesante arranca de las partículas subatómicas y se transmite a sus manifestaciones más evolucionadas. En una de sus variantes más cómicas, este movimiento se llama sexo.
No llevamos la velocidad en nuestros genes, sino en nuestros electrones. En cuanto ejecutamos la movilidad, competimos con otras porciones de materia. Y sobrevienen las inevitables colisiones, por la impenetrabilidad que prohíbe a dos masas la ocupación del mismo espacio. Resulta curioso que los choques de objetos, sobre todo si uno de ellos transporta seres humanos, se llamen accidentes pese a que operan en obediencia rigurosa de las leyes físicas.
La teoría de las colisiones ha sido desarrollada por el sanedrín científico en todos los estados físicos de la materia. Al margen de la intensidad de las ecuaciones, los choques se multiplican conforme aumenta el número de partículas y su velocidad. En la tragedia ferroviaria de Santiago se ha manifestado dolorosamente que el responsable último de la cifra de muertos reposa en el velocímetro, como desencadenante y como agravante de las consecuencias.
A mayor velocidad, más muertos. Cuando Airbus y Boeing empezaron a promocionar sus titanes aéreos, un filósofo sentenció que los nuevos ingenios "sólo garantizan que el próximo accidente de aviación curse con 800 fallecidos". Levantó una notable polvareda, pero se limitaba a extrapolar la teoría de colisiones que gobierna la velocidad. Paul Virilio ha poetizado las repercusiones subjetivas de la rapidez creciente del transporte, que también disloca las mentes en una confirmación de su entidad material.
La sociedad se estremece ejemplarmente ante la tragedia de Santiago, pero acepta sin derramar ni una lágrima colectiva los dos mil muertos anuales -un santiago semanal- en las colisiones de carretera. El PP identifica incluso velocidad con virilidad, y propone un levantamiento de las cifras límite que conllevará obligatoriamente un aumento del recuento de víctimas, no todas votantes populares.
La materia es insensible. El error, flagrante en las bravatas lanzadas en facebook por el maquinista del tren estrellado, consiste en pensar que el ser domina a la materia, invencible porque obedece a leyes ciegas. A toda velocidad.