sábado, 3 de abril de 2021

Ayuso madrileñea - David Torres

 Ayuso madrileñea - David Torres


A Ayuso se la veía encantada el otro día con su muñeco Funko Pop, una versión de sí misma que seguramente va a echarle una mano en estos días tan ajetreados. Últimamente, entre unas cosas y otras, Ayuso no para de trabajar y alguien pensó que necesita un doble de acción a la hora de inventar nuevos lemas de campaña y repescar fichajes de Ciudadanos. La presidenta de la Comunidad de Madrid lleva una carrera meteórica, sobre todo teniendo en cuenta que empezó en esto de la política poniendo la voz a un perro. Tal y como van las cosas, no sería raro que terminara dentro de un muñeco, como Chucky o como esas películas de terror en las que el muñeco maneja al ventrílocuo. De hecho, es posible que el Funko Pop de Ayuso sea uno de los pocos muñecos que tiene más funciones que el original.

A los politólogos lo del muñeco les parece un mensaje subliminal, ya que algunos de ellos sostienen la tesis de que Ayuso no es más que una marioneta de Miguel Angel Rodríguez, el titiritero del PP madrileño, el gurú de la comunicación que disfrazó de Cid Campeador a Aznar y de nazi al doctor Montes. Sólo a un tipo capaz de jugar a los coches de choque cuadruplicando la tasa permitida de alcohol se le ocurriría la brillante idea de llevar adelante la campaña de Ayuso mediante una proclama como "comunismo o libertad", entendiendo por comunismo la perversa alianza entre la corbata de Sánchez y la coleta de Iglesias, y por libertad la de pedir una caña y una plaza en el tanatorio. ¿Habrá mayor expresión de libertad que morirse a pleno sol, en una terraza de la capital, saboreando una cerveza y una tapa de calamares? Parafraseando a Ambrose Bierce, eso es eutanasia y no lo del doctor Montes.

Por eso, estos días en que disfrutamos de una Semana Santa a medio gas y calentamos motores para un San Isidro calentito, han cambiado la libertad por "madrileñear", que para ellos viene a ser lo mismo. Es decir, transformar la capital en una terraza gigantesca donde los madrileños puedan volver a celebrar el 2 de mayo, los franceses el 3 de mayo y el coronavirus la barra libre. La oferta cultural madrileña es tan apabullante que a Macron no le ha quedado más remedio que confinar Francia de arriba abajo durante un mes para evitar quedarse sin franceses. Es cierto que en el tema de las vacunas andamos muy retrasados, con un porcentaje inmenso de población virgen de pinchazos y montones de ancianos octogenarios que todavía siguen esperando a Godot al teléfono, pero como el retraso es general y además viene con una tapa de calamares, sea bienvenido. O bien bebido, como dice mi amigo, el cocinero Abraham García.

Ayuso prometió en su día que en Madrid se iba a vacunar día y noche, 365 días al año, pero no especificó si iba ser con Pfizer, con AstraZeneca o con San Miguel, (con Sputnik no, eso seguro). En cualquier momento, en otro alarde libertario, se extiende el permiso de implantación masiva de terrazas a los ambulatorios, para que los camareros hagan un cursillo rápido de enfermería y ayuden también con las inyecciones. Ante el mosqueo generalizado por la historia de los trombos, la farmacéutica británico-sueca ha decidido cambiar el nombre de AstraZeneca por el de Vaxzevria, un nombre casi igual difícil de pronunciar y una solución de mierda, pero en fin, no iban a llamarla Cruzcampo. A la marcha que vamos, cualquier día la propia Ayuso se pone a vacunar. Ella o el muñeco.