lunes, 4 de abril de 2022

Don Estella - Manuel Muiños

Don Estella - Manuel Muiños


Permítanme, pues no puedo por menos, dedicar esta columna al que tantos años hizo maravillas entre los columnistas de este periódico, don Alberto Estella. Nadie podrá negar la pluma grácil, culta y hábil, irónica, sarcástica y, a veces, cáustica que atrapaba a quienes caíamos en la tentación de iniciar la lectura de sus crónicas. Una pluma a veces clara, concreta y concisa, de tiralíneas, y otras cortante y tajante, cual hábil bisturí. Sin duda alguna su presencia no pasaba desapercibida, sus comentarios, pensamientos y planteamientos tampoco. No dejaba indiferente y su capacidad para provocar y generar sentimientos era más que evidente. Descanse en paz Alberto Estella Goitre y viva para siempre en el corazón y en el recuerdo de quienes pudimos conocerlo y sentirlo de cerca. Esa fue precisamente una de sus últimas peticiones poco antes de entrar en el dulce sueño que le llevaría a la vida eterna en la que creía: “Me voy tranquilo, recuérdame siempre amigo Manolo y mucho ánimo en tu labor, no olvides que la Iglesia necesita...” (la censura me impide continuar con sus palabras para no herir sensibilidades, no tengo la valentía de don Alberto). Dicho esto, amigo Alberto, los que aquí quedamos haremos lo que podamos, intentaremos mantener el listón sabiendo que no alcanzaremos tu nivel. A buen seguro echaremos de menos tus columnas, más en estos tiempos convulsos en los que con la política y la guerra tendrías temática para opinar de forma clara, elocuente, conmovedora y contundente. Porque no me negarás Alberto, que la cosa está de “echa pan y moja”. Algunos eléctricos con los combustibles y otros quemados con las eléctricas, mientras todos temblando con unos y otros, atentos a la jugada y temerosos con la incertidumbre de la que se nos puede venir encima. No está el horno para más bollos, tenemos de sobra, pero ya verás como viene algún listo y lo mejora. En fin, que entre pitos y flautas, la guerra y las otras guerras continúan y curiosamente hoy más que nunca se hace realidad, incluso yo diría que viral, aquel dicho de todos conocido: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

Sí Alberto sí, como te lo cuento, la pobreza genera riqueza para muchos desalmados, delincuentes de guante blanco. Trileros de la solidaridad que por arte de magia o de “bóbilis, bóbilis” le dan la vuelta a la tortilla y hacen negocio con el dolor y el sufrimiento humano. Bueno, que no queda otra que poner sobre el papel, en la medida de lo posible, el día a día de la vida tratando de ponernos colorados para recapacitar y recolocar lo que se pueda entre todos. No te digo más, si puedes dales un toque ahí arriba, a ver si entre todos hacemos algo. Por cierto, para mi gusto tu despedida un tanto inmerecida, me pareció poco el incienso, aunque tú no lo necesitaras. Hasta siempre.