lunes, 26 de octubre de 2020

Hasta luego a la spanish way of life - Pablo Montes

 Hasta luego a la spanish way of life - Pablo Montes

El estilo de vida español o lo que los modernos llaman ‘spanish way of life’ ha recibido un misil en su línea de flotación. Nuestra manera de entender el ocio y las relaciones personales tan envidiada en medio mundo se ha convertido en un enemigo cruel. Y eso no quiere decir que en España estemos equivocados. O que a partir de ahora tengamos que despedirnos por los restos del ‘café torero’, las cañas con la pandilla al salir del curro, el pincho de tortilla en barra, el vermú de los domingos, las opíparas cenas en la bodega de un colega o los besos y los abrazos a diestro y siniestro. Espero y deseo que solo sea un “hasta luego”. Pero eso sí, un hasta luego de verdad. No nos aferremos a un imposible y nos creamos más listos que nadie. Nos guste o no, la pandemia y esas costumbres tan arraigadas son como el agua y el aceite. Creo que ocho meses de tortura deberían ser más que suficientes para aceptarlo. Nos va la vida y la cartera en ello.

Con la experiencia acumulada, sería de obtusos seguir tomando medidas bajo un prisma español. Nuestras costumbres se tienen que amoldar a la nueva realidad y no al contrario. Es la única forma de que, por ejemplo, la hostelería sobreviva. Es demoledor decirlo así, pero durante un tiempo solo podremos ir a los bares solos o con las personas que convivamos. Ni más, ni menos. Si nos empeñamos en que sigan siendo centros sociales donde reunirnos con cuarenta y la abuela, la abuela acabará bajo tierra y el bar, con el cartel de ‘se traspasa’. Esa será la única forma de salvar a la hostelería. Porque si algo queda claro es que los bares y restaurantes no son focos de contagios por sí solos. Lo son cuando vamos a ellos con Paco, Pepe y el de la moto y nos ponemos a parlotear sin mascarilla como si no hubiera un mañana.

Después de dos días enfrascados en una absurda moción de censura, el jueves tuve claro que las palabras de Ana Oramas en el Congreso habían dado en el clavo. Somos un país fallido. Ese día, el Consejo Interterritorial de Salud no fue capaz de finalizar con una voz única para la aplicación inmediata del toque de queda. Al siguiente, el felón Pedro Sánchez nos regaló uno de sus vergonzosos discursos vacíos cuando horas antes, el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, había sido claro: “no podemos esperar ni un día más”. Se quedó incluso corto, ya que en cuestión de tres semanas el sistema sanitario va a colapsar. En ese momento no nos quedará otra que volver al dramático confinamiento de marzo. Afortunadamente el viernes Castilla y León dio una nueva lección y se anticipó con una medida necesaria e imprescindible a la que se oponen los que se aferran a la ‘spanish way of life’. ¿Por qué? Porque nuestra cultura nos dice que hay que estar a las once de la noche pululando por la calle y meternos en el ‘sobre ‘a la una. Lo siento, pero ahora no toca. El toque de queda es una herramienta vital para controlar uno de los focos principales de contagio en Salamanca: las juergas juveniles. Porque los datos siguen siendo demoledores. En el área de salud donde residen gran parte de los universitarios, San Bernardo y Oeste, la incidencia acumulada es de 131,5 casos por cada 10.000 habitantes con 271 positivos en los últimos siete días. Los que conocemos bien esa zona sabemos que la mayoría de sus residentes son personas mayores y estudiantes. Si los datos correspondieran a los primeros, ya no quedaría vivo ni el apuntador.

Con la pandemia desbocada es de necios soñar con una Navidad ‘typical spanish’. Es desalentador, pero la cena de Nochebuena tendrá que ser como una más. Pretender meter en casa a los padres, abuelos, primos y cuñados será una garantía de que el día de Reyes, el único ‘regalo’ que traerán los Magos de Oriente será el funeral de un ser querido. Así de crudo. Así de real.

Me encanta mi país y su cultura. No quiero ser un alemán o un nórdico hasta el fin de mis días. Pero ahora toca cambiarnos de chaqueta durante algún tiempo. Decirle hasta luego a una forma de vida maravillosa que debemos aparcar si queremos soñar con recuperarla.