viernes, 6 de marzo de 2015

El miilagro andaluz - José María Carrascal

El miilagro andaluz - José María Carrascal

Una subvención por aquí, otra por allá, un pellizco por este lado, una trampilla por el otro, y las cosas terminan arreglándose
CADA vez que oigo a Rajoy decir en Andalucía que va a dar trabajo a todos los andaluces muevo la cabeza. Otro tanto me ocurre con su hombre allí, Juan Manuel Moreno, al que se le nota la bisoñez. Pues se habrán fijado en que la señora que hoy la rige, doña Susana Díaz, habla de todo menos de empleo. Ella promete «defender los intereses de los andaluces», sin olvidar nunca añadir «obtenidos bajo los gobiernos socialistas». Es como se ganan allí las elecciones. Ya recuerdan: «¿En qué trabaja tu padre, niño? En el paro».
Siento cierto embarazo al hablar de esa parte de España que no conozco a fondo, habiendo en ABC quienes tan bien la conocen, Ignacio Camacho el primero. Pero ha sido precisamente su columna de ayer la que me sugirió esta, e incluso ir más lejos. Dice Ignacio que «el fraude y la deshonestidad política están amortizados en Andalucía como factores de decisión electoral». Yo añadiría: y el altísimo desempleo.
Que en Andalucía se ha impuesto un determinado régimen entendiendo por tal no sólo una forma de gobierno, sino también una forma de vida resulta irrefutable y viene avalado por la continuidad del mismo. El régimen podría calificarse de algo parecido al «estado de bienestar perfecto». El Estado y, en su representación, la Comunidad Autónoma o Junta deben proveer de todos los servicios a todos los ciudadanos, es decir, facilitarles la felicidad, no importan su clase o condición, sean asalariados o empresarios, vivan en la ciudad o en el campo, tengan un empleo o estén parados. Y, al parecer, la cosa ha funcionado perfectamente durante más de tres décadas. Sólo así se explica que, siendo Andalucía la región de España con más paro, haya sido la que menos conflictos laborales ha tenido. Pues los asaltos a los mercados y fincas con piscina de Sánchez Godillo y su sindicato de trabajadores tienen más pinta de excursión jocosa de cincuentones que de protesta de hambrientos. Desde luego, nada que ver con lo de Casas Viejas durante la República.
Pero, me preguntarán ustedes, ¿cómo se financia todo eso? Pues a base de ese bendito ingenio andaluz: una subvención por aquí, otra por allá, un pellizco por este lado, una trampilla por el otro, y las cosas terminan arreglándose. A fin de cuentas, ya dicen que Andalucía es la tierra de María Santísima. «Aquí me decía un empresario cordobés nadie tiene un duro, pero todos vivimos como millonarios». Y otro, sevillano, me explicaba con aire compungido: «Si alguien viene a pedirme unas peonadas para sacar luego unos mesecillos de subsidio del paro, ¿cómo voy a negárselas?».

De ahí que tenga mis dudas de que Rajoy y Moreno acierten con una campaña electoral que prometa el pleno empleo por aquellas tierras. Lo que los andaluces parecen querer es lo que el peregrino a Lourdes del chiste: quedarse como están. Que es lo que promete la señá Susana.