viernes, 4 de septiembre de 2020

No estamos en la fase uno Sr Igea

 No estamos en Fase 1, señor Igea - Julián Ballestero


A la vista de la escalada de contagios resulta evidente que algo había que hacer en Salamanca (y en Valladolid) para frenar los rebrotes. Había que tomar decisiones sanitarias porque el número de contagios diarios se estaba disparando (y sigue) en las dos capitales. Lo que ya no está tan claro es que la Junta haya acertado con esa batería de medidas que anunció su vicepresidente este pasado martes.

Para empezar, no estamos hablando de las dos capitales con los datos más alarmantes de España, porque Madrid está mucho peor y allí no se han tomado decisiones tan duras como las de aquí. Y para seguir, no hay ninguna seguridad de que restringir los aforos en velatorios, misas, mesas de bares, espectáculos culturales y deportivos y todo tipo de reuniones familiares o de negocios, vaya a lograr el objetivo de contener la expansión del virus. Lo que sí está meridianamente claro es que estas medidas drásticas van a suponer un golpe quizás definitivo para la hostelería y la industria cultural, que ya salieron muy tocadas de la cuarentena y el estado de alarma.

Tampoco están claros los criterios aplicados en este nuevo decálogo impuesto a Salamanca y Valladolid. En este caso tiene razón el alcalde pucelano, el siempre histriónico Óscar Puente, cuando se queja de que la Junta limite a 25 personas el público para cualquier acto en interior sin tener en cuenta si se trata de la salita de un bar o de un pabellón para cinco mil espectadores, o cuando señala la incongruencia de permitir el mismo número de niños (25) en un aula de treinta metros cuadrados que aficionados en un inmenso polideportivo. No tiene lógica. El aforo debería estar relacionado con la capacidad (es de cajón) y ligado a la exigencia de mantener las distancias. Lo demás es jarabe de palo indiscriminado y por tanto injusto.

Da la impresión de que la Consejería de Sanidad ha decidido cortar por lo sano porque se ve incapaz de taponar la gran vía de agua en el muro de contención del virus, que no es otra que la indisciplina de quienes se están saltando a la torera las normas de distancia social, mascarillas y confinamiento. Son determinados colectivos en determinados barrios los que, con una actitud absolutamente irresponsable, están haciendo caso omiso de los médicos, los rastreadores y la Policía Local, y están engrosando la lista de contagiados y expandiendo la epidemia por la capital.

Desde luego, las limitaciones de grupos y aforos aprobadas el martes por la Junta por sí mismas no van a persuadir a los infractores habituales. Los que ya respetábamos las anteriores normas nos atendremos a las nuevas, mientras los rebeldes continuarán a lo suyo.

Solo una vigilancia reforzada por los cuerpos de seguridad del Estado y un régimen sancionador inflexible, apoyado por una normativa judicialmente consistente, podrían darle un vuelco a la situación. Por cierto, que ayer mismo, ante la inacción del Gobierno de Sánchez, las Cortes de Castilla y León aprobaron un régimen sancionador contra quienes se salten la normativa, que al menos viene a paliar el ‘limbo legal’ en el que se encuentran las multas a los infractores, aunque ya veremos qué recorrido y qué eficacia tiene.

Ha habido algo de improvisación y una pizquita de desesperación en el anuncio del martes. A mayores, y como cabía prever tratándose del ‘vice’ Igea, hubo errores de comunicación de bulto. El más grave: hablar de la vuelta de Salamanca y Valladolid a la Fase 1 de infausto recuerdo. Hay una diferencia muy notoria entre lanzar el mensaje de que se endurecen las restricciones de aforo y hablar de Fase 1, que ha sido por cierto el titular de la mayoría de los grandes medios de comunicación nacionales. De nuevo, y ya van demasiadas veces, la rama sanitaria del Gobierno regional (Igea y la consejera de Sanidad) causan un daño innecesario a la reputación de Salamanca. Ya va siendo hora de que al ‘vice para todo’ alguien (el presidente Fernández Mañueco, si se atreve) le dé una colleja y le exija contención.

Una vez que el Gobierno sanchista-comunista, cansado de equivocarse a cada paso hasta convertirnos en el peor país del mundo en la gestión de la pandemia, se ha lavado las manos, los castellanos y leoneses estamos precisamente en manos de un Gobierno regional al que le encanta prohibir, mandar y aconsejar, pero que por su lado aporta muy poco. Aquí no ha habido test masivos ni cribados, ni siquiera en las zonas donde se ha producido contagio comunitario; no se han reforzado las plantillas de los hospitales, no se ha buscado una alternativa rápida y barata a las pruebas PCR como ha hecho Galicia... La Junta nos pide que denunciemos a nuestros vecinos si se saltan las normas, pero la contratación de más personal sanitario, la formación de nuevos rastreadores, la rapidez a la hora de realizar los test o la inversión en acondicionar los centros escolares, por poner unos ejemplos, brillan por su ausencia. Mucho pedir y poco dar.