domingo, 19 de mayo de 2019

A precios de Turquía - Antonio Burgos

A precios de Turquía - Antonio Burgos 

Está de moda que todo el mundo se vaya a Turquía para que le hagan un injerto capilar
Sin tantas tonterías de ahora del marketing y de los nichos de mercado, que suena a cementerio... Cuando escucho a alguien decir que se va a hacer rico con un nicho de mercado que ha descubierto, no sé si felicitarlo o mandarle una corona mortuoria para que la coloque en dicho nicho. Sin tantas tonterías, decía, de técnicas de ventas, hasta con el buen paño que en el arca se vende se ha utilizado siempre el precio bajo como gancho para atraer compradores. Cuando ponían por el verano puestos callejeros de melones bajo un cobertizo de lona, melones que eran todos de Villaconejos por la misma razón que hace de Aguinaga a todas las angulas, de Sanlúcar a todos los langostinos y de Arcade a todas las ostras, el tío que estaba al frente de la mercadotecnia melonar pregonaba:
-¡Más barato que en el mato!
Cuando Tánger era ciudad internacional, trasunto del ambiente de la película «Casablanca» y se encontraban baratísimos los tesoros de la época, que eran los relojes y las plumas estilográficas, un comerciante de Sevilla que vendía estos artículos, hasta por la radio se anunciaba con su lema, parecido al de los melones:
-Relojes y estilográficas más barato que en Tánger.
Yo creía que con las ventas por internet y la globalización de los mercados ya había pasado esto de encontrar tesoros de baratura de determinados artículos en ciertas ciudades. Que ya ningún melón era más barato que en el mato o un reloj que en Tánger. Hasta que leyendo periódicos por internet me salió casi a pantalla completa el anuncio de una clínica de algo que me imagino que será la próxima moda de saturación de mercado en la sanidad privada, tras la inflación de los gabinetes odontológicos donde parece que algunos hasta regalan los implantes y que a empastes de caries convida la casa. En el anuncio que digo, salía un señor con una bata blanca anunciando una clínica de pueblo, donde al parecer son una maravilla en la moda de los implantes capilares para los calvos o los que tienen más entradas que la Monumental de México. Vamos, como lo que anunciaba en tiempos Bertín Osborne, pero con bata blanca. Y al modo de los melones o los relojes, anunciaba el señor de la bata blanca desde su pueblerina clínica de injertos capilares: «A precios de Turquía». Óle. Está de moda que todo el mundo se vaya a Turquía para que le hagan un injerto capilar masivo y baratísimo y lo dejen con más pelo que Los Beatles cuando empezaban. Lo que me hace recordar una vieja sevillana humorística rociera: «Este año al Rocío/van tós los calvos/a pedirle a la Virgen/los pelos largos». Bueno, pues ya no se va al Rocío: ahora se va a Turquía. No sé si a usted le ha pasado como a mí, que se haya encontrado a beneficiarios de las clínicas capilares de Turquía, que defienden con ardor de conversos:
-Pues tú deberías ir a Turquía a ponerte el pelo que te falta en las entradas. Te quitarías un montón de años de encima.

Y a continuación te dan los detalles de la capilar pasión turca, que si el hotel y el viaje van incluidos en el precio, que si te recogen en el aeropuerto y no tienes que ocuparte de nada. Cuentan los que han estado últimamente que el aeropuerto de Estambul está lleno de señores con la cabeza llena como de vendas o tiritas, muchísimos de ellos españoles. Son los que han ido a Turquía a ponerse el pelo como a la Virgen del Rocío iban todos los calvos. Ahora quieren importar la moda y vencer al turco como en Lepanto, y poner aquí los implantes capilares más baratos. Mientras «a precios de Turquía» sean estas cosas del pelo, no hay que alarmarse. Lo malo es que Sánchez está poniendo las libertades y la economía «a precios de Venezuela».