jueves, 19 de mayo de 2016

Impostores - Alberto Estella

Impostores - Alberto Estella

HAY que ser audaz, un desahogado, tener los güevos cuadrados, para apropiarse indebidamente del “puedo prometer y prometo” acuñado por el periodista Fernando Ónega y estrenado con notorio éxito por Adolfo Suárez en la antevíspera de las elecciones de 1977. El frescales de Pedro Sánchez lo ha hecho. La usurpación es inaudita, golfa, estridente, porque si Suárez representa algo en la memoria colectiva es su carácter dialogante, absolutamente con todos y hasta lograr la difícil concordia. Mientras que Sánchez se niega tercamente a dialogar, no con cualquier grupúsculo o partido minoritario, sino con el partido con más votos de España en los dos últimos comicios, y en las encuestas también en los próximos, mal que le pese al socialista.
Comprenderán que para un deudor histórico de Suárez, la usurpación resulte como la comparación entre los dos personajes—, irritante, obscena. Si no me llamaran racista, diría que es como comparar a Dios con un gitano. Con la suplantación de Adolfo, Sánchez se inscribe en lalarga lista de impostores, desde la mujer que se hacía pasar por Anastasia, presunta hija del último zar, hasta el villano que sigue cobrando la pensión del familiar fallecido, falseando su firma. Algunos recordarán aquel carota que, en la trágica búsqueda de dos niños ahogados en el pantano de Santa Teresa, se hizo pasar poco menos que por Almirante de la flota, para protagonizar las operaciones. Y aún está fresco el escándalo, propiciado por el inolvidable Caldera —cuanto le añoro, que como director de la Fundación socialista “Meas” estuvo pagando a tres mil euros por columna (algo menos de lo que a mí me pagan) a una supuesta Amy Martin, que ¡era el director de la institución!, Carlos Muías, encubierto por su esposa y testaferro Irene Zoé.
La desvergüenza y los faroles de Sánchez solo son comparables a la impostura de Pablo Iglesias. Aquel preparando un futuro gobierno, con un pronóstico de menos de noventa diputados sobre 350; y el coleta de Podemos, que es sencillamente comunista —como ha recordado recientemente con Anguita, entre abrazos y sollozos—, pero lleva años disfrazado de so-cialdemócrata norte europeo, que hace falta tener morro, tablas y tesón. Evocar al dialogante Suárez para prometer diálogo, cuando se encajona en un lazareto político de presuntos infectados, a siete millones y medio de españoles, es sencillamente una indecencia.

Evocar al dialogante Suárez para prometer diálogo, cuando se encajona en un lazareto político de presuntos infectados, a siete millones y medio de españoles, es sencillamente una indecencia