martes, 14 de junio de 2022

Trabajar con las manos - Juan Fernández-Miranda

 Trabajar con las manos - Juan Fernández-Miranda


«Das una patada a una piedra y encuentras veinte licenciados

Conviene escuchar a la gente que sabe, y mi amigo Artu me lo explicó con esa mirada que nace de un corazón embridado y de unos pies sobre la tierra: «En España nadie quiere trabajar con las manos». Sabe de lo que habla, porque su despertador suena todos los días antes del amanecer y cada noche llega a casa muy pasada la caída del sol, sobre todo en invierno. «Las vacas y los cerdos comen todos los días, y aquí nadie quiere mancharse las manos». Todos los días, me insistió, también el de la Virgen.

También con la leche, la carne, el jamón y el chorizo, y tantas otras cosas. Y los pocos que sí están dispuestos a currar con las manos, la mayoría inmigrantes, exigen porque saben que están en condiciones de exigir. «Tenemos que asumir que das una patada a una piedra y encuentras veinte abogados y otros veinte contables, pero gente que trabaje con las manos, que esté dispuesta a levantarse a las cuatro de la mañana y mancharse con la sangre de los cerdos, no hay ni uno. Y que sepan hacerlo».

Mi amigo Artu sabe lo que es ganarse la vida y trabajar de sol a sol. Lo que le duele no es trabajar, lo que le duele es no poder desear para sus hijas lo que su padre deseó para él. Lo que le duele es no entender porqué un país que ha crecido tanto en el último medio siglo se está olvidando de sí mismo y está dando a la espalda a sus orígenes.

Y concluye que como país tenemos que estar preparados para que un empleado de fábrica o un panadero triplique el sueldo de licenciados universitarios. Es la ley de la oferta y la demanda, aunque España lleve demasiado tiempo instalada en lo que en los noventa se llamaba titulitis. Ahora, el problema está en la penalización del esfuerzo. Tendemos a confundir esfuerzo con dignidad, y son conceptos distintos.

Mi amigo Artu no sabe cuál es la solución, pero advierte del problema. Si queremos tener el pan en la mesa, hacen falta panaderos. Y habrá que pagar bien.