miércoles, 21 de agosto de 2019

Meteorismo - Alberto Estella

Meteorismo - Alberto Estella

En tema tan prosaico, escatológico, me sirvo de Bécquer: “Los suspiros son aire y van al aire. / Las lágrimas son agua y van al mar”. / Dime, lector, cuando echas un cuesco, ¿sabes tú dónde va? Va a la atmósfera, es gas que contamina, y coopera al cambio climático. Bueno, pues los vegetarianos, veganos y algunos científicos, sostienen que las ventosidades de las vacas causan un impacto del diez por ciento y hay que dejar de comer carne de vacuno, eliminar los establos... Reflexiono a propósito de la noticia, comentada el lunes por Paco Novelty en su columna “Los pedos de nuestras vacas”. Hizo una excelente defensa de la cabaña charra de régimen extensivo, la que carea al aire libre, morucha y otras razas.
El final de la historia es que los descendientes de los neandertales colaboremos no comiendo carne de vacuno. Me niego. No la comía en cuaresma, ni comprando la Bula, pero si hay algo que me apasiona es la carne, y privado de la humana por razones obvias, me apunto a masticar la de buey. Pienso seguir yendo al “Racha”, de Endrinal de la Sierra, donde el amigo Pepe la tiene inmejorable. Comprendo que uno de esos mastodontes de mil kilos que alimenta y sacrifica, haya echado en su larga vida muchos gases por el principio y el fin de su tubo digestivo, pero no creo que eso dañe a nada ni nadie, su carne es tentadora y uno es carnívoro.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Si se escapa una pluma, pidamos perdón. Pero el flato, aunque molesta une, al decir de Quevedo: “Hasta que dos no se han peído en la cama no se tiene por aposentado el amancebamiento”. Los cuescos hieden, pero también divierten y si no que se lo pregunten a los que los dedican ruidosamente como gracieta; a los que queman al “hombre que sale dando voces entre dos piedras feroces”, con peligro de abrasar su retambufa; y al compañero de mili de Cachichi que, regulando sutilmente el esfínter, como instrumento de viento, entonaba los primeros compases -solo los primeros -, de “El gato montés”. Dejemos en paz a las vacas, terneros y bueyes. Porque luego vendrán a por los voluminosos elefantes, las caballerías...y los pedorros.