lunes, 10 de junio de 2019

Dos no pactan si uno no quiere - Julián Ballestero

Dos no pactan si uno no quiere - Julián Ballestero

Dicen que dos no se pelean si uno no quiere, pero a veces la riña resulta inevitable si una de las partes se comporta como un auténtico camorrista y el único pacto que entiende es la sumisión a sus postulados. En Donald Trump tenemos un ejemplo en todos los frentes en los que negocia. En cambio, la máxima que sí se cumple a rajatabla en todos los casos es otra: dos no llegan a un acuerdo si uno no quiere. Cuando una de las partes está empeñada en romper las conversaciones, el pacto resulta imposible.
Tenemos aquí cerca una confirmación evidente de esa segunda norma en la actitud de Francisco Igea en la negociación con Alfonso Fernández Mañueco. El líder de Ciudadanos no tiene ninguna intención de llegar a una alianza para gobernar Castilla y León con el candidato del PP, y no lo hará a no ser que le obliguen desde la dirección nacional del partido.
Tras las buenas sensaciones del encuentro entre populares y naranjas del pasado martes, en el que Igea compareció tutelado por José María Espejo, el enviado de Albert Rivera, han llegado los signos evidentes de que el candidato de Ciudadanos está dispuesto a dinamitar las negociaciones sin esperar ni siquiera a detectar la mínima discrepancia.
Para romper cuanto antes el diálogo, el líder de Ciudadanos planteó el miércoles el veto a los alcaldes y presidentes de diputación del PP que lleven ocho años o más en el cargo. Y por si acaso a Mañueco se le ocurría aceptar ese trágala, en principio inaceptable porque supondría manipular el sentido del voto de los castellanos y leoneses, acaba de añadir la prohibición de repetir en el puesto a todos los altos cargos de la Junta, desde director general a consejero y presidente. Una demanda que la formación de Rivera no ha planteado en ninguna otra comunidad autónoma ni ayuntamiento. En Andalucía, donde pactó con Susana Díaz en 2015, pidió que se firmase un vago compromiso de limitar los mandatos de los presidentes de la Comunidad (punto 13 del apartado de regeneración democrática entre las 70 medidas firmadas en junio de ese año).
Pero las intenciones de Igea quedaron todavía más claras ayer, cuando, sin esperar respuesta del PP a sus postulados, anunció que iniciará de inmediato los contactos con el socialista Luis Tudanca, su verdadero ‘compadre’ en Castilla y León, que ‘casualmente’ le había mandado unas horas antes una misiva pidiéndole una reunión urgente.
Eso sí, pedirá antes permiso a Rivera, y ahí puede que encalle este primer intento de romper la baraja, porque en Madrid saben de las querencias de Igea y necesitarán pruebas de que no es posible avanzar en el pacto con los populares antes de romper.
Mientras tanto, en el PP regional mantienen una calma tensa y las únicas reacciones oficiales a los requerimientos han ido desde la valoración positiva del ambiente de colaboración entre ambos partidos (Carlos Carriedo) a la invitación de dejar cuestiones personales y centrarse en el programa (fuentes de Génova).
Ha sido más duro con Igea el alcalde socialista de Soria, Carlos Martínez, que se vería afectado por ese posible veto de los ocho años si hay acuerdo PSOE-Cs y que el viernes echaba en cara al candidato naranja que se centrara tanto en limitar mandatos a los que ganan elecciones y no a los que las pierden, y le sugería que le aplicase la norma a su líder nacional, Albert Rivera, que ya lleva unas cuantas derrotas electorales.
En cualquier caso, sería muy injusto que Cs obligase a echarse a un lado a Carlos Martínez, un alcalde querido por los sorianos y que ha revalidado su mayoría absoluta.

Pero dudo que Igea le plantee a Tudanca las mismas exigencias que a Mañueco, pese a las profundas discrepancias ideológicas y de programa que separan a los naranjas de los socialistas. Por ejemplo: en su respuesta a la ‘amable invitación’ del candidato socialista, se le ha olvidado recordarle que debe renunciar al sanchismo y apoyar el artículo 155. Un despiste, oiga.