Cuando caían a domingo los lunes - José Luis Alvite
Seguramente era amor aquella sensación de que tus labios no daban abasto en los suyos y el placer inefable de compartir como un manjar la sangre del cepillo de dientes. Os parecía muy lejos el tiempo de la decepción. Todo aparentaba fresco y la mitad de las cosas buenas estaban aún por venir. Un tipo me dijo que estaba tan enamorado que, para no perder un instante de vista a su chica, aprendió a estornudar con los ojos abiertos. "Cuando eres feliz, muchacho, incluso caen a domingo los lunes", le escuché en una ocasión. Todo era tan agradable entonces, cuando nos amábamos, encanto, que incluso los muertos parecían pensativas criaturas propensas a vivir. El amor era algo inesperado y sorprendente, tranquilizador y misterioso, como encontrar un rastro de rocío cavando el pecho de un cadáver quemado. Estabais lejos de pensar que llegaría el día terrible en el que con el silencio os engordaría la lengua. Os corría prisa la calma del amor, muchacho, y vivíais todo de la manera tan apurada como vivirían dos personas que se hubiesen enamorado entre las llamas en una escalera de incendios. "¿Sabes, nena, que a mi mano con las caricias se le contagió la letra de la tuya?". Un día le juraste llevarla a disfrutar la literaria tristeza de Venecia, "esa ciudad en la que los jardineros podan juntas la bruma y las palomas". Se lo dije de madrugada a Marta en "Corzo": "Me gustan esas baladas que te enfrían los pies al bailar". Ella no dijo nada. Le hizo sitio a su cara en mi mejilla y dejé que se maltease en su melena la trigueña luz de las tulipas. No ocurrió nada que nos levantase los pies del suelo, pero recordé lo que años atrás me había dicho una mujer: "No sabría decirte lo que siento, pero creo que me invade esa extraña sensación de narcótica belleza y de peligro que imaginas que te invadiría si sorbieses por la cuchara del consomé el escabroso vino de los obreros". Fue hace años, ya te digo, una madrugada en "Corzo", olvidando la vida al tacto entre la tullería del baile. No creo que aquello fuese exactamente amor. No lo recuerdo así al menos. Creo que fue algo a la vez feliz y desagradable, como ir de viaje al paraíso a rebufo del coche fúnebre. Ya se sabe cómo son las cosas durante la jodida madrugada. Supones que se trata de amor y en realidad sólo habéis alcanzado ese instante de falsa y lacónica felicidad que sobreviene por regar con ginebra las flores...No sabría decir cual fue la última vez que creí sentir la confusa sensación del amor. A veces bailo una de esas baladas con las que enfriar los pies, pero ya no siento lo que sentía. El caso es que se te va echando la muerte encima y ya casi ni recuerdas los días lejanos, cuando todavía estaban en obras el aire de las palomas y el cuerpo de las niñas... (A Susana Pose).