sábado, 28 de febrero de 2015

¡Habla en andaluz! - Antonio Burgos

¡Habla en andaluz! - Antonio Burgos

La Junta es como un Vaticano que no creyera en Dios
Hoy es Día de Andalucía. Una fiesta muy extraña. No sé qué tenemos que celebrar de Andalucía, y mucho menos de su autonomía, si sólo nos ha servido para que un partido perpetuara con democracia un Régimen, como antes sufrimos el de la dictadura, y que la gente siga votando a los probadamente corruptos "porque son los nuestros". Y para que tengamos el 30 por ciento de paro. Y para que hayan creado el mayor, más costoso y prescindible aparato burocrático para colocar enchufados. ¿Sigo? La autonomía no sólo no nos ha sacado del subdesarrollo, sino que ha ahondado las diferencias con otras regiones de España, punto en el cual me acuso, padre, de haber escrito cuando la dictadura de Franco (que es cuando tenía mérito), aquel esperanzado "Andalucía, ¿Tercer Mundo?". Les descubrí nuestra tierra a todos estos que ahora viven de ella sin sentirla. La Junta es como un Vaticano que no creyera en Dios. El símbolo puede ser la charlotada de Manuel Pezzi el otro día en su poltrona del Congreso. Ese no tiene escaño: tiene poltrona, y desde hace una jartá de tiempo. Desde que Escuredo, por el procedimiento del tirón, le arrebató la bandera de Andalucía a Rojas Marcos, cual el ratero que le quita el bolso a una turista. Pezzi se envolvió en la bandera de Andalucía...
-- ¡Adiós, Marianita Pineda!
No, no suelten la carcajada: es para llorar. Pezzi se envolvió en la que ahora, ante los ojos de España, es la bandera de los ERE; la bandera de los mangones de las mariscadas; la bandera de los que se quedan con el dinero de los parados y para qué seguir contando tristes realidades. Pero Pezzi, como tantos de su calaña, vive de esa bandera. Ergo Pezzi no se envolvió en la bandera de Andalucía: Pezzi se puso su uniforme de trabajo. Estos han encontrado trabajo en vivir de Andalucía.
Y lo más triste, las recordadas y rotas esperanzas de todo un pueblo puesto en pie. Yo me acuerdo de aquella mañana del 4 de diciembre de 1977, cuando mi hijo Fernando y otros chavales llevaban la bandera de Blas Infante. Aquel día de diciembre, en el que sigue muriendo un malagueño en el inolvidable pasodoble de la comparsa "Raza Mora", los andaluces hasta nos inventamos un himno. Era una sevillana. La había escrito Aurelio Verde y le había puesto música José Manuel Moya. La cantaban Los Romeros de la Puebla, ahora olvidados en el reparto de Medallas del 28-F. Era "Viva mi Andalucía, viva mi pueblo". Y de Cádiz a Almería, como en la copla de La Lirio, todo un pueblo cantó: "Andalucía, guapa,/mujer morena,/despierta, que eres libre/de tus cadenas". ¿Libre de tus cadenas? Nos hemos echado nuevas cadenas. Entre otras, la que decía el otro día Paco Robles, la peor: la costosa y entrampada cadena autonómica de TV, el lamentable Canal Sur, No-Do del Régimen.
Aquel 4 de diciembre terminó con discursos desde el balcón principal del Ayuntamiento. Me he acordado de aquello porque hoy es sábado y toca habla andaluza. Uno de los oradores en aquel balcón de la Plaza Nueva para pedir la autonomía fue Alfonso Guerra. Pero rompió a hablar en madrileñí: fissssno, con todasss lasss esessss. Y un guasón le gritó desde el gentío:
-- ¡Habla en andaluz!

Hasta aquella esperanza han defraudado: el orgullo del habla andaluza. Fue papel mojado la defensa y promoción del habla andaluza a que obligaba el primitivo Estatuto. Y lo sigue siendo el punto 4 del artículo 10 del vigente Estatuto a la catalana que tenemos, que señala como objetivo de la Junta "la defensa, promoción, estudio y prestigio de la modalidad lingüística andaluza en todas sus variedades". Lo diremos en el andaluz que no defienden porque no creen en la tierra de la viven: ¡Enseguóa va a defender la Junta el habla andaluza! Eso lo tenemos que hacer nosotros, aquí, los sábados y sin trincá, como decía El Beni. ¿Saben por qué? Pues porque a pesar de todos estos pesares seguimos queriendo a aquella imposible novia guapa, mujer morena, a la que Aurelio Verde le dedicó aquel piropo tan sentido que cantó aquella mañana todo un pueblo lleno, ay, ayayay, de esperanzas.

La mujer como negocio - Ángela Vallvey

La mujer como negocio - Ángela Vallvey

El cuerpo de las mujeres está sometido a tantas presiones comerciales que lo raro es que sus usuarias consigan mantener la cordura a partir de los doce años. Las órdenes que recibe la mujer para ser esto y lo otro son demasiadas, contradictorias y de imposible cumplimento. Desde una coacción abusiva para llevar el mismo peinado insostenible que Kim Jong-un, a la moda del «thigh gap», agujero entre los muslos que, de no existir, los dictadores del cuerpo femenino juran que denota gordura, aunque una mida 1,75 y pese 30 kgs... El «bikini bridge» es otro mandamiento-pollada que obliga a las mujeres a entrar en pánico si la braga de su bikini no deja un hueco, entre cadera y cadera, suficiente para alojar a un «hooker» de rugby americano, con su balón y todo.

La última moda-chorra recién llegada de no se sabe dónde, decreta y manda que el Monte de Venus femenino tiene que ser más plano que el encefalograma de quien ha ideado tal patraña. O sea, que las partes pudendas femeninas deben dejar de tener la suave protuberancia que dio origen a su denominación sensualmente geográfica de «monte» para aspirar a la engañifa del «erial». Como si un yermo pudiera ser ideal de nada. Como si una «tábula rasa» pergeñada en quirófano pudiese sustituir a la emoción de escalar remolonamente la cuesta que conduce al amor, al origen del mundo. Dicen los gurús que mandan sobre la incertidumbre y las dudas femeninas, que hay que operarse el Monte de Venus para dejarlo romo y chato, «chuchurrío». Lo juran los expertos en fabricar complejos para las mujeres, las mismas mujeres que aún cobran por su trabajo menos que los hombres.

Aunque, como dice mi amiga Marilarva (famosa artista regional): «¡Pues peor es lo mío, que cobro menos que las mujeres!»...

Cinco consejos para ser feliz - Enrique Rojas

Cinco consejos para ser feliz - Enrique Rojas

«La felicidad consiste en haber conseguido lo que deseabas. Estar contento con uno mismo al comprobar que hay una buena relación entre lo que tú has deseado y lo que has conseguido. Es un estado de ánimo positivo al darte cuenta de que has hecho el mayor
LA felicidad se puede decir de muchas maneras. Es un tema casi interminable. La felicidad consiste en hacer algo que merezca la pena con la propia vida, algo grande, pero cada uno dentro de sus posibilidades y puntos de partida. Y con los pies en la tierra. Para Sócrates la felicidad estaba en conocerse a sí mismo. Para Platón, en el amor. Para Aristóteles, en la búsqueda de la verdad. Epicuro, en el vivir bien, en el placer. Séneca, en el siglo I de nuestra era, la ve en la práctica de la virtud. Los eclécticos pensaban que la felicidad consistía en un sumatorio de cosas y hechos. Durante el siglo XX la bibliografía sobre este tema proliferó de forma exponencial. De hecho, algunos psicólogos empíricos la han medido, según diferentes escalas de conducta basadas en modelos diversos, como es el caso de Argyle, profesor de la Universidad de Oxford.

NIETO
Voy a trazar cinco sugerencias sobre una cuestión tan decisiva y que constituye la vocación natural del ser humano, a pesar de que realmente es complicado aproximarse a ella.
Primer consejo: ser capaz de cerrar las heridas delpasado. Dicho de otra manera: necesitamos reconciliarnos con nuestro pasado. Superar traumas, sinsabores, impactos psicológicos y esas colecciones de vivencias negativas que se almacenan en cualquier biografía: una persona bien armada es aquella que vive instalada en el presente y lo saborea y le saca partido; ha sido capaz de superar todas las experiencias dolorosas del pasado, con todo lo que eso significa; y vive fundamentalmente centrada y abierta hacia el futuro. Los psiquiatras sabemos lo importante que es esto. Lo he dicho de otro modo: la felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. Nosotros hacemos la cirugía estética del pasado: vamos de excursión con nuestros pacientes para ayudarles en este sentido. ¿Por qué es necesario hacer esto? Porque si no se corre el riesgo, cuando uno ha sufrido mucho de aquí y de allá, de convertirse en alguien agrio, amargado, resentido, dolido y echado a perder. La palabra resentimiento significa sentirse dolido y no olvidar. Y por ese vericueto uno se desliza por una rampa que termina en convertirle en neurótico: lleno de efectos nocivos que no se han cerrado, conflictos no resueltos que antes o después asoman y dañan y deterioran nuestra forma de ser. El rencor te deteriora por dentro. El que alienta traiciones las hace. La felicidad es el sufrimiento superado.
Segundo consejo: aprender a tener una visión positiva de la vida. De uno mismo y de nuestro entorno. El optimismo es una forma sana de captar la realidad. Y requiere una cierta educación de la mirada para detenerse más en lo positivo que en lo negativo. Es sorprendente y misterioso cómo que hay personas que son inmunes al desánimo y que se crecen ante las dificultades y otras que se derrumban ante contratiempos y reveses de escasa envergadura. ¿Se nace optimista? ¿Puede un pesimista dejar de serlo? La clave está es un esfuerzo psicológico, un trabajo de artesanía personal, mediante el cual vamos siendo capaces de descubrir siempre la dimensión mejor de la realidad, ese segmento que se esconde en el fondo de los hechos y que tiene unas notas positivas. Alexander Solchenitzchen, premio Nobel de Literatura, pasó muchos años recluido por los comunistas en Siberia y allí escribió Archipiélago Gulag, y cuenta a posteriori que fueron los años más decisivos de su vida y que no los cambiaría por nada. Vaclav Havel, que luego sería primer ministro de Chequia, estuvo muchas veces en la cárcel luchando contra el comunismo de su país y, en su libro Cartasa Olga (su mujer), escrito desde la prisión, habla de que está contento por luchar por la libertad de su nación. Otro ejemplo: Boris Cyrulnik, judío sefardita francés, que escapó del campo de exterminio de Auschwitz, escapándose por debajo de la verja, con unos cinco años, y que había visto morir a sus padres y dos hermanos en la cámara de gas, cuenta en algunos de sus libros que los primeros tiempos tras su escapada estaban llenos de positividad: lo acogieron en una familia, empezó a ir a la escuela, tenía amigos y le hablaron de Dios. Él fue uno de los fundadores de la corriente psicológica llamada resiliencia: aprender a soportar situaciones adversas te hace fuerte, sólido, resistente, y te educa para sacar lo mejor de ti (si no se cuela dentro de tu persona el resentimiento, el gran enemigo). Dice este autor que una infancia muy negativa no tiene por qué determinar una edad adulta neurótica. La resiliencia nos habla de la capacidad para sacar fuerzas de una experiencia traumática y darle la vuelta y así ser capaz de crecer como ser humano. Todo un arte. Sin llegar a extremos como los que he mencionado, en lo que quiero insistir aquí es en que ser optimistas es un modo valioso de captar la realidad, a pesar de los pesares.
El tercer consejo es: tener una voluntad de hierro. Fuerte, rocosa, como las raíces de un olivo centenario. La psicología moderna considera que es más importante la voluntad que la inteligencia. Y esa necesita ser educada desde los primeros años de la vida. Una persona con voluntad consigue que sus sueños se hagan realidad. Llega en la vida más lejos que una persona inteligente. Y, por el contrario, una persona sin voluntad o con una voluntad débil, frágil, endeble, está siempre a merced de sus caprichos, pendiente de la filosofía del me apetece e incapaz de renunciar, de negarse, de aplazar el gusto por algo concreto que en ese momento aparece delante de él. Uno de los indicadores más claros de madurez de la personalidad es este: teneruna voluntad bien educada, que no hace lo que le pide el cuerpo, sino lo que es mejor para uno mismo. La voluntad es la joya de la corona de la conducta. Con la voluntad fuerte somos enanos a hombros de los gigantes.
El cuarto consejo es tener un buen equilibrio entre corazón y cabeza. Los dos grandes componentes de nuestra psicología son el mundo de los sentimientos y el de la razón. Ni demasiado sensibles, rozando la susceptibilidad, ni excesivamente fríos y racionales. La clave es buscar esa ecuación bien armonizada. Decía Pascal que «el corazón tiene razones que la razón desconoce». Nuestro primer contacto con la realidad es emocional: me gusta esta persona, me cae bien, me agrada este ambiente… Amor e inteligencia deben forman un binomio bien armado. Tener una afectividad sana significa mover bien los hilos de las relaciones con los demás, cargándolas de sentimientos verdaderos, sin doblez, descubriendo que lo afectivo es lo efectivo. Y a la vez, saber utilizar bien los instrumentos de la razón: la lógica, el análisis, la síntesis y el discernimiento. Ser capaces de respirar por estos dos pulmones. Los padres tenemos aquí un papel central: educar es convertir a alguien en persona.
El quinto consejo para ser feliz es tener un proyecto de vida coherente y realista. Que mire hacia el futuro. Trabajar con detalle sus cuatro grandes argumentos: amor, trabajo, cultura y amistad. Cada uno de ellos se abre en abanico. En el atardecer de nuestra vida se dibujan sus siluetas, regalándonos un sabor especial de haber sido capaces de luchar por sacar adelante esta
tetralogía contra viento y marea. El amor debe ser el motor esencial de la vida. El amor por el trabajo bien hecho produce una satisfacción interior formidable. Amor y trabajo conjugan el verbo serfeliz. La cultura es libertad y plenitud y nos ayuda a entender la existencia, en medio del caos y el bombardeo de tantas noticias de aquí y de allá. La amistad es uno de los platos fuertes en el banquete de la vida: afinidad, donación y confidencia.

La felicidad consiste en haber conseguido lo que deseabas. Estar contento con uno mismo al comprobar que hay una buena relación entre lo que tú has deseado y lo que has conseguido. Es un estado de ánimo positivo al darte cuenta de que has hecho el mayor bien posible y el menor mal consciente.

viernes, 27 de febrero de 2015

Las cuatro Españas - Raúl del Pozo

Las cuatro Españas - Raúl del Pozo

Cuenta Eduardo Martínez Rico en su novela Fernando el Católico que el príncipe modelo de Maquiavelo vivió los últimos instantes obsesionado. Tomaba hierbas y criadillas de toro para enderezar la verga y embarazar a la bella Germana de Foix, guapa de cara, de 18 años y de anchas caderas. Estaba al borde de la muerte y temía que sin un descendiente los reinos de España volvieran a desbaratarse. El viudo de Isabel, su santa esposa, y la España única fueron enterrados juntos en la capilla de Granada con el siguiente epitafio: «Expulsaron la secta mahometana. Aniquilaron la falsedad herética». Antes de los Reyes Católicos, otros monarcas habían convivido con las tres culturas. En el sarcófago de Fernando III el Santo, en Sevilla, hay una inscripción en cuatro idiomas; y tantos siglos después vuelve a hablarse, otra vez en cuatro idiomas: el de Mariano, el de Pedro, el de Albert y el de Pablo. Mejor cuatro Españas que cuatro generales a los que la gente cantaba: «Los cuatro generales, mamita mía, que se han alzado/ para la Nochebuena, mamita mía, serán ahorcados».
Cuatro idiomas políticos y todos bajo la confusión de lenguas y el pesimismo crónico. El pesimismo antes era de derechas, frente al optimismo de la voluntad, que era de izquierdas. Hasta que llegó Rajoy. El presidente del Gobierno ha emprendido en el último Debate sobre el estado de la Nación una campaña contra el pesimismo y los derrotistas. Se niega a aceptar que España sea un declive permanente, una constante y progresiva desintegración. En el hemiciclo acaba de decir que España es un gran país, serio y fiable; que estamos infinitamente mejor que hace tres años. Insiste el presidente en que hay que recuperar el orgullo o, por lo menos, la autoestima, porque vivimos en el mejor de los mundos, como pensó Leibniz, el inventor del optimismo. Su loa a España en plan cantaora de coplas ha terminado con una duda razonable: «Creo que puede ir bien, creo que debe ir bien y creo que va a ir bien». Ya no hay derechas ni izquierdas, ni una España, ni las dos fratricidas, sino cuatro; y las cuatro han descubierto que España da votos.

El presidente del Gobierno cree en la magnificencia de los sueños españoles, en la plenitud de las empresas que hacen las obras faraónicas con los AVE que atraviesan los desiertos sagrados y llegan a su hora. Mientras busca con un farol un político no corrupto para ponerlo en las listas, ordena a sus ministros que pisoteen el pesimismo y canten el talento de nuestras empresas, la calidad de nuestros servicios públicos a pesar de la recesión y que destaquen la excelencia de nuestra sanidad. Ha empezado el salto adelante del optimismo. Ayer mismo, la vice y la ministra de Fomento asistieron a la entrega de una bandera de la FIFA a la Clínica Cemtro, a la que han declarado Medical Centre of Excellence. El doctor Pedro Guillén dirige una orquesta de cirujanos ortopédicos y médicos del deporte que asombra al mundo. Es que, mientras los políticos riñen o roban, el país progresa, cultiva células, arregla cartílagos, salva vidas, inventa futuro.

sábado, 21 de febrero de 2015

Viva el calcetín - Juan José Millás

Viva el calcetín - Juan José Millás

Ésta fue en tiempos una sociedad ahorradora. Aquí la gente guardaba para tener un colchón por si había que hacer frente a una desgracia; guardaba para pagar los estudios de los hijos; guardaba para costear el entierro; guardaba para la vejez? La gente arañaba de su sueldo unas pesetas que metía en el calcetín o en la caja de ahorros. Y lo hacía en tiempos durísimos, con salarios de hambre, porque había una cultura de la prudencia que comenzó a desaparecer con las ventas a plazos. La venta a plazos es, entre nosotros, una práctica relativamente nueva. Muchos todavía recordamos su aparición, que provocaba asombro y miedo a partes iguales. De súbito, podías comprarte ese aparato de radio con el que soñabas, esa bicicleta, esa moto, ese traje de los domingos, esa enciclopedia de cien tomos, esas obras completas de Shakespeare encuadernadas en piel? Por un lado parecía maravilloso; por otro, daba pánico. Empezar a comprar a plazos equivalía a probar una droga adictiva. ¿Quién sería capaz de pararnos? ¿Qué ocurriría si perdíamos el trabajo, si caíamos enfermos, si nos moríamos?

Ganó la venta a plazos. Significa que el crédito se puso de moda. Rechazar el crédito equivalía a desacreditarse. No obstante, la cultura del ahorro sobrevivió. Muchos de los ancianos que vemos ahora en los telediarios, a la puerta de las sucursales bancarias, exigiendo que les devuelvan lo robado con las preferentes, son los restos de esa forma de entender la vida. Se negaron al crédito y confiaron sus ahorros al banco o a la caja de ahorros que, como buitres, les sacaron los hígados. El problema, en fin, no es que se hayan ido al cuerno quienes creyendo en la cultura de la deuda se hipotecaron hasta la cejas. El problema es aquellos que guardaron lo han perdido todo porque no soportamos a los temperamentos ahorradores. Uno se acerca ahora al banco para que le guarden sus reservas y le cobran por ello. La alternativa al cobro son productos que llaman, por ejemplo, estructurados y con los que uno no tiene ni idea de los riesgos que corre, aunque deben de ser grandes, ya que el banquero no te garantiza nada. Es más, te obliga a firmar un papel en el que aseguras entender lo que te parece un galimatías. La economía financiera es una forma de apocalipsis cuya alternativa continúa siendo el calcetín.

viernes, 20 de febrero de 2015

Ferretería erótica - Ánxel Vence

Ferretería erótica - Ánxel Vence

Además de revolucionar las costumbres amatorias de muchas parejas, el best-seller "50 sombras de Grey" está ejerciendo una influencia acaso más importante en la dinamización de la economía. La primera en notarlo fue, lógicamente, Erika Leonard, la autora del culebrón que se ha montado en el dólar -y el euro, y el yen- a cuenta de la inesperada afición de las señoras a la fusta. Pero no fue en modo alguno la única.
También ha recibido un estimulante latigazo el ramo de la ferretería, donde el estreno de la película basada en el libro coincidió, nada casualmente, con un fuerte incremento en las ventas de algunos géneros en almacén.
De España aún no hay datos, que por aquí le somos muy pudorosos; pero en Gran Bretaña se ha constatado ya un alza en el despacho de cuerdas, cinchas, bridas y otros útiles de atar como los empleados por los protagonistas en el filme. Cuentan las agencias que las tiendas de bricolaje no dan abasto a satisfacer la demanda de esta clase de arreos, imprescindibles para la buena marcha de una relación sadomasoquista.
La reconversión comercial, por así decirlo, del gremio de los ferreteros es solo una parte de las sinergias y economías de escala propiciadas por el éxito de "50 sombras de Grey". Otros sectores más previsibles, como el de los juguetes eróticos, han experimentado igualmente un repunte en su volumen de negocio. Así parece confirmarlo el caso de una popular cadena de tiendas de Alemania especializada en estos chismes que desde el estreno de la película no para de vender grilletes, látigos y demás instrumentos destinados a dar placer según la extraña lógica de Sacher-Masoch.
A todo ello hay que sumar el trabajo extra que los seguidores de Grey proporcionan a los bomberos, cerrajeros y servicios de urgencias.
Abundan estos días, al igual que cuando se publicó la novela, los casos de ciudadanos que acuden al hospital con el miembro viril atrapado por un par de anillas. Tampoco les falta faena a los cerrajeros requeridos con mucha mayor frecuencia de la habitual para abrir las esposas de aquellos amantes que, en su ardor, olvidan donde han dejado las llaves. Por no hablar ya de situaciones más extremas y embarazosas como las que llevan al médico -o tal vez al cerrajero- a quienes acaban aprisionados por juguetes sexuales tan improbables como la aspiradora o la maquinita de hacer tostadas.
Dejando a un lado estos enojosos inconvenientes, lo cierto es que la novela ahora versionada en película está contribuyendo a estimular las ventas del comercio y, en consecuencia, a la tan necesaria recuperación económica de Europa.
Ni siquiera conviene excluir la posibilidad de que la influencia de "50 sombras de Grey" se haya extendido también al negociado de la política. Erika Leonard no hizo más que descubrir, a fin de cuentas, el inesperado hechizo que las relaciones basadas en el dolor y la dominación ejerce sobre las multitudes. Se conoce que los gobiernos han tomado nota de tales gustos y, deseosos de complacer a la ciudadanía bajo su mando, no paran de mortificar a la población con rebajas de sueldos, subidas de impuestos y otros fustazos al bolsillo desde que comenzó la crisis.

Quizá los mandamases piensen, como Grey, que cuanto más flagelen a sus eventuales votantes, mayor cariño les tendrán estos. Arriesgada apuesta. Aún está por ver si el sadomasoquismo de Leonard funciona igual en la política que en la novela.

lunes, 16 de febrero de 2015

Porno duro en San Valentín - David Torres

Porno duro en San Valentín - David Torres

No me fío mucho de las reseñas negativas de 50 sombras de Grey porque lo más seguro es que la mayoría de los críticos se hayan leído el libro. Les puede la profesionalidad y no acaban de comprender que este libro no está hecho exactamente para leerlo sino para ponerlo en práctica. Venderlo en librerías es una ordinariez: deberían venderlo en las farmacias y además con toalla en lugar de un marcapáginas. Enfadados con la superficialidad, la ñoñería y la prosa de grandes almacenes de la novela, los críticos pasan por alto que este libro ha salvado la vida sexual de muchas mujeres, de muchos hombres, de algunas parejas heterosexuales e incluso de algún matrimonio. Sobre todo, de los que no lo han leído. Además ha dado lugar a intensos y sesudos debates intelectuales; recuerdo un foro de lectoras donde una señora que se definía como psicóloga, cincuentona, freudiana y bilbaína (más o menos por ese orden) defendía la novela a capa y espada y decía haber redescubierto su libido gracias a cierto pasaje del libro y unas bolas chinas. Eso sí, ella escribía “livido”, que es más o menos como me quedé yo después de leer su comentario.
En experiencias de sadomasoquismo, lo más fuerte que yo he oído nunca es lo que contaba una amiga mía que le ocurrió la primera y última vez que se acostó con un ligue suyo. No es que el tipo le sacara esposas, ni látigos, ni vasos de helado, ni nada de esa parafernalia costosísima que hace pensar en una perrera de segunda mano. Es que se sacó la ropa, se le trepó encima con sus varios michelines y ciento y pico kilos, y se le quedó dormido en mitad del coito. Al principio, cuando retumbaron los primeros ronquidos, mi amiga pensó: “Espera, esto debe de ser una broma”. Pero al rato ya comprendió que no, más o menos cuando notó que aquello debía de ser contagioso porque se le habían quedado dormidas las piernas. Bruscamente, los ronquidos cesaron en un acceso de disnea que se prolongó durante un minuto interminable y entonces mi amiga pensó que el hombre se le había muerto allí mismo, aparcado de satisfacción, y que ella sola se había metido en una historia de Stephen King. O más bien debajo.

Mi amiga no sacó ningún video ni ninguna novela de esta experiencia límite, únicamente la costumbre de aderezar una futura velada de sexo anónimo con té o café en lugar de alcohol, y de tener siempre a mano un alfiler. En cambio, de 50 sombras de Grey han sacado ya una película cuyas mejores críticas aseguran que no le llega a los talones al libro: cómo debe de estar el celuloide. En cualquier caso, en un mundo donde una mujer muere a golpes cada treinta segundos y en un país donde el maltrato de género es el deporte nacional, es lógico que triunfe una ficción donde una mujer es maltratada, humillada y golpeada por un sádico baboso, gomoso y millonario. Y que a ella encima le guste, como a los pobres de solemnidad sodomizados por los bancos, las criaturas del Señor estafadas por hipotecas y las almas de cántaro que siguen votando al PP.

domingo, 15 de febrero de 2015

Yo, Leonor - María José Navarro

Yo, Leonor - María José Navarro

Ayer fue un día muy bonito en casa porque, como todos Vds ya saben de sobra, a cursis no nos gana nadie. Mi madre ya le había dicho a mi padre que ni se le ocurriera comprarle nada que San Valentín era una trampa para que picáramos y le había echado un discurso de esos de feminista enfadá, pero como él está enamorao como un chiquillo no se pudo resistir. Eso sí, le regaló libros gordos con la letra pequeña, para que no pudiera protestar. Por la noche nos contaron que nos quedábamos más solas que la una y yo supuse que tenían planazo y juerga loca, es decir, que se iban al cine. «Por lo menos, iros a esa de las sombras, que creo que a ella la atan». Bueno. Para qué queremos más. Que si tú cómo sabes eso, que se acabó mirar el «Superpop» en el ordenador, que me va a llevar a un psicólogo. «¿Y tú no vas a decir nada, Felipe?», dijo mi madre como esperando a que me cayera la del pulpo. «Cariño, ya sabes que ella ha sido siempre muy despabilada», dijo él, embelesao conmigo. Total, que estoy otra vez en el rincón de pensar. Ojo, que a mí no me importa estar castigada porque se me ha hecho callo ya. Lo que me fastidia es que en cuanto me doy la vuelta me montan una. ¿Qué es eso de bajarse el sueldo? ¿Qué quieren? ¿Matarme de hambre? ¿Que cuando llegue mi momento tenga que pedir una hipoteca? Yo es que de verdad te digo que vamos a pique. Jamás tendré tantas cuentas como Monedero. Hala, les dejo, que tengo que aparentar fiebre y tos.

A ver si nos entendemos - Juan José Millás

A ver si nos entendemos - Juan José Millás

Esto es increíble: a medida que avanza la recuperación económica aumenta el riesgo de la exclusión social, que es la peor forma de las pobrezas. Como si hubiera una relación directa entre una cosa y otra. Cuanto más ricos, más pobres. Algo no encaja, dirán ustedes. En efecto, no encaja. Crece el empleo, la afiliación a la Seguridad Social, sube el turismo, aumentan las exportaciones? Hablamos de datos del Gobierno, que no miente porque no nos cabe en la cabeza que los gobiernos mientan. Pues bien, junto a estos datos tan espectaculares aparece otro, verdadero también, según el cual el 27% de la población las pasa canutas. Tenemos a casi trece millones de personas al borde del desamparo (un millón trecientas mil más que en 2009), entre las que se encuentran multitud de niños que, con suerte, hacen una comida al día. Todo esto, insistimos, en un panorama de recuperación del que los ministros se hacen lenguas.
Y luego está el asunto de la desigualdad. Cada vez los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Quizá entonces la recuperación solo sea estadística. Es decir, que globalmente hablando se consumen más pollos, pero solo lo consumen unos pocos. No es, pues, que nos recuperemos, sino que se recuperan. Se recuperan, por cierto, los que jamás se habían depauperado. Este análisis rápido, de andar por casa, no tiene otro objeto que el de evitar caer en una situación esquizofrénica que no conduciría a nada bueno. Y es que si uno se pone a escuchar ingenuamente el telediario, que abre con la noticia de la espectacular recuperación económica (somos el país que más crece de Europa), y cierra con unas cifras alarmantes sobre el aumento de la pobreza, puede uno sufrir una crisis maniaco-depresiva de difícil arreglo.

Y que caiga uno, vale. Uno no va a ninguna parte, pero imaginen que caemos todos, que el país, en su mayoría, se vuelve loco y sale a comprar automóviles con un dinero que no tiene o a comerse unas angulas con unos recursos de los que carece. Eso sí que sería vivir por encima de nuestras posibilidades. De modo que cuando las autoridades aseguran que nos "estamos" recuperando, no se refieren a usted ni a mí. Se refieren a ellos, a los suyos, a ver si vamos entendiéndonos.

La recuperación moral - Salvador Sostres

La recuperación moral - Salvador Sostres

El primer ministro británico, David Cameron, propone retirar las ayudas sociales a obesos, alcohólicos y drogadictos que se nieguen a recibir tratamiento para curarse. Es una magnífica idea, no tanto por el ahorro que pueda suponer como por lo que tiene de pedagógica, de moral,  y por ese apelar directo a la responsabilidad de cada cual. 

Resulta imprescindible que todos tomemos las riendas de nuestra vida, y que entendamos que el dinero de los demás es finito, y que tenemos que estar a la altura de las ayudas que recibamos y no darlas por descontadas e insistir en nuestra dejadez y mezquindad.

El primer ministro Cameron tiene toda la razón y los que sufren estas enfermedades tendrían que estar agradecidos por la oportunidad de curarse que se les brinda con el dinero que con mucho esfuerzo han ganado sus conciudadanos; en lugar de quejarse porque no les patrocinamos su progresiva autodestrucción.

Hay que levantarse y luchar cada uno contra su debilidad. El dinero de los demás hay que tratarlo con un respeto exquisito, hasta llegar a no necesitarlo. 

Hay enfermedades irreversibles y que no dependen de nadie. Son mala suerte, jugarretas del destino. Hay circunstancias vitales contra las que es inútil cualquier voluntad. El síndrome de down, los accidentes que tienen como consecuencia lesiones cerebrales, los cánceres, las severas malformaciones, etcétera. Lo sabemos, lo comprendemos, sabemos dónde estáis y os vamos a ayudar.

Por lo demás, no podemos continuar pagando a holgazanes y desagradecidos, aunque sólo sea porque nos tiene que quedar dinero para ayudar a los que verdaderamente lo necesitan. Si la recuperación económica no viene acompañada de una recuperación moral, tanto sufrimiento no habrá servido de nada.

El primer ministro Cameron está actuando con responsabilidad y exigiendo responsabilidad individual a sus ciudadanos. Así se vertebran las sociedades, así sobreviven los pueblos que quieren ser libres. En el fondo, la gran culpable de esta crisis ha sido la masa pueril, maleducada y quejica a la que todo hemos consentido en lugar de pegarle un par de bofetadas, mandarle callar, y ponerla a trabajar sin excusa ni sindicato.


Bien. Un tiempo nuevo ha empezado. La hora del recreo ha terminado.

sábado, 14 de febrero de 2015

Historia de un joven excepcional - Amando de Miguel

Historia de un joven excepcional - Amando de Miguel

La crisis económica no es tan profunda como decimos porque quizá haya muchos jóvenes españoles como Tomás, a quien acabo de conocer. Me he sentido prendado de su discurso autobiográfico. Lo relataré en primera persona, como él me lo dijo con toda sencillez:
Mire, don Amando, yo no cuento con estudios, pero tengo muy claro lo que hay que hacer en este mundo. A los 16 años le dije a mi padre que no me interesaba seguir estudiando como mis amigos, todos en el instituto y después en la universidad. Me costó una bronca con el viejo. Lo mío era ponerme a trabajar, salir de casa lo antes posible y hacer mi vida. Lo que hice fue prepararme para obtener todos los carnés de conducir. Llevar un vehículo es lo que más me gusta, aunque sea 14 horas al volante. Luego hago gimnasio para mover las piernas y los músculos, pues si no me atrofio.
Dicho y hecho. Saqué sucesivamente el carné de moto, coche, autobús, camión, tráiler, máquinas de obras públicas. Fue fácil encontrar trabajo como conductor de cualquier tipo de vehículo. Pasé unos años muy duros descargando camiones de reparto y derribando edificios viejos con un toro. Eran los tiempos de la alegría en la construcción. Hasta que llegó la crisis y no tuve más remedio que ir al paro. Cobraba mil eurillos mensuales, que no estaba mal, porque había cotizado mucho. Pero a mí eso no me iba. Mis amigos me decían: "No seas gilipollas, el paro es lo mejor que hay". No señor, lo más grande es cotizar.
Yo es que soy muy cabezota. Solo aguanté tres meses en el paro. Me recorría todos los días los polígonos (industriales), puerta por puerta, para ver de encontrar algún curro. No me importaba que el sueldo fuera corto o que el contrato fuera temporal. Lo fundamental era cotizar. Pasé por muchos trabajos, todos por poco tiempo y con sueldos que no pasaban de los 500 mensuales. Nada más empezar un trabajo, en los ratos libres me dedicaba a buscar otro mejor. Ahora tengo este empleo muy cómodo y seguro, que me da cerca de 2.000 mensuales limpios. Es una empresa de alquiler de coches con chófer para todo tipo de organizaciones. Mi chica trabaja en una buena tienda de ropa y gana más que yo. Pero no nos vamos a quedar aquí. Ella dice que está muy bien como está, pero yo lo tengo muy claro. Estoy haciendo los trámites para montarme como autónomo. Mi idea de momento es seguir trabajando para la misma empresa, pero con mi coche propio. No me importa hacer más horas, con tal de que me rindan. Nunca me importó que la jornada fuera larga. Las horas extra siempre se pagan más. En unos pocos años montaré mi propia empresa de alquiler de coches. Es un negocio que va a más; incluso con la crisis se ha ampliado, pues muchas compañías y organismos prescinden de los coches propios.

Mi chica me ha convencido por fin de que nos compremos una vivienda. Ahora precisamente es el momento de hacerlo, pues los pisos están baratísimos y los intereses de las hipotecas son bajos. Tenemos ahorrados unos miles de pavos. El banco te da lo que le pidas cuando ve que en la cuenta hay saldo. Hace ocho o diez años, cuando todos mis amigos se compraban pisos, yo dije que había que vivir de alquiler, y acerté. Ahora algunos amigos se encuentran con que el piso que compraron está todavía sin terminar de pagar la hipoteca, y si lo quieren vender vale la mitad. Ellos han terminado sus carreras a trancas y barrancas, pero no encuentran empleo y no saben hacer nada práctico. Me pierdo con lo que dicen los economistas, pero me da que las decisiones en esta vida hay que tomarlas según la ocasión. Mi padre me repite ahora: "Tomasete, qué razón tenías".

viernes, 13 de febrero de 2015

20 euros - Juan José Millás

20 euros - Juan José Millás

Se puede vivir en Copenhague o Estocolmo y hacer pis en Madrid? Usted y yo no, pero hay ricos capaces de comer en un país, hacer la digestión en otro, y evacuar en España. Es lo que hacían todos estos defraudadores con el dinero en Suiza. Este país huele tan mal por eso, porque solo lo utilizan para ir al servicio y a veces ni tiran de la cadena. El dinero, en la economía financiera, carece de significado cierto (ignoramos cuál es el respaldo de un billete de 500 euros), pero su valor simbólico no deja de crecer. Cuanto menor es su apoyo real, mayor es su capacidad alegórica. Un millón de euros equivale a un riñón, un riñón que, al contrario del auténtico, puedes guardar fuera de tu cuerpo, incluso fuera de tu patria. De ahí que los Pujol, por poner un ejemplo, pudieran mear en Barcelona el agua de Vichy que se tomaban en Suiza. He ahí un patriotismo de urinario. El dinero guarda mucha relación con el cuerpo. Tener el riñón bien forrado o cubierto significa poseer muchas riquezas. A Bárcenas se le ve tranquilo porque sus vísceras están a salvo. Mientras defeca entre nosotros, su dinero (del que están hechas sus entrañas) sigue creciendo en paraísos fiscales situados a miles de quilómetros. Soñábamos con ser la California de Europa y hemos devenido en sus servicios públicos. Cuando un cliente del HSBC en Ginebra pregunta por los baños, lo dirigen hacia nuestro país, que, según coloques el mapa, debe de caer al fondo a la derecha. Para usted y para mí, un billete de 20 euros es un billete de 20 euros, algo con lo que puedes comprar en los chinos equis quilos de fruta o tantas pizzas congeladas. Pero es que usted y yo vivimos en la economía real, en la que el dinero, en vez de ser un riñón, es una mierda.

El sexo es de derechas - Pedro Narváez

El sexo es de derechas - Pedro Narváez

El fenómeno de «Cincuenta sombras de Grey» pasa la página del sexo contemporáneo en la época del onanismo en internet, una tontuna dos siglos después de los escritos bárbaros del marqués del Sade. El libro y ahora la película tienen al público femenino adelantando la primavera a febrero cuando aún hay promesas de flores y muchos capullos sueltos por ahí. Ahora se retuerce el debate sobre la dominación con ridículas citas pseudointelectuales como sacadas de un monólogo de Loles León. Y es que según algunos entendidos en las cosas del querer, la izquierda habla mucho de sexo y pone al día las teorías psicoanalíticas con el mismo resultado bochornoso que provocan los vídeos de Monedero en los que ve tras «El rey león» una metáfora de la guerra del Golfo. Pero la derecha lo practica con más asiduidad, sin tanta verborrea estéril. También en esto la derecha es práctica. Algunos datos verifican la teoría. Una encuesta en Estados Unidos contemplaba que el 53% de los republicanos conseguía un orgasmo en sus relaciones frente al 40% de los demócratas, aunque si las andanzas confesadas de Bill Clinton puntuaran doble, la cifra se dispararía varios puntos. No digamos si en Francia se hiciera lo propio con el socialista Strauss Kahn. Hace ya algunos años «Interviú» publicó un sondeo según el cual el 20% de las mujeres españolas de derechas decían mantener más de siete relaciones a la semana mientras las de izquierdas no llegaban al 11%. Eso sí, las Femen enseñan las tetas hasta en el Vaticano y las señoritas burguesas conservan el buen gusto de llevar sujetador. Contaba Carmen Rigalt que a Monedero le gustan las playas nudistas. Aunque no haga «streep tease» ante Hacienda, digo yo. Un clásico del PP llevaría un traje de baño de Ralph Lauren en color pastel. Lo importante es dónde se coloca la guinda.

miércoles, 11 de febrero de 2015

No quiero esa salsa - Juan José Millás

No quiero esa salsa - Juan José Millás

En un reciente festival de gastronomía (Madrid Fusión), un chef anestesió a la vista del público a una dorada, le extrajo sangre con una jeringuilla y la devolvió, suponemos, a la pecera. Lo importante era que la sangre, destinada a ser la base de una salsa, hubiera salido de un organismo vivo. La noticia venía, lógicamente, en las páginas de Cocina del periódico, pero yo la leí con la aprensión con la que miro las de Salud. Mi pituitaria comenzó a oler a enfermería. Me vino a la memoria la historia de una familia que, en los tiempos del hambre, poseía un cerdo al que iba mutilando poco a poco para comérselo. Primero una pata de delante, después una de detrás, luego una oreja, y así de forma sucesiva. El cerdo estaba lleno de vendajes, de costurones, de suturas. En la película "En busca del fuego" hay una secuencia tremenda, en la que se ve a unos caníbales devorando las extremidades de una mujer, cuyos restos, todavía vivos, cuelgan de un palo en el segundo plano de la imagen.
La extracción de sangre de un cuerpo vivo para hacer una salsa tiene algo de canibalismo, aunque la víctima sea un pez y el gastrónomo un hombre. Al día siguiente de leer la noticia tuve que ir a hacerme unos análisis de sangre. La enfermera me metió la aguja con el cuidado de un cocinero mientras yo observaba un conjunto de tubitos llenos del plasma de los pacientes que me habían precedido. Imaginaba que en lugar de enviarlos al laboratorio, la enfermera se los llevaba a casa para preparar la base de un sofrito.
-¿Te estás mareando? -preguntó la enfermera.
-Un poco -dije yo.
-Piensa en cosas agradables.
Pero yo solo era capaz de pensar en una salsa oscura, rica en glóbulos rojos y plaquetas.

Uno de los misterios más interesantes del mercado es su capacidad para convertir los cadáveres de los animales destinados al consumo en meros objetos. Un pollo no es un muerto, es un producto, lo mismo que un cordero abierto en canal o un besugo eviscerado. Anestesiar a una dorada para extraerle la sangre está feo. Huele a quirófano. Yo no quiero esa salsa.

Los calcetines de ayer - Juan Tallón

Los calcetines de ayer - Juan Tallón

A VECES me pregunto qué es un día normal, y si lo que le proporciona normalidad es el desayuno, el paraguas roto con el que sales a la lluvia, o tal vez que hoy te pongas los mismos calcetines de ayer, vagamente sucios. Me inclino a pensar que no existen los días normales. Es posible que tampoco exista la normalidad y esta represente solo una estrategia de las cosas especiales y raras para pasar inadvertidas, como si no les agradase que se hable de ellas. No hace mucho, con el propósito de cometer un disparate, y hacer algo rarísimo, me puse a planchar calcetines. Inexplicablemente, esta tonta maniobra, casi audaz, me pareció de una normalidad escalofriante, equivalente a cenar un huevo frito.
En mi triste vida ya había planchado sábanas, calzoncillos, corbatas, cuellos de camisa, cigarros, incluso dinero, y los calcetines no me aportaron nada extraordinario, sino una normalidad tirando a fría. Planchar siempre es planchar. Aunque las cosas cambian de un día para otro. Recuerdo cuando era habitual, entre parientes, prestarse el pañuelo, sonarse los mocos y devolvérselo a su dueño. No te quedaba la impresión de haber incurrido en una cochinada. Ser familia era eso. No sé si desde entonces también la familia ha cambiado, pero si mi tío, o mi prima, hoy me ofrecen su pañuelo porque acabo de estornudar, los mando a la mierda, con el debido respeto. Ahora que lo pienso, si estás en condiciones de mandar a la mierda a un pariente, tal vez sea que la familia no ha cambiado gran cosa, por suerte.
Pero si quitas la familia, todo lo demás evoluciona, no necesariamente en un sentido bueno. En una ocasión le oí contar a Martí Gómez, y por la radio, que la camaradería existente entre periodistas y futbolistas era una de las cosas que más habían cambiado. Cosas que antes resultaban normales, como hacer entrevistas en el vestuario, después de los partidos, ahora no se toleran. Para ilustrar la evolución, se refirió a una experiencia personal. Un domingo, después de un partido de fútbol memorable, Martí accedió al vestuario del equipo ganador para entrevistar a la estrella del encuentro. Por cortesía, el reportero quiso felicitarlo antes de lanzar las primeras preguntas, y le estrechó la mano tan pronto el delantero salió de la ducha, todavía un poco enjabonado. Cuando se dio cuenta, tal vez por efecto del vaho, Martí le estaba agarrando el pene y chocándole las cinco.
Existió un tiempo en el que me parecía que la normalidad se alcanzaba cuando te comprabas un coche. No me pregunten, simplemente me lo parecía. Después de una vida de privaciones, en las que no te privabas de nada, en especial con el dinero paterno, la normalidad se acomodaba en el minuto que sacabas el carné y, después de años conduciendo el coche de papi, tenías el tuyo propio. Curiosamente, pasado el tiempo, te gusta pensar que la normalidad solo regresará a tu vida cuando consigas deshacerte del vehículo. Por desgracia, es más difícil que comprarse uno. Estamos acorralados por esta clase de paradojas, como cuando el actor que interpreta al juez en ‘Murder’, de Hitchcock, sostiene que «la verdad resulta a veces más inverosímil que la ficción».
La idea de normalidad con la que nos organizamos, y en función de ella decimos, por ejemplo, que el viernes no fue un día del otro mundo, o que el miércoles te ocurrió algo extraordinario, rarísimo, tiene que ver con una mezcla de cosas buenas y cosas malas. A todos nos pasan continuamente cosas desagradables y placenteras, en una mezcla informe, sin una pauta. Un día normal es cuando no sabes si ha sido bueno o malo exactamente, y que a la vuelta de una semana apenas podrás recordar.

Si tuviese que citar un episodio de una normalidad tan exhaustiva que casi podrías cortarte con ella, en la que el horror y la belleza se confunden, hablaría de un noche de diciembre en la vida de Chet Baker. El artista contaba que cierto año, después del día de Navidad, se había emborrachado sin quererlo demasiado. Bebió sin atisbo de nostalgia en los gestos, que adoptaron ese modo de comportarse rutinario que parece que solo posean las señales horarias en la radio. Después de todo, tenía costumbre desde pequeñito. Tal vez por esa fe en los gestos comunes, acabó llevándose a una chica a casa. Fue el día más feliz y más triste de su vida, alegaba. Porque acabar con aquella mujer se pareció a la constatación de un milagro. Pero la noche tuvo su continuidad en la amargura. A oscuras en el dormitorio, Chet se deslizó apenas un minuto al cuarto de baño, y cuando regresó, su chica jadeaba y exclamaba «Oh, Chet, sí, sí», mientras el compañero de piso le hacía el amor, aprovechando que ella creía que era Baker.

El rey se hace un lifting - David Torres

El rey se hace un lifting - David Torres

El rey se ha hecho un lifting y se ha quedado igual. Es decir, que, a pesar de que se ha bajado un veinte por ciento del sueldo, la dotación para la Casa Real en los Presupuestos Generales del Estado para el 2015 sigue siendo de 7,7 millones de euros, la misma cantidad que el año pasado y la primera vez en cuatro años que no se reduce desde el comienzo de la crisis. Si a esto le sumamos, (perdón, quiero decir le restamos) el importe de las infantas (que teóricamente ya no pertenecen a la Familia Real), y los gastos en personal y bienes en servicios (que también han bajado lo suyo), pues no acabo de enterarme de cómo 7’7 millones menos 58.000 euros menos un montón de euros menos otro montón de euros, sigue dando 7’7 millones. Yo es que soy muy de letras puras. Que venga Montoro y me lo explique.
No, mejor que no me lo explique, porque ver a Montoro dando explicaciones sobre economía es como ver a Kiko Rivera hablando de astrofísica: los dos se piensan que los agujeros negros llevan bragas. Según la teoría de Montoro, en el big bang inicial, cuando el universo se puso en marcha, ya iba presupuestada la carretada de dinero negro de Bárcenas, los dos mil millones de euros de Botín y el despiporre en ceros a la derecha de los demás sospechosos habituales de la lista Falciani. Y además en España la riqueza ni se crea ni se destruye, pero siempre va a parar a Suiza, excepto a los Pujol, a quien les creció un universo paralelo en unos calcetienes que tenían en Andorra. Esto conviene no removerlo mucho porque la economía, como la astrofísica, es una ciencia harto especulativa, hasta el punto de que lo último es que, según una ecuación cuántica, el big bang pudo no tener lugar y el universo existiría desde siempre. Como España, que no sólo es una unidad de destino en lo universal, sino que además es una singularidad cósmica: abres una cuenta en Santander y te aparece en un banco de Ginebra.
Al parecer, el misterio matemático de las cuentas monárquicas se explica fácilmente porque hay un par de partidas que han aumentado muchísimo. Una, la de inversiones, que hará frente a la modernización tecnológica de la institución (cuesta mucho subir las fotos a la página web y, además, los borbones deben de ser los únicos a quienes les cobran por mantener cuentas abiertas en facebook y twitter). Dos, el fondo de contigencia, previsto para “necesidades inapelables de carácter no discrecional”, que es un sintagma que vete a saber lo que quiere decir, pero que era la excusa perfecta de mi tía Angustias cuando recalaba en la cartera de mi tío Humberto.
-¿Y para qué es ese dinero, Angustias?
-Necesidades inapelables de carácter no discrecional.
-Mira, si no me lo quieres decir, no me lo digas.
-No quieras saberlo, Humberto.

Ha sido una suerte que, después del lifting, el rey Felipe VI se haya quedado idéntico, porque se le podía haber quedado la cara de Uma Thurman después de pasar por el quirófano, que entró decidida a adoptar a un niño chino, se le fue la mano y se ha adoptado a sí misma. Menos mal, no habría manera de distinguirlo de Letizia.

martes, 10 de febrero de 2015

Era verdad: el dinero español vivía en Suiza - Fernando Ónega

Era verdad: el dinero español vivía en Suiza - Fernando Ónega

De vértigo. Mejor dicho: de escándalo. Así se puede calificar todo lo que está saliendo a la luz sobre la evasión fiscal en el extranjero y que deja pequeñísimo a Bárcenas, a las tarjetas negras de Caja Madrid y, si me apuran, al mismísimo clan Pujol y sus oscuras andanzas. Cuando se contabiliza el dinero evadido solo por los nombres que aparecen en la lista del HSBC revelados por Falciani, estamos hablando de 1.800 millones de euros. Pero el HSBC es solo una entidad bancaria. Faltan todas las demás entidades suizas. Faltan todos los paraísos fiscales que en el mundo existen. Y sabe Dios qué más falta.
Dice el ministro Cristóbal Montoro que las fortunas de esa lista ya se «sustanciaron» con Zapatero y que la única novedad está en la publicación de los nombres, ciertamente sugestivos: aquí saquearon España gentes de todo tipo y condición, de abogado para arriba. Y no es menos impresionante conocer del mismo Montoro la cantidad de evasores que han tenido que regularizarse por la nueva legislación sobre bienes y derechos en el extranjero: 88.000. Lo han leído bien: 88.000, que hay que sumar a la lista de Falciani. Ese es el número de españoles (quizá con más capital que Monedero) que optaron por confesarse ante Hacienda. ¿Son todos? Sospecho que no. Es de temer que solo se hayan regularizado los que se asustaron o no estaban muy seguros de su impunidad.
Tras conocer esos datos, es una gran verdad que el dinero español optó por vivir en paraísos fiscales. Abandonó el país en desbandada, sin que hubiera razones políticas de pánico para ello, como las puede haber ahora en Grecia. Salió simplemente para esconderse, crecer y sabe Dios desde qué orígenes, cuál era su procedencia y por qué no estaba controlado por Hacienda. El rumor popular y periodístico se ha quedado corto ante tamaña dimensión. Es muy probable que ahí haya desembocado dinero de la droga, de las mafias, de las comisiones, de la «honorable» delincuencia de cuello blanco.

Y ahora viene la explotación política. Alguien deberá explicar por qué se pide la comparecencia de Hervé Falciani en el Congreso y no se hizo cuando facilitó su lista a las autoridades. Más bien se le despreció, como si su información no estuviese contrastada o fuese fruto de su imaginación. Al mismo tiempo, anoten ustedes cómo Podemos da otra muestra de agilidad y se apresura a pedir la colaboración de ese hombre, porque le viene como anillo al dedo para seguir presentándose como el azote de la corrupción o con la esperanza de que así se olviden los manejos de Juan Carlos Monedero. Se abre la carrera para demostrar quién es más perseguidor de defraudadores. Espero que ese sea el detalle menor y no oculte la escandalosa realidad.

Hacer un griego - Ignacio Camacho

Hacer un griego - Ignacio Camacho

HASTA ahora se conocía por «hacer un griego» a cierta modalidad del catálogo prostibulario pero en el habla fresca y espasmódica de los jóvenes este sintagma palabra griega por cierto equivaldrá pronto a una variante de lo que vienen llamando un «simpa». Éste consistía en largarse de un bar o comercio sin abonar la factura, mientras la nueva usanza helénica consiste en rizar el rizo de no pagar y quedarse pidiendo más consumiciones por la cara. Al menos eso es lo que pretenden los syrizos en su chulería bizarra de salvapatrias con dinero ajeno: mantenerse en el club del euro sin intenciones de hacer frente a su deuda y con la mano tendida para recibir nuevos créditos. En el mercado convencional a cualquiera que intente algo así le ejecutan de inmediato un desahucio de manual pero la política tiene vericuetos complejos en los que las reglas se aplican de un modo elástico. Por ahora estamos en la fase de postureo, tensión aparente y danzas rituales de machos alfa; cuando empiece de verdad la negociación raro será que el tira y afloja termine con un embargo.
Tsipras y Varufakis no tienen un euro pero tienen un mapa. Su Gobierno juega con esas dos bazas: que su deuda es realmente impagable y que su país ocupa una delicada posición geoestratégica, incrustada entre los Balcanes y Turquía, demasiado cerca del tablero ucranio, demasiado sensible para abandonarla sin costes. La insolvencia les podría conducir a buscar socios poco recomendables y presionan con ese coqueteo. Syriza es un conglomerado de partidos de ultraizquierda que tienden a simpatizar con todo lo que huela a exsoviético. Su pulso no es contra los mercados financieros, que ya se fueron huyendo de sus bonos-chicharro, sino contra la UE de los Estados. Más que los memorandos de propuestas imposibles que han desplegado en las cancillerías, su mejor documento de convicción es un simple atlas de primer grado.
Pero si Europa cede hay un peligro cierto de implosión interna. La Unión ha perdido la cohesión política y sólo le queda la monetario-financiera. No puede abrir la mano en Grecia sin que los eurófobos de Le Pen extiendan la suya de inmediato. Y los demás miembros exigirían tarde o temprano la misma benevolencia; desde los socialcristianos de Italia a los conservadores de Portugalo de España, que se han comido tres años de ajustes muy ingratos. Merkel lo sabe. Lo que está en juego no es la austeridad ni el déficit sino el proyecto mismo de Europa. Su liderazgo.

La dialéctica va a ser larga. Habrá mucha cháchara mientras los ingenieros del monetarismo buscan fórmulas retóricas y mercantiles para mantener el statu quo sin una merma de prestigio que siente precedentes. Habrá «patada a seguir», como en el rugby, pero la intuición indica que vamos a palmar lo prestado y algo más. Y que ni aun así la Grecia del populismo descorbatado logrará evitar el descalabro. .

Educar - Ángela Vallvey

Educar - Ángela Vallvey

Datos inquietantes indican que aumenta el maltrato de hijos a padres. Afortunadamente, existe una gran conciencia social respecto a la violencia de género. La sociedad española ha hecho un esfuerzo de consenso y repudio hacia los casos de agresiones a mujeres, muchos de los cuales acaban tristemente en asesinato. Ahora, aunque por desgracia continúan produciéndose ataques brutales a mujeres, hemos conseguido que nadie tolere públicamente ni la más mínima insinuación o justificación del crimen feminicida. Se terminaron los chistes sobre «mi marido me pega lo normal»; nadie comenta ufano en el bar que mantiene «a raya a la parienta» y toda persona bien nacida desprecia al maltratador. Pero no existe el mismo acuerdo de repulsa respecto a la violencia que perpetran los hijos hacia sus progenitores (o sus abuelos): no hay un pacto social que desapruebe la brutalidad del joven sobre sus mayores. No existe un teléfono al que llamar para confesar con vergüenza que nuestro hijo nos pega, que golpea a sus padres (sobre todo a la madre). Porque estamos fallando en eso, en educar. Los padres tienen una responsabilidad ineludible con sus hijos: su deber es educarlos. No educar a un hijo es una manera de abandonarlo. Quizás hemos desertado de la obligación de aplicar el principio de autoridad con los niños, lo que no significa tiranizarlos, sino enseñarles la diferencia entre lo bueno y lo malo. Decirle a nuestro hijo qué está bien y qué está mal es algo sencillo y de necesario cumplimiento para los padres. Deberíamos recuperar el orgullo que tenían nuestros propios padres por la nobleza y la dignidad: por el respeto a los mayores. En la cultura china, ése es un principio sagrado. En la nuestra, se ha olvidado por completo. Quizás porque la educación es lo primero que se pierde cuando no se tiene.

domingo, 8 de febrero de 2015

Pensar con las nalgas - Isabel Vicente

Pensar con las nalgas - Isabel Vicente

Mira qué bien. Las mujeres que tienen el culo grande son más listas, mejores en el sexo, más longevas, y sus partos son más fáciles. Esto ya lo debían saber los hombres prehistóricos cuando plasmaban sus venus regordetas como símbolo de fertilidad, pero lo han venido a confirmar científicos de la Universidad de Pittsburg que llevan años estudiando estas cosas y que han comprobado, aseguran, los beneficios de acumular grasa en los glúteos. Y no lo dicen solo las mentes pensantes de Pittsburg. También en Oxford, Harvard y California se han realizado estudios similares que concluyen que, a más grasa en las nalgas, menos propensión a la diabetes y menos colesterol. Tanto tiempo haciendo régimen para esto... Y no es solo que las mujeres con caderas anchas sean más inteligentes, sino que sus hijos también lo son porque el desarrollo del cerebro del bebé dependería en parte de las grasas acumuladas en los glúteos y en los muslos de la madre que son ricas en ácido docosahexaenoico, un componente, al parecer, muy importante para el cerebro humano.

Ver esto e irme al espejo ha sido todo uno. Y no. Tan contenta que andaba yo por gastar una 40 de pantalón y resulta que he condenado a mis hijos a tener un mediocre coeficiente intelectual. Y encima, la grasa que sí nos sobra a algunas, que es la que se acumula en la cintura, no vale para nada, ni te hace más inteligente ni más sexy ni te ayuda a prevenir la diabetes. Lo que no acabo de entender es por qué si las piernas y los glúteos gordezuelos son tan importantes para el desarrollo cerebral del bebé, se puso mi ginecólogo como una fiera cuando engordé 14 kilos en mi último embarazo. Para una vez que mi trasero se parecía al de Jennifer López... Y no es porque mi ginecólogo anduviera por el pleistoceno cuando yo di a luz, porque a una compañera que acaba de tener una niña la matrona también la ha mantenido a raya con lo de los kilos y con nueve meses tenía las mismas piernas de palillo que antes de quedarse embarazada. En cualquier caso, por fin las mujeres mortales podemos sentir pena por las modelos que, dada su constitución, deben ser todas bobas y un desastre en la cama además de tener hijos tontitos y el colesterol por la nubes, si es que vamos a hacer caso a los científicos de Pittsburgh. Solo tengo una duda: si realmente hubiera una relación entre el tamaño del culo y el desarrollo cerebral, los hijos de Kim Kardashian debería ser, como poco, genios como Stephen Hawking, por no hablar de la progenie de mi vecina Luisa que no encuentra pantalones de su talla y cuyos hijos -que me perdone si lee esto- se parecen peligrosamente a Homer Simpson.

«Running» - Alfonso Ussía

«Running» - Alfonso Ussía

El «running» es peligroso. Antes que todo, es una tontería. La naturaleza ha dotado al hombre con la capacidad de correr, siempre que la carrera tenga un sentido. Correr para adelgazar es propio de seres descontrolados. Un hombre que para mantenerse en forma necesita de los desplazamientos alocados, acertaría plenamente si cuidara más sus dietas alimenticias. Por otra parte, nadie ha podido demostrar que mantenerse en forma sea saludable. La forma viaja con la edad. Según Mauritius Parva-Langdom, a los ochenta años la buena forma consiste en no dar la lata a los demás. Esas gentes que se cuidan hasta extremos obsesivos y superan el siglo de vida dejan un mal recuerdo familiar. La vida nos ofrece muchas opciones de deterioro que cumplen rigurosamente con su objetivo. No fumar, no beber, no leer, no abusar de las fogaradas primaverales, no trasnochar y todas esas recomendaciones absurdas, pueden ayudar, en efecto, a la prolongación de la existencia. Pero esa prolongación vital está sometida a la paciencia y la resignación de quienes rodean al prolongado, de tal modo, que a su muerte, en lugar de tristeza procuran alivio y hasta jolgorio. Mantenerse en forma es una manera de llevar el egoísmo hasta extremos groseros. – ¿Cómo está usted?-; - como mi edad-. He aquí la respuesta de un hombre bien educado.

Un estudio, recientemente publicado, advierte que más de tres horas a la semana de «running» pueden precipitar el tránsito a la otra vida de sus practicantes. Antaño, a eso que ahora se le dice «running» se le llamaba correr. El mero hecho de correr sin huir de nada ni de nadie, pasó a denominarse «footing». Del «footing» pasó al «jogging», y el «jogging» derivó en «running».

Se trata de lo mismo. Como si hacer el amor pasara de moda, pero no el «polving», el «forniking» y definitivamente el «chinguing». Con los setenta cumplidos, un «running» seguido de un «chinguing» y coronado por un «drinkisotoning» supone un reto a la naturaleza de tal envergadura, que la naturaleza no acostumbra a permitirlo. Y más, si el corredor se ha sometido a un trasplante capilar y la corredora ha destrozado su estética con un generoso abultamiento en los labios.

Sufrir para aparentar menos años de los que se han cumplido no tiene otro objetivo que el de la mentira. –Es impresionante, ahí donde lo ves, fíjate bien, tiene ochenta y tres años y a las siete de la mañana ya se ha corrido dos veces el perímetro del Retiro. Es un «runner» admirable-;-pues que bien, muy interesante-.

Deploro el espectáculo de los corredores. Esos ojos perdidos, esos chándales carmesíes, esa mirada de ansiedad vacía, ese cambio brusco de la línea que procura el atropello por parte del practicante de «bicycling», nada tienen que ver con el desarrollo de la inteligencia y la evolución de la especie. El esplendor de la juventud abre el camino, cuando la juventud queda atrás, a la delicia de lo que siempre sienta mal. Los médicos son partidarios de prohibir lo que sienta mal, que es lo bueno, y recomendar lo que sienta bien, que es un tostón. A cuantos más convenzan y atemoricen, más durarán sus pacientes clientelas. No piensan en el ánimo, que no dominan. –Usted tiene que dejar de fumar, dejar de beber, no comer sal y hacer dos horas diarias de ejercicio-; -gracias, doctor, es un usted un médico buenísimo, pero no me sirve. Usted quiere sanar mi cuerpo a costa de mi ánimo. Y no-.

El hombre bien educado y mejor leído se entrega sin reservas a la naturaleza. Un mundo exclusivamente habitado por gentes que se mantienen en forma, sería lo más parecido al infierno. Correr, hacer «jogging», «footing» o «running» por el mero hecho de tener tabletas va contra la grandiosa condición del ser humano. Ese que nace, piensa, ríe, se deteriora y muere siguiendo las educadas pautas que establece la pasajera vida de este mundo.

sábado, 7 de febrero de 2015

Una hija y su padre - Salvador Sostres

Una hija y su padre - Salvador Sostres

Un lamentable estudio de la Universidad de Boston defiende que el uso frecuente de tablets y smartphones por parte de menores de entre uno y tres años puede afectar a su cerebro y sus capacidades de desarrollo "social y emocional". 

Es falso.

Es falso. Es rotundamente falso. Es una mentira intolerable y un cliché más de la corrección política, que es el peor cáncer contra cualquier indicio de inteligencia y de cordura.

El desarrollo de las capacidades de un niño no depende de las horas que juegue con su tableta. Depende de sus propias condiciones y de cómo sean y se relacione sus padres. Genética y grupo, como diría Arcadi.

Las aptitudes sociales de mi hija, y su asombrosa madurez emotiva, han sido perfectamente compatibles con ver todas las veces que ha querido sus vídeos preferidos en "su" -se apoderó de él sin que supiéramos discutírselo- iPad; y es así porque ella tiene esta disposición natural y porque sus padres hemos estado con ella todo el tiempo que hemos podido. Jugando con ella, revolcándonos con ella, yendo al parque con ella, acudiendo a los restaurantes con ella y enseñándole desde pequeña el gusto por este mundo fascinante; y también porque sus abuelos, mis padres y mis suegros, han jugado con ella de un modo amoroso e inteligente, mostrándoles lo que saben, llevándola al teatro, contándole cuentos, enseñándole el nombre de los árboles y de las flores y de las frutas y verduras del huerto.

En lugar de estar redactando estúpidos informes victimistas, en lugar de hacernos los pobrecitos frente a las maquinitas, en lugar de acabar llamando "inteligente" a un teléfono, hemos estado con ella, hemos movido nuestro centro de gravedad hasta el suyo, y aunque a veces hay que reñirla, y a veces tiene que llorar para aprender los límites y no siempre entiende a la primera el porqué de lo que no le permitimos, ahí está valiente ante la vida, y ahí estamos con ella, y ella con su iPad y con sus muñecos, sus canciones inventadas, your poems and my poems, our old private joke.

No se trata, no, del tiempo que tu hija pasa concentrada en su o tu tableta. Se trata del tiempo que pasa contigo, se trata de tu imaginación y de su mundo, de su fantasía y tu templanza para administrarla. Se trata, como siempre se ha tratado, de un padre y de una hija, y nada es más importante, y nadie más tiene la culpa, y así ha sido y así será siempre pese a los montones de estudios que quieran desmentirlo.

Todo está en nosotros, en nuestro amor y en nuestra audacia, en lo que somos capaces de transmitir, y en lo que antes de nacer le transmitimos con nuestra genética. No nos podemos esconder como cobardes detrás de una tableta, ni exigir un horario infantil en la televisión, como si fuera Paolo Vasile quien tuviera que educar a tus hijos. ¿Qué es esta rendición? ¿Dónde está tu compromiso? ¿Desde esta debilidad piensas educar a tu hijo?

Hay que estar. Estar del derecho y del revés, haciendo el payaso y reprimiendo, ayudándola en su esfuerzo por ser buena y libre, y llorando del terror de poder perderla cuando no te ve. Hay que estar como primera y última línea de defensa, a la entrada y a la salida del colegio, en los grandísimos momentos de descubrimiento, en las lentas rutinas de cada día que dan sentido a nuestras vidas.

Y luego, si está una o dos horas con su iPad, si ve quinientas veces un mismo vídeo de tres minutos o si algunas tardes de sábado o de domingo se sienta con nosotros a mirar películas que no entiende, eso nunca será un problema salvo para quienes vivan de escribir sandeces sobre la paternidad responsable, muy probablemente sin tener hijos.

Hace un par de semanas, viendo una del Oeste, me preguntó:

-¿Quienes son los malos, papi?
-Los indios -le respondí.
-¿Por qué?
-Porque no creen en Dios.

Y el domingo viendo en las noticias la kermés de Podemos en Sol, por el aspecto y los gritos de la turba, los asoció a los indios y me dijo:

-Estos son los malos, papi.
-¿Por qué, hija?
-Porque no creen en Dios.


No tengáis miedo. The grace of God is might. Somos los buenos. Vamos a ganar.