Cómicos - José Luis Alvite
Podría hacerse una novela con muchos de los tipos que conocí en el Savoy. No se trata de soberbias personalidades de la música, del cine o de la literatura; sino de fulanos que ganaban mucho con la muerte. La biografía de muchos de ellos podría escribirse con quitamanchas. De Percy Scalfaro, por ejemplo, no se conocen méritos artísticos relevantes y seguramente su cualidad más notable fuese su proverbial mal aspecto. Hubo en el Savoy pocos Cómicos con peor trayectoria, pero murió con gran éxito de público. Para no reírnos de su cómica fealdad, acordamos velarlo boca abajo. De Jeffrey Klondike es mejor no recordar sus aportaciones como trompetista. Pero en la puerta del retrete de caballeros se conserva una frase suya sobrevenida durante la relativa pasión del estreñimiento: «Me siento tan trascendente como si fuese a expulsar por el esfínter el mármol para mi estatua». Jeff murió en un tiroteo cerca del club porque le confundieron con un tipo cuya reputación era bastante mejor que la suya. Años antes, durante una redada en el Savoy, el bueno de Klondike se repuso frente a un detective con un desplante inolvidable: «¿Mis datos personales? ¿Qué datos personales? Yo no tengo datos personales, sargento; detesto la propiedad privada». Curioso y entrañable fue para todos Charly Jackson, el empalagoso maitre del Savoy cuyos ademanes eran goma arábiga. Durante el velatorio del pobre Scalfaro, el viejo Charly estaba inquito, quería expresar su abatimiento. No encontraba el momento oportuno para deslizar una discreta frasecita llena de constrición y bolero. Lo hizo aprovechando un cese de las risitas. Y para quitarle peso a la abrumadora situación no se le pudo ocurrir nada mejor que preguntarle a la afligida viuda, señalando al difunto: «¿Qué tal pasó la noche?».