Blues de la monja y el ingeniero de caminos - José Luis Alvite
Incluso en las circunstancias mas adversas, le cabe al ser humano la posibilidad de darle a su vida un giro brillante e inesperado que mejore la apariencia de las cosas. Un tipo me contó de madrugada que su mujer llevaba años engañándole con un amigo común. Al principio trató de remediarlo y se sinceró con ella. Le dio la opción de olvidar el asunto, romper unas cuantas cartas, devolver por correo las llaves de un apartamento y regresar sin represalias al redil. Fue inútil. Ella se mantuvo en sus trece. Entonces el marido optó por darle un giro surrealista a la fatalidad. Una noche se hizo el encontradizo con el amante de su esposa y sin mostrar el más mínimo rencor, le dijo: "¿Sabes que mi mujer te pone los cuernos conmigo?". De lo que se trata es de relativizar los fracasos y de aceptar que las cosas nos ocurren sobrevenidas por el peso muerto de la fatalidad. Nos irá mejor si le aplicamos al análisis de nuestras vidas los criterios aplastantes, mecánicos y racionalistas con los que los matemáticos resuelven en la pizarra, como una pagoda de tiza, sus castillos algebraicos. De niños creíamos que la vocación religiosa era algo que nos inculcaba Dios y que poseídos por el ensalmo de aquella apuesta divina, estábamos llamados al obispado, al cardenalato, y quien sabe si al solio pontificio. Nos dijeron entonces que la santidad era una cosa que te daba de niño, como las paperas, y podía marcarte de por vida. ¡Pamplinas! Al relativizar tu pasado recuerdas el caso de aquellas dos hermanas cuyos caminos se separaron para dar en paraderos tan distintos. En M., que era la fecha de las dos, se fijó Dios y le arrastró a la atmósfera ensimismada del noviciado. En cambio, en su hermana E., que era tan guapa, se fijó un ingeniero de caminos. Me dijo de madrugada mi amigo el ex boxeador: "Muchacho, de niño acaricié el sueño del sacerdocio. Luego eché metro y medio de espaldas y me engordaron tanto las manos que tuve que hacerle bolsillos nuevos a la ropa. Acabé partiéndome la cara encima de un ring. El destino es raras veces correlativo con los sueños. De haberme dejado llevar por mi equivocada vocación sacerdotal, con mi cuerpo sólo podría haberme colocado de capellán en la Mafia siciliana". Eso dijo mi viejo amigo y creo que no le faltaba razón. Su vida fue un derroche de mala suerte. A veces incluso su perro fingía no conocerle. Cayó en bancarrota, y en lo mas bajo de su caída, maldita sea, a mi viejo y querido amigo ya sólo le quedaban de su propiedad las jodidas pupilas azules escondidas bajo las plantas de los pies. Hay tipos que es como si hubiesen nacido con la cara dentro del culo. Pero sobreviven porque saben que en el fondo, a menudo la vida consiste en acertar con los errores...