Y yo con estos pelos - Nacho Mirás Fole
Los martes acabo reventado. Seré breve, pues (esto del pues al final es un giro vasco que he incorporado a mi vocabulario). Como cada martes, hoy tocaba evaluación general. Cuarta semana de tratamiento para castrar a mi astrocitoma anaplásico en grado III, mi tumor, mi Casiano, mi anticristo, mi tesooooooro. Los análisis de revelado rápido han salido bien, sin sorpresas. Así que podemos seguir friendo y gaseando al enemigo sin bajar la dosis. “¿Qué aprecia en el paciente?”, le preguntó mi oncólogo a su residente. La alumna se tomó su tiempo, y no me extraña. Todos con los que me encuentro dicen que tengo un aspecto cojonudo. Yo me siento bien, pero el hostión físico y químico es diario, así que algo tiene que afectar. “¿El color?”. Era eso: el color. No es que esté mutando en Antonio Machín, pero es cierto que la radioterapia me está dando un tono afrutado. Anda que como me salgan unas maracas…
En lo que no se fijaron, y yo tampoco hasta que llegué a casa y me miré al espejo, es en que los pocos pelos que tenía sobre la oreja derecha han empezado a abandonar el barco, como las ratas. No me preocupa. Conste que me estoy echando cremita hidratante, pero cuando uno acumula ya diecisiete sesiones de fritura atómica, que se te caiga el pelo supongo que es el menor de los problemas; entraba dentro de lo posible. Seguro que me aceptarían como liquidador en la planta nuclear de Fukushima, pelado y todo. Mañana me paso el cortacésped, para sanear. O igual podría ir a una peluquería y retar a la peluquera: ¿Me cortas las puntas?
Análisis, oncólogo, farmacia, radioterapia, papeleo… Los martes le hago gasto al sistema. Al menos ha salido un poco el sol en Santiago, no ha sido un simulacro. Sigo conociendo a gente nueva que me para por la calle, en el hospital… incluso en los bares. Que nadie se corte, lo agradezco, que paso muchas horas caminando solo y cada día vuestro son tres míos. El paseo larguísimo ha incluido paradas con grandes conversadores como el catedrático de Derecho Civil Domingo Bello Janeiro; el presidente del Consello da Cultura Galega, Ramón Villares -hemos apalabrado una celebración para cuando acabe el serial-; como mi especialista en PlayMobil de cabecera, Manolo Villar; o como el fotoperiodista, amigo y vecino Anxo Iglesias… Y he acabado la jornada en horizontal, cuerpo a tierra, bajo las manos de mi fisioterapeuta, que me descubre músculos de la espalda que ni siquiera salen en los libros. Todavía me quedan restos de la contractura que me hice cuando colapsé, el 6 de octubre del año pasado. Gracias, Patricia. Esos dedos sí que tienen energía y no el acelerador lineal alemán. Y tú, además, me das conversación, que la Siemens Primus siempre me toca la misma canción. Otra cosa es el personal que maneja la máquina, mis dulces liquidadoras radiactivas.
Mañana cambio de horario en la churrería por necesidades de la producción, así que no me voy a extender. Más calvo que ayer, pero menos que mañana, me voy a meter la droga dura y me voy a la cama con Elton John, que me pone tierno; no todo van a ser Los Chunguitos y Los Suaves, que os dan un dedo y cogéis el brazo entero. Van dos vídeos, el de advertencia y el musical. En el primero, imaginaos que yo soy Luis Ciges y Elton John es Antonio Resines. Hecha la aclaración, música maestro. My gift is my song and this one’s for you…