Que nos los traigan en ataúdes de pana - José Luis Alvite
Reconozco que esta vez la victoria electoral de la izquierda me ha dejado poco menos que impasible, sobre todo porque la experiencia me ha enseñado que los conservadores y los socialistas son dos maneras diferentes de ganar la derecha. Con los años uno acaba por descubrir que en su dureza más extrema, la izquierda se satisface a sí misma publicando en el BOE un decreto por el que se obliga a la Iglesia a encuadernar en rojo el catecismo. Naturalmente uno consideraría horrible la repetición de los viejos modales de la izquierda soviética, que lo primero que hacía era talar la genealogía forestal de los zares fusilando a la familia Romanov. La cultura política va ahora por otros derroteros y estoy convencido de que en su manifestación más cruenta, los socialistas se conformarán con fusilar de fogueo a Urdaci, que se lo tiene merecido por convertir los telediarios en publicidad desleal. Cuando dejó de ser una manera de pensar y de comportarse en la vida, la izquierda se convirtió en una manera de vestir, es decir, en una apariencia. Por lo visto es el ejercicio del poder lo que desdibuja las ideologías adaptándolas a los designios del capital, esa cosa sin instintos tan difícil de eliminar como suprimirle la humedad al agua. Seguramente la izquierda sólo existe como opción y se esfuma cuando intenta consumarse en el ejercicio del poder. Al alcanzar el poder, ocurre con la izquierda española lo que con las tentaciones, que se esfuman al sucumbir a ellas. La izquierda, como la religión, es un acto de fe que se mantiene incólume mientras no se arriesga mezclándola con la ciencia, ese enemigo del alma. Si Cristo se hubiese hecho más de cuatro preguntas antes de arriesgarse cuesta arriba con la "birra" y la cruz, habría acabado de acomodador en el Calvario durante la crucifixión de los otros dos. Pero Cristo no se lo pensó dos veces, se dejó arrastrar por el soniquete de la fe obcecada y manida y sucumbió en la cruz. Fue entonces cuando concluyó el socialismo caminero y empezó la Iglesia, es decir, la derecha, o sea, el cepillo de las ánimas, que es de donde en realidad arrancan L´Observatore Romano, Disney World y el Fondo Monetario Internacional. Cada vez que la izquierda deja su horizontalismo, descubre que el poder es vertical y que todo era más hermoso en los días de la utopía, cuando a los ideólogos no les parecía descabellado construir una sociedad lisa y llana como un paradójico rascacielos de planta baja. Soy mayor y ya ni siquiera creo en la virginidad de las estatuas. Pero me gustaría que en su retorno al Poder, la izquierda socialista recobrase algo de su viejo pundonor. Y que no se limite a disimular lo de Irak repatriando a nuestros soldados en ataúdes de pana.