Tensa literatura de saque y volea - José Luis Alvite
Hay sin duda una cierta relación entre el paisaje y la hondura emocional y literaria. No es lo mismo describir un bosque gallego que un páramo castellano, una cala mallorquina o una ensenada montañesa. Cada paisaje tiene su emoción, y cada emoción, su herramienta. El peso sicológico del paisaje es algo más que un discutido recurso romántico, aunque sus efectos sobre el carácter del hombre hayan retrocedido a medida que hemos urbanizado la literatura suprimiéndole la vegetación y la enagua. El drama rural ha dado paso al drama urbano, los taxis desbancaron a las carretas y el sitio de los bueyes lo ocupan ahora los matones de los clubes nocturnos. Comparado con las nuevas tendencias literarias, Azorín sería apenas un simple cartero rural con cierta sabiduría semántica. En consecuencia, el vocabulario narrativo es otro y otros son también los ingredientes con los que se construyen la emoción y la trama. A la velocidad a la que se consuma el tiempo literario y sus renovaciones constantes, incluso el tranvía se ha convertido en un apero de labranza. Parece que a la literatura le sobra el paisaje como a "La Regenta" le sobran el cura y la ropa. Frases cortas y deslumbrantes. La literatura se ha contagiado del tenis. Saque y volea, juego rápido, ni una tregua para recuperar el resuello y secarle el sudor a la raqueta. Al suprimirse el paisaje, la literatura pierde su barroca carga de lenguaje botánico y superfluo. La prosa se vuelve concisa y expresiva. El alma narrativa ya no está en el ambiente sino en el lenguaje. Es como si en los relampagueantes diálogos de la modernidad expresiva, la saliva amenazase con secarte la boca. Azorín era minucioso y rayaba en el telégrafo, pero a sus frases les faltaba el ácido de la pegada. La narrativa norteamericana nos trajo un estilo perentorio y angustioso hecho de frases lacónicas que parecen pensadas para ser leídas por alguien con enfisema pulmonar. En el abreviado lenguaje de la novela moderna, un disparo en el vientre se considera comida rápida. En cualquier texto actual, el vocabulario es al menos un sesenta por ciento mas pobre que hace solo cincuenta años. Se pretende una prosa visual basada en los sobrios recursos del eslogan y del mensaje publicitario. Se trata sin duda del fiel reflejo de la vida frenética que nos empuja a un lado y a otro sin darnos tiempo a reflexionar sobre nuestro destino en el mundo. Ya hay apresuradas y obsesivas novelas que parecen escritas en un taxi para ser leídas en cuclillas en la cola perpleja del siquiatra. Me gusta la prosa concisa y a la vez deslumbrante, como la de esos tipos capaces de describir la tensa belleza carnal y simbólica de una mujer apenas vestida con una frase y el astracán de un latigazo.