miércoles, 26 de febrero de 2014

Manos de panadera - José Luis Alvite

Manos de panadera - José Luis Alvite

Ocurre con las personas interesantes lo que con esas frutas en las que el mayor placer al morderlas se obtiene al llegar con los dientes a la acidez, aunque por lo general la gente pierde mucho al ahondar en ella, porque debajo de esa brillante capa de ropa y estilo no queda otra cosa que un montón de cumplidos, vulgaridad y silencio. Hay pocas iglesias cuya belleza respondan de cerca al lejano y evocador tañido de sus campanas. A veces basta una cicatriz en el rostro de alguien para sentirnos atraídos hacia esa persona. Pero casi siempre nos llevamos una sorpresa desagradable porque debajo de aquella intrigante cicatriz no había un crimen, una pelea, un escabroso incidente celosamente guardado en secreto, ni siquiera el mal recado de una bala perdida. Pudiera ocurrir que lo verdaderamente interesante de la cicatriz sea la personalidad de quien te la hizo. Un libro malo puede ganar mucho marcándolo con el autógrafo de otro escritor. Personalmente me interesan mucho las personas desconocidas. No es que espero mucho de ellas, pero al menos tardo en decepcionarme el tiempo que empleo en conocerlas. Por lo general le presto atención a las mujeres que más que un revolcón, me sugieren una frase. Evito apurar las cosas porque sé que en nada se pierde tanto tiempo como en el ímpetu de ganarlo. Reconozco que me atraen las cicatrices de los hombres y esa expresión de las mujeres en cuyo rostro la felicidad ha empezado a sucumbir inexorablemente a algún vicio o al tenaz estrago del tiempo. No puede resultar atractiva una persona que no me despierte a simple vista la tentación de transcribir su alma en un papel. De adolescente aspiraba a casarme con una mujer que me causase al mismo tiempo insomnio y literatura. Creo que es el caso de la mayoría de las personas. Abrigamos al principio la esperanza de complicarnos la vida con un ser adorable y escabroso que nos haga el daño encantador que al bailar podrían hacernos los zapatos casi escolares de Fred Astaire. Al final acabamos formando pareja con alguien que ni siquiera nos de un motivo para salir huyendo, y lo que esperábamos ver convertido en un chorro de emoción y literatura, acaba reducido a la prosa administrativa y fría de un libro de familia, abocados a soportar el tedio de la regularidad, la rutina y el hastío, como en uno de esos insoportables viajes en los que nunca cambian el clima, la luz y el paisaje. ¿Por qué no habremos conocido a tiempo a una de esas personas cuyas ofensas aceptaríamos aunque solo fuese por sentir seguidamente el placer de sus brillantes excusas? ¿Por qué se nos niega la suerte de unir por algún tiempo nuestras vidas a uno de esos tipos en cuyas manos parecen prestados el dinero, el sudor y los gestos? Yo creo que nos pierde el afán de ver las cosas claras. Tendríamos que saber que lo interesante de la pasión son las llamas, y que las llamas, como el cine, pierden mucho al encender la luz. Es importante conservar el recelo. La gente pierde mucho al disiparse sus misterios. Descubrimos entonces que aquella cicatriz no fue el resultado de un navajazo, sino la lejana consecuencia de la varicela. Siempre es más interesante transigir con el misterio inicial y hacer lo posible por no colar la mínima traza de luz en sus calculadas penumbras. La mayoría de los hombres jamás alcanzan la talla de sus sueños y la mayoría de las mujeres, ¡Dios Santo!, la mayoría de las mujeres pierden mucho al vaciar el bolso sobre la mesa del salón. ¡Fin de la emoción! ¡Adiós misterio! Estas cosas son discutibles, pero en mi opinión, las mujeres se sienten a menudo tentadas por el tipo de hombre que solo les puede prometer entrar con ellas al cielo por la puerta del penal, aunque luego suelen casarse con el hombre de provecho que les compra la fruta en la joyería. Me dijo de madrugada una fulana en un garito: "La vida es dura y asquerosa, pero incluso en la horrible circunstancia de la prostitución, una mujer como yo abriga la esperanza de dar con uno de eso tipos sin preguntas al que no le importe aceptar que si hago esto es porque tengo entre la piernas la boca de mis hijos". Aquella sí que era una mujer interesante. Olvidé su nombre, muchacho, pero recuerdo que sentí en la carne pagada de sus caricias la mano decente de la panadera.
Pensé decirle: "No vendrá. No sé quién es el tipo por el que esperas, pero sé que no vendrá. También pudiera ocurrir que hayas venido aquí con la esperanza de que no acuda a la cita la persona por la que en el fondo no deseas esperar. Yo vengo casi a diario a este local y suelo esperar por alguien con quien no cuento, una mujer a la que ni siquiera conozco, un amigo del que sé que lleva meses muerto.... en realidad yo soy lo único interesante que me suele ocurrir. Hace un buen rato que me fijo en ti. Me pareció que eras una mujer decepcionada. ¡Qué bobada! Es difícil interpretar emocionalmente la apariencia de las personas. Hay mujeres en cuyo aspecto la decepción causa los mismos estragos que el esfuerzo de haber fregado para la cena la loza del almuerzo. Hay ocasiones en las que una buena ducha es tan beneficiosa para el alma como dos meses siguiendo con los ojos el péndulo del sicólogo. ¿Un fracaso? ¿Y qué importa un fracaso, amiga mía? Ya no somos niños. Sabemos que nada es para siempre y que una historia de amor sólo es eterna cuando se deja a tiempo. Me gustan las mujeres de paso, apenas iluminadas por la transeúnte luz del tren, mujeres que tienden a secar la ropa en una ciudad y la planchan en la ciudad siguiente. Cambiar de zapatos no sirve de mucho si no se cambia también los pasos. No puede ser emocionante salir todas las mañanas de tu vida del mismo portal. Ahora mismo casi amanece y no hay nadie más en este bar. Es probable que no volvamos a vernos. El acta del divorcio es el sitio en el que mi primera mujer y yo estuvimos más tiempo juntos. Incluso puede resultar interesante que tú y yo nos hayamos conocido sin otro motivo que despedirnos para siempre. No es mucho, pero, ¡qué demonios!, hay parejas que ni siquiera están juntos mientras se abrazan. Siempre tuve la esperanza de despertarme en un sitio distinto y no saber de qué país se trata hasta que los conserjes izan las banderas de los hoteles. Sé que es improbable que eso ocurra algún día, pero no importa. Lo que cuenta es el momento. De muchas películas, amiga mía, sólo resultan interesantes la taquillera y el cartel. El tipo por el que esperas no vendrá. Pero tampoco eso importa mucho. Verás mejor las cosas cuando amanezca y descubras que la vida mejora pasándole un cepillo al pelo mientras en el silbido de la cafetera se apea del tren uno de esos desconocidos con los que incluso valdría la pena entrar al infierno por la puerta de la panadería"... 
Creí que me diría: "No, no vendrá el hombre por el que aparento esperar. En realidad creo que es por mí por quien espero desde hace tiempo. Soy la única persona que cumple mis expectativas. Nadie me parece interesante, ni siquiera misterioso. Tienes razón en eso de que lo importante es el momento. Este podría ser uno de esos momentos que valen la pena. Ambos sabemos que lo nuestro sólo durará dos cigarrillos y lo que tardemos adrede en despedirnos. Después nos daremos nuestros teléfonos falsos y esperaremos inútilmente una carta en el buzón. Y lo habremos hecho por nuestro bien, porque tú y yo sabemos que la flor del cerezo es hermosa porque dura en el árbol menos que su aroma. Podríamos bailar esta melodía que suena, pero no lo haremos porque no quiero que los brazos de un hombre de paso sean mi vestido de novia. No estamos hechos el uno para el otro y ambos lo sabemos. Por eso lo dejaremos a los pies de la escalera, antes de salir a la calle y descubrir que lleva años muerto el conserje que izaba la bandera del hotel. De todos modos, me acordaré de ti cada noche que intente olvidar el rostro de alguien con quien podría haber valido la pena equivocarse. El amor, como el cansancio, se percibe mejor mientras se desvanece en el primer sueño... Pero ni yo le dirigí palabra, ni ella dio pie a la conversación. Pagué sus copas y la vi irse escaleras arriba reflejada en el espejo. La recuerdo hermosa y decepcionada. No sé que fue de ella. En la lluvia de la calle se reflejaba la luz de las farolas como si fuese la pasajera calderilla de las flor de los cerezos. Y durante varios días fue anteayer en el recalcitrante espejo del bar, ...mientras las palomas del cementerio se buscaban a ciegas la vida en la mano gramada de la panadera...