Sobrevivir al sistema - Nacho Mirás Fole
Acabo la primera semana de guerra radiactiva cansado, pero creo que más por caminar sin medida que por el tratamiento. Procuro ir y volver andando al hospital todos los días. “Si tenemos suerte -me dijo el radiólogo descamisado- el mayor inconveniente de la radiación debería ser venir aquí”. “No se preocupe -le respondí-, yo antes era periodista y profesor universitario; ahora trabajo para la Seguridad Social a tiempo completo. Me va en el sueldo”.
La Siemens Primus no volverá a freírme la cabeza de nuevo hasta el próximo lunes, pero todavía quedan veinticinco sesiones de rayos UVA atómicos. En general, me encuentro bien, pero ya sé que los daños colaterales vienen por acumulación. Estoy prevenido.
En este poco tiempo algo hemos avanzado: he conseguido que acentúen correctamente mi primer apellido al llamarme por megafonía; que la radiactividad empiece a poner a raya al invasor; o que el personal de Radioterapia consulte más estas memorias sanitarias que la página web del Servizo Galego de Saúde. Esta mañana, cuando me desearon buen fin de semana, ellos mismos me confesaron que hubo un gran debate para tratar de averiguar de quién eran los ojos radiactivos que tanto me impresionaron en la sesión del lunes. Anda que no lo saben. ¡Son tuyos, sí! Si consigo que la semana que viene me llamen Nacho en vez de Ignacio, entonces ya sería la hostia. La legislación española es tan absurda que, aunque me bautizaron Ignacio para poder llamarme Nacho, no puedo cambiarlo en los papeles “porque Nacho tiene connotaciones despectivas en algún país sudamericano”, me justificó una vez un funcionario, seguramente el mismo que le obligó a mi padre a registrar como Alejandra María a mi hermana porque Sandra, a principios de los setenta, no era un nombre digno de un ser humano. Así que vivo condenado al Ignacio únicamente cuando me reclaman los hospitales, los bancos o aquella vendedora de seguros de vida de El Corte Inglés a la que ahora lamento no haber prestado más atención. Ni derecho tiene uno en este país a llamarse como le dé la gana.
Entiendo que en servicios como oncología o radioterapia, donde Dios sulfata sin criterio, no debe de resultar fácil para el personal sanitario encariñarse con los pacientes. Por eso los enfermos oncológicos agradecemos de manera especial la humanidad y el trato cercano que nos prestan. Es asqueroso que sea legal bajarles el sueldo en nombre de los recortes cuando semejante asalto debería ser delito. Los de la tijera son, precisamente, los mismos que me obligan a mí y a otros como yo, que bastante tenemos con cargar con lo nuestro, a acudir semanalmente al ambulatorio a pedir la baja. Y si no lo haces tú porque no puedes ni moverte, ya te las apañarás para que lo haga alguien en tu nombre. Si la empresa te deja resolver por fax o correo electrónico tienes suerte, pero de ir al centro de salud no te libras.
Yo tengo radioterapia para treinta días y quimio por ciclos para unos seis meses, y eso en principio. ¿Se creen que esto es un catarro fingido en otoño para poder ir a la vendimia a Ourense, pedazo de ineptos? No tienen ni puta idea, señores de cuello duro y coche oficial, de la carga añadida que representa para cualquier enfermo tener que cumplir también con las anormalidades burocráticas que deberían estar resueltas de oficio. Y cuidado: que no me olvide de acudir puntual a la mutua para que un médico contratado por una empresa privada compruebe con sus propios ojos que tu cáncer no son unas anginas. A mí eso me insulta, y la culpa no es de la mutua que, a fin de cuentas, hace lo que le mandan y gana dinero. Es del sistema, que es así.
En lo mío, por ejemplo, un tumor cerebral que resultó ser un astrocitoma anaplásico en grado III, una cosa muy seria que podría acabar con viuda y dos huérfanos, han intervenido neurólogos, neurocirujanos, oncólogos, radiólogos, un neuropsicólogo, el psicólogo de oncología y mi médico de familia, aquel que me recomienda que lea a Tucídides.¿No le parecen avales suficientes al sisitema que todavía tengo que ir a una mutua privada el 31 de enero? ¿Antes o después de que me frían la cabeza en radioterapia? ¿Me llevo la bolsa para vomitar o me la dan ellos? Es que la quimio es lo que tiene, que lo mismo echo la pota en la salita de espera y pongo la moqueta perdida. Para amarrar los pluses de altos cargos sí que han estado rápidos en los foros políticos, sí. Perdonad la mala hostia, pero este blog no se llama rabudo.com por nada.
A pesar de que hoy me haya dado por poner a parir al sistema, sigo bien de ánimo, convencido de que entre todos le ganaremos el pulso al cáncer y a la burocracia. Antes de meterme la ración diaria de Temozolomida, quería traer a la portada una reflexión que me hizo a través de un comentario mi amigo Santiago Calviño. Y no lo hago tanto por el hecho de que sea médico y voz autorizada en todo este fregado, sino porque tuvo la suficiente visión para darse cuenta de que lo que yo necesitaba para venirme arriba en el postoperatorio era el helicóptero teledirigido que siempre quise tener. Espero que para la siguiente me caiga el Scalextric que nunca me trajeron los Reyes. Gracias, Santi. Soy todo oídos.
Hola Nacho. Sigo leyendo con todo interés tus magníficas crónicas. Gracias por seguir escribiendo a pesar de todo por lo que estás pasando. El enemigo a batir resultó mucho más potente y taimado de lo que parecía. Un cabrón con pintas. Le has ganado una crucial batalla, pero no está vencido.Tu situación me recuerda vivamente la de Inglaterra bajo los terribles bombardeos alemanes, cuando Churchill dijo aquello de que “Esto no es el final, ni siquiera el comienzo del final, pero sí el final del comienzo”. Pues eso, empezó la guerra total y todo el armamento esta desplegado.
La guerra no va a ser corta ni fácil, y habrá muertos, heridos y “daños colaterales”, pero venceréis, porque conocéis muy bien los puntos débiles del enemigo y contáis con armas muy sofisticadas, además de tu envidiable e imprescindible moral de victoria. Necesitarás seguir un protocolo terapéutico muy duro y estricto, como todos los oncológicos, pero presiento que con el tratamiento, tu fuerza y un poco de suerte, se pueden lograr los objetivos. Habrá sangre (poca), espero que pocas lágrimas y muchos sudores y náuseas pero, como Inglaterra, renacerás de tus cenizas mucho más fuerte.
Espero que todos los venenos que tomas le sienten mucho peor a don A.A. (astrocitoma anaplásico) que a ti y que dentro de unos pocos meses te pueda ver con tus niños disfrutando del helicóptero. Como alguien ya ha comentado aquí, la marihuana está aprobada en muchos sitios para su uso en el tratamiento de las náuseas de la quimioterapia y parece ser efectiva, según estudios controlados. Ánimo y adelante, amigo. Un astrocitoma anaplásico no puede ser enemigo suficiente para ti .
Un fuerte abrazo. Buenas noches y Buena Suerte. Santiago Calviño.
Tengo unos amigos enormes, un cáncer y un helicóptero teledirigido. No hay mal que por bien no venga. Hasta pronto.