El greco, en la F1 - Raúl del Pozo
Sus vírgenes y efebos verdes, sus predicadores macilentos, sus caballeros de negro con golilla y puñetas han cautivado a guiris e indígenas. Te dan hora para las exposiciones como si El Greco fuera un restaurante de moda o un cocinero.
Entre la ciudad imperial y Madrid las nubes y los rayos de mayo se escapan del Museo del Prado y tiñen el campo de «poniente y sangre» (Cernuda). Vienen los chinos a hacerse con algún deán porque el arte es la última burbuja de cuadros falsos.
Pero no todos los ricos padecen del estreñimiento freudiano y guardan en su morcón la pasta flatulenta como niños que juegan con su mierda. Los hay misteriosamente generosos. Uno de esos millonarios ha logrado que Doménikos corra en la Fórmula 1. El extraño mecenas se llama Gerard López, es propietario del Lotus F1 Team.
Ha tenido la fantástica extravagancia de que El Greco pase por los ojos de 600 millones de personas. El nombre del pintor figurará en los laterales de los automóviles de Romain Grosjean y Pastor Maldonado, que llevarán el logotipo «El Greco» en el Gran Premio de Fórmula 1 que se celebra el domingo en Barcelona. La escudería ha diseñado dos cascos que se entregarán al Rey y al presidente del Gobierno.
En unos minutos logrará más fama que en 400 años, sin moverse de la cantiga del Tajo, donde Garcilaso cumplió el sueño de ser soldado y poeta. Hasta el águila bicéfala baja la mirada a la apoteosis de un iconoclasta que vivió de pintar imágenes sagradas y que hoy sigue siendo la vanguardia de la vanguardia.
«Candiotto, discepolo di Titiano», dice una carta para recomendarle a un cardenal. «Creta le dio la vida y los pinceles», escribe Fray Hortensio, uno de sus retratados.
El vagabundo habló con desprecio de El juicio final de Miguel Ángel y tuvo que huir de Roma. Cuando Pacheco visitó Toledo, el cretense insistió. «Miguel Ángel era un buen hombre que no supo pintar». El Escorial, centro de reclutamiento de los genios, no dio pared al evangelista del cubismo.
Amigo de la fiesta y de la ostentación, alquiló una gran casa del Marqués de Villena y tenía músicos que amenizaban sus banquetes. Vivió de los canónigos entre remendones, escuderos, pícaros y villanos de hacha y capellina. Felipe II, un príncipe del Renacimiento que tenía El Bosco en su habitación, vetó a El Greco. Decía, según el padre Sigüenza, «que los santos se han de pintar de manera que no quiten las ganas de rezar en ellos». A El Greco le pilló de lleno la Contrarreforma y el miedo al cuerpo.