Mi amigo José Luís Alvite - Siro López
Si alguien no conoce los artículos periodísticos de José Luis Alvite, está perdiendo la oportunidad de leer a uno de los escritores más dotados para el texto breve. Alvite es como uno de los bailarines de claqué, que él conoció en ese antro llamado “Savoy”, del que lleva años hablando, y que nunca existió. Un bailarín que nos sorprende en cada actuación con las piruetas más originales e inesperadas, sin salir nunca del espacio que ocuparía una baldosa. Nadie puede crear tantas y tan espléndidas metáforas como Alvite, porque él no tieen que buscarlas. A Alvite las metáforas más ingeniosas le nacen en una mina que lleva dentro, e le van saliendo en la pantalla del ordenador en cuanto posa los dedos en el teclado. Nadie creó en el periodismo un mundo tan original, ni un idioma tan rico, sin un humor tan sublime. Nadie, porque José Luis Alvite sólo hay uno.
Alvite colabora con Carlos Herrera en Onda Cero, y publica sus artículos en La Razón. Antes escribió en otros periódicos gallegos y en Diario 16, cuando perteneció a La Voz de Galicia. Para Diario 16 hicimos él y yo, diariamente, durante dos años –del 1997 al 1999-, la última página. Después, del 2000 al 2002, colaboró en el “Xatentendo.com”, suplemento de humor de La Voz de Galicia, que yo dirigí.
Ahora Alvite está enfermo y, al hacérselo saber a Carlos Herrera, vuelve a admirarnos con su humor, que es, probablemete, la forma máis difícil, pero también la más intelixente de enfrentarse a la adversidad.
He ahí la carta que envió a Carlos Herrera y que reprodujo La Razón:
“Querido Carlos Herrera. Por primera vez no puedo culpar de mi ausencia a la desidia, ni alegar que una monada ciega de Denver me salió al paso y sin motivo alguno se encaprichó conmigo. Tampoco me servirá de excusa la vieja historia de cuando era un niño muy delgado y el viento al azotar me levantaba del suelo y me cambiaba de acera, de raza y de familia. Esta vez es el cáncer, amigo Herrera, esa cosa que yo pensaba que en mi caso solo podría ser una mancha que, puesto en lo peor, haría una metástasis como de tebeo en la tapicería del coche. Cáncer de colon y cáncer de pulmón. Dos golpes en un solo mazazo. Fue algo desproporcionado, como encontrar un centollo en el interior de una almeja, pero, ¡qué demonios!, tantos años entre el humo del Savoy me enseñaron que la penumbra te salva del disgusto de que con la luz descubras que en la cola del piano no estaba sentada la mujer con la que contabas, sino el tipo impasible que viene a precintar las manos del pianista. Es una de esas veces en mi vida que la peor noticia no me la da Hacienda. ¡Que quieres que te diga!, el caso es que lo he encajado sin pestañear, no porque sea un valiente, sino, sencillamente, porque siempre supe que el mío en la vida sería un viaje en el que inesperadamente al tren se le acabarían por detrás el humo, y por delante, las vías. No sé, Carlos, amigo mío,…estas cosas ocurren y seguro que tienen algún sentido. Dice mi oncólogo que “la situación es muy comprometida” y eso significa que mi buena suerte puede haber cambiado a peor y que la vida ya no me dará la siguiente patada en el culo apócrifo de otro hombre. No importa. Ojalá pueda volver a tu lado. Y si no vuelvo, piensa que fue solo porque me empeñé en el estúpido sueño de llegar por ferrocarril a una ciudad sin tren.
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Saúdo ao amigo e compañeiro
Querido Alvite, acabo de enterarme de que andas mal de saúde e quero dicirche que o sinto moito, moitísimo; porque che teño gran aprezo e gardo o máis grato recordo dos nosos traballos a dúo. Aquelas colaboracións no Diario 16 son das máis queridas de cantas fixen no xornalismo. Sempre falo de que tiven a fortuna de ser coautor de dúas seccións con dous escritores amigos, aos que admiro: a titulada “Con esta Lupa” no xornal La Región, nos anos 72 e 73, con Carlos Casares; e a das “Almas del nueve largo” contigo, no Diario 16. Os dous arrequecedes o meu currículum. Vouna recordar con algunhas das ilustracións que fixen para ti, e vou contar algo que só ti e eu sabemos, para que os lectores desta páxina poidan coñecer aínda máis e mellor o teu extraordinario talento de escritor.
Eu chamábate por teléfono todos os días, ás cinco da tarde, hora taurina, para poñérmonos á faena. Ti eras o matador e eu o subalterno, por eso che preguntaba: -“Maestro, ¿de que vai hoxe?”. E ti, un día e outro, respondíasme: -“E eu que sei…”. E despois duns minutos de conversa, acordabamos un tema, que eu ilustraba imaxinado o que dirías. Ata que un día me dixeches: -“É mellor que debuxes ti o que queiras e eu escribo sobre o que me inspires”. E fixémolo así, e durante os últimos meses da nosa colaboración. Xamais recibín honra maior.
En moitas das ilustracións aparecías ti cun ollo en branco. Nunca me preguntaches por que, pero dígocho agora: porque para quen ve tanto coma ti, cun ollo lle abonda.
Olla a enfermidades con eses ollos enormes que tes, e verás como recúa. Sei que volverás á radio con Carlos Herrera e que chegaremos a facer aquela carpeta titulada “Burdel”, da que xa teño os debuxos e só faltan os teus textos.
Apertas.