El empresario eres tú - Salvador Sostres
A PESAR de que la recuperación económica va haciendo su camino, persiste el grave problema del paro y sólo el 9% de los últimos contratos son fijos. Contratar sigue siendo en España un acto de fe, un salto al vacío. Hasta un matrimonio resulta menos oneroso para el macho que contratar a un obrero para el empresario. No puede ser que cada contrato sea una soga en el cuello del patrón, una amenaza del Estado que a nadie beneficia salvo a la cruel maquinaria.
Tendría que haber sólo dos tipos de contrato: el de prueba, durante un año; y el definitivo, con la única condición de un preaviso de seis meses en caso de despido o el abono de tal cantidad si se quiere proceder inmediatamente. Para que sea fácil contratar, tiene que ser fácil despedir. Tu seguridad laboral no te la puede dar un contrato sino hacer bien tu trabajo. La precariedad laboral es un concepto moral, y no sindical. Nada hay más precario que el dinero de los demás, camarada.
El empresario no es una nebulosa fantasmagórica. Es un hombre como tú, con su angustia y su vértigo, las fuerzas que le quedan y el dinero contado. El empresario eres tú, con tu alma asustada. Y a nadie se le puede pedir que firme su propia sentencia de muerte con contratos imposibles que van a rematarte si las cosas te van mal. Con la misma naturalidad que tendríamos que poder contratar cuando necesitamos a personas que hagan un trabajo, tendríamos que poder despedir cuando este trabajo ya no es necesario. El mercado laboral sería así mucho más competitivo, y por lo tanto más rico y más estable. El intervencionismo atroz que hoy nos atenaza sólo conduce al paro. Ahí están los datos.
El empresario eres tú. Piénsalo la próxima vez que te cruces con un sindicato, la próxima vez que creas que los problemas tienen una solución mágica o que detrás de cada empresa no hay un hombre con tus mismos miedos y esperanzas.
No intentes cargarle lo que tú no podrías soportar porque no va a funcionar. Un año de prueba y seis meses de indemnización. Que sea fácil despedir y que sea fácil contratar. Que sea evidente que sólo la calidad de tu trabajo va a salvarte y que las únicas redes son tus manos. El empresario eres tú. Nota cómo empiezas a temblar.