Corazonadas manuscritas - José Luis Alvite
Rebuscando estos días en mis papeles me he reencontrado con un puñado de anotaciones que recuerdo haber hecho durante mis esporádicos encuentros con la escritora Kate Sinclair en su casa de la playa. Ahora hace mucho que no sé de ella, pero mi caligrafía de entonces me recuerda la emoción de aquellas largas conversaciones en la que siempre me dejó la sensación de haber encajado la madurez como un absurdo desperdicio de la decencia. Éstas son algunas de aquellas notas, verdaderas corazonadas manuscritas, tomadas todas ellas de comentarios que sin duda reflejan la adorable mezcla de dolorida sensatez y amarga melancolía que tan agradables hizo mis largas veladas a su lado: -No podría recordar la fecha exacta en la que comprendí que me había hecho definitivamente mayor, pero supongo que fue el día en el que comprendí que en el mantel del almuerzo ya no habría manchas nuevas y que en mi casa al anochecer solo daría portazos el silencio. -Me gustan los hombres limpios, pero no tan limpios que ni siquiera manchen mi conciencia.
-Las asexuadas flores que te trae en sus manos de membrillo el poeta blando y jabonoso jamás serán tan excitantes como las venéreas orquídeas robadas con las que siempre soñaste que entrase en tu casa uno de esos tipos tan masculinos y tan rudos que te hacen daño al protegerte. -Dice la crítica literaria que he rozado el Cielo con mi última novela. Agradezco el halago pero no estoy de acuerdo. Llevo tanto tiempo sola, cariño, que dudo mucho que alcanzar el Cielo sea tan excitante como haber compartido con un trotamundos la cabina de su camión.
-Fui una estúpida esperando a que apareciese un hombre que ocupase mis sueños y llenase mi alma. Tendría que haberme conformado con cualquier hombre que ocupase mi cama y llenase mi fregadero.
-Hay algo de emocionante brevedad, de dulce incertidumbre, en compartir la noche con un hombre de paso en cuyo corazón se escucha todo el rato el inconfundible ronroneo del motor de un coche aparcado en doble fila.
-Me gustan los hombres que te seducen con rosas recién robadas. El sexo es más hermoso cuando la certeza del placer va acompañada de la sensación del delito.-La enfermiza obsesión por la decencia es la causante de que en muchos orgasmos femeninos sólo sea sincero el silbido de la cafetera.-¡Dios!... ¡Hace tanto que no blasfema un hombre en mi boca!...
-Las asexuadas flores que te trae en sus manos de membrillo el poeta blando y jabonoso jamás serán tan excitantes como las venéreas orquídeas robadas con las que siempre soñaste que entrase en tu casa uno de esos tipos tan masculinos y tan rudos que te hacen daño al protegerte. -Dice la crítica literaria que he rozado el Cielo con mi última novela. Agradezco el halago pero no estoy de acuerdo. Llevo tanto tiempo sola, cariño, que dudo mucho que alcanzar el Cielo sea tan excitante como haber compartido con un trotamundos la cabina de su camión.
-Fui una estúpida esperando a que apareciese un hombre que ocupase mis sueños y llenase mi alma. Tendría que haberme conformado con cualquier hombre que ocupase mi cama y llenase mi fregadero.
-Hay algo de emocionante brevedad, de dulce incertidumbre, en compartir la noche con un hombre de paso en cuyo corazón se escucha todo el rato el inconfundible ronroneo del motor de un coche aparcado en doble fila.
-Me gustan los hombres que te seducen con rosas recién robadas. El sexo es más hermoso cuando la certeza del placer va acompañada de la sensación del delito.-La enfermiza obsesión por la decencia es la causante de que en muchos orgasmos femeninos sólo sea sincero el silbido de la cafetera.-¡Dios!... ¡Hace tanto que no blasfema un hombre en mi boca!...