Cadáveres ilesos - José Luis Alvite
En alguna parte he leído que de cada diez personas muertas en accidente de carretera, cuatro no llevaban puesto el cinturón de seguridad. En la publicidad institucional se advierte de que este dato revela hasta qué punto son imprudentes las personas que viajan sin sujetarse al vehículo. Que un 40% de las personas fallecidas no llevase puesto su cinturón resulta muy esclarecedor, pero hay otra manera de leer la estadística que puede ser aun más inquietante: seis de cada diez víctimas mortales llevaban puesto el cinturón de seguridad. Desde este otro punto de vista, lo que se deduce es que el cinturón ha sido inútil en seis de cada diez muertes. Si se extrema la mala leche en la lectura de la estadística podría llegarse incluso a la desalentadora conclusión de que el 60 por ciento de los ocupantes de automóviles accidentados murieron por culpa de viajar atados. Nunca entendí las razones por las que nuestros gobernantes nos imponen la atadura del cinturón de seguridad y no se limitan a que tengamos la opción de usarlo. Con el mismo criterio con el que nos obligan al cinturón, podrían imponernos el día de mañana el deber de viajar desnudos para facilitar la autopsia. No estamos lejos de eso. Los políticos siempre encontrarán una estadística que justifique sus estupideces. Por ejemplo, podrían determinar que el 40% de los muertos en nuestras carreteras son seguidores del Real Madrid, deduciendo entonces que esa filiación deportiva debe ser prohibida de inmediato por el bien de la seguridad vial. Si se confirmase que otro 25% eran personas solteras, el Gobierno se creería legitimado para permitir que sólo conduzcan los casados. Pero no quedaría ahí la cosa. A alguien se le ocurriría de inmediato un razonamiento aun más audaz para advertir de que teniendo en cuenta que todos los fallecidos viajaban vivos antes de sobrevivir el accidente, no estaría de más obligar a que los conductores y sus acompañantes viajasen provistos del correspondiente certificado de defunción que acreditase que ya estaban muertos antes del suceso que les iba a costar la vida. Los telediarios de TVE podrían informar entonces de que en los miles de accidentes registrados en el último ejercicio no hubo que lamentar desgracias puesto que todos los cadáveres resultaron ilesos. Como nos advierte la Dirección General de Tráfico, los conductores estamos expuestos a innumerables peligros en la carretera. Lo que nuestros gobernantes no dicen nunca es que nada distrae tanto a los conductores como la lectura de esas señales luminosas de las autopistas en las que se nos advierte de las incontables bajas mortales del último puente festivo. Todas esas medidas son discutibles. Yo lo único que sé con seguridad es que en muchas carreteras nada hay más peligroso que fijarse en las señales que te avisan del peligro.