miércoles, 1 de mayo de 2013

La vida - Juan José Millás



La vida - Juan José Millás
El vendedor insistió en que vaciara por completo la batería del iPhone recién adquirido tres o cuatro veces y que volviera a llenarla otras tantas hasta el límite, antes de usarlo de una manera normal. Todo ello para evitar el llamado "efecto memoria". Siguen advirtiéndonos de ello, aunque se supone que todo el mundo lo debería de saber a estas alturas de la tecnología. Daba la impresión de que le iba la vida en ello no tanto al móvil como a él, al dependiente. Me agobió un poco, la verdad, por poco abandono la tienda sin el aparato. Finalmente me lo llevé, apuré sus vatios hasta las heces, como si fuera un alcohólico de electrones, y el teléfono se quedó completamente muerto. Imaginé que el coma sería algo parecido y comprendí la identificación del vendedor con la batería. Ojalá uno pudiera vaciarse por completo, siquiera ocasionalmente, de la ansiedad, del hambre, de la sed, del deseo, de la identidad, de los afectos, de los terrores nocturnos, de las ambiciones diurnas. Vaciarse del todo como se vacían los expertos en meditación trascendental.
¿Y luego qué? Luego, a cargarse de nuevo hasta las cejas para vaciarse a continuación con mayor ímpetu. Y así, durante los tres o cuatro primeros encuentros con la vida. Después nos podríamos vaciar y cargar a medias, en cualquier sitio, como esos ejecutivos que buscan en los bares un enchufe al que enganchar su iPhone durante unos minutos. Mientras ellos toman una cerveza, el aparato picotea unos vatios con los que aguanta en pie dos horas más, hasta que se acaba la jornada. En cierto modo, la realidad se comporta así. Los jóvenes viven de forma tan intensa que cuando no están repletos de energías están vacíos de ellas. 
El término medio se alcanza con la edad. El autobús, a la hora de ir o venir de trabajar, está lleno de gente neutra, gente que no parece ni alegre ni triste, ni cansada ni eufórica. Descabezan un sueño de diez minutos y hacen tres horas extras. La batería del móvil está hecha a imagen y semejanza del alma. El aparato, en cambio, es un fiel reflejo del cuerpo. A veces dura menos el cuerpo que la batería, pero lo normal es que el estado de ánimo acabe con los órganos. Ahí veo un enchufe para tirar hasta la noche.