jueves, 31 de marzo de 2022

326 euros - David Alandete

 326 euros - David Alandete


Hace un Nadie puede vivir con la cosecha de un año, un mes después de que falleciera mi padre, nos llegó por correo el pago de su última cosecha anual en vida. Por 2.952 kilos de naranjas navel recogidas en enero de 2021, la cooperativa agrícola de Algemesí, en Valencia, le pagaba exactamente 326 euros. Fue una despedida amarga para una vida de 83 años dedicada al campo. Ni siquiera cuando el alzhéimer le vaciaba la memoria, y le hacía perderse en las calles del pueblo, olvidaba mi padre cómo cuidar sus ocho hanegadas, en las que pasaba largas horas, a veces hasta el punto de que mi

 hermano tenía que ir a buscarlo perdido entre naranjos ya muy entrada la noche.

Sé muy bien lo que mi padre pensaría de ese último recibo. Me diría al verlo que cada vez es más duro seguir adelante, que los «gastos generales», como los llamaba él -la contribución, la gasolina del coche y el tractor, el guano- son más altos que ese mísero pago, pero que él ese campo no lo trabajaba por dinero. Es verdad, están peor, mucho peor, los que tienen que subsistir, si pueden, con lo que les da el campo, sin nada más.

Mi padre no era de ir a manifestaciones, ni de grandes pronunciamientos políticos, pero estoy seguro de que compartiría la indignación que el sector siente hoy, que ha llevado a los agricultores a manifestarse y pedir a este triunfal Gobierno del progreso y contra la casta que haga algo para apoyarle, lo que sea, en lugar de este altivo mutismo que refleja una desconexión de la realidad española realmente alarmante.

Nos quieren convencer, el Gobierno de coalición y sus palangristas, de que las protestas del campo, como las de los transportistas, están hinchadas, que son un reducto de extremistas, un instrumento de los poderes fácticos contra el progreso. ‘Paros patronales’, los llamaba un afecto al poder. Ya va siendo hora de que un Gobierno que ha sido capaz de hallar 20.319 millones para avanzar políticas de género encuentre el tiempo y el modo de escuchar a los agricultores y ayudarles en sus demandas concretas. Aunque sea solo una vez debe salir de su trinchera ideológica para dar la mano a los que nos alimentan, y reconocer su dolor, y su dignidad.